jueves, 15 de abril de 2021

Solo vine para que ella me mate de Charlie Becerra

La burbuja familiar de los Ocampo se resquebrajó hace tiempo y el oxígeno se escapó por las rendijas impidiendo respirar a quienes quedaron dentro.

A Víctor Ocampo solo le queda hacer algo para recomponerla, algo que a simple vista se ve casi imposible: Manuel, su hijo mayor, en prisión; Alejandro Alex, el pequeño, se fue en busca de una vida de ensueño hacia la tierra prometida, esos Estados Unidos que con el abrazo del oso hacen como que te quieren pero como te descuides te ahogan, y que acabó varado en México sin dirección conocida; y su mujer, Amalia, ausente debido a una sordera que se va agravando y su mente, a juego, solo ansía el regreso de sus niños.

Manuel no quiere salir de su encierro y Alex parece resignado a que si bien México no es lo que esperaba tampoco le va tan mal. Su voz nacida para el canto le está sacando de apuros pero le está metiendo en otros.

Y él, que de escribir canciones de amor para corridos ha pasado a los narcocorridos por encargo, debería saber mejor que nadie que esas letras no son ficción y mejor quedarse en el papel de moderno rapsoda antes que implicarse emocional y sentimentalmente.

Víctor va a contentar a su mujer y seguir los pasos de su hijo Alex de Perú hasta México para regresarlo o convivir. Lo importante es volver a juntarse. Va a reseguir las huellas de la ruta de quienes emigran, de los sin papeles, de los soñadores, de los desperados.

Solo vine para que ella me mate es un magnífico título, tanto para un narcocorrido como para esta novela, que entremezcla pasiones, ilusiones y vivencias, con dolor, sufrimiento y amor. Y es que en la vida unas no se entienden sin las otras. Relata una historia de gentes que viviendo en el cono sur ansían encontrar su norte y a veces lo confunden con el geográfico.

Alex escribe el narcocorrido como si fuera un corrido, una canción de amor y no de muerte. Solo vine para que ella me mate es el pensamiento que surge de su mente desvariada, una declaración de intenciones pero no de deseos. Lo que a veces se piensa no se corresponde con lo que se siente.

Charlie Becerra ha escrito una novela negra de las que se conoce como narcoliteratura en la que va soltando capítulos que transcurren en momentos temporales distintos. Una historia en la que las biografías de las que la componen son de por si pequeños relatos a cual más desamparado. Una obra que remueve conciencias y entrañas.

Recorre calles desvencijadas, caminos polvorientos y fachadas de calles baleadas para mostrar la otra realidad de lo que canta la letra del narcocorrido: la del perdedor.

Una lectura que golpea el estómago como un tequila en ayunas. Que desgarra como mordisco de coyote. Que desespera incluso a quienes ya de por si son desperados. No dejen de leerla.

domingo, 11 de abril de 2021

Silenciadas de Karin Slaughter

Las voces silenciadas suelen ser las que gritan más fuerte. Una voz interior que implosiona sin que atisbe alteración facial ninguna. Son voces que solo se oyen en el cerebro.

Una nueva entrega protagonizada por Will Trent y su compañera Faith Mitchell de la GBI, Oficina de Investigación de Georgia, que en esta ocasión se dirigen a la prisión del condado a investigar un asesinato durante un motín. Y de lo que suponen una reyerta más entre presos, regresan con petróleo: un convicto les ofrece la oportunidad de reabrir un antiguo caso para encontrar el verdadero culpable.

Un caso que tiene que ver con el pasado de la forense Sara Linton, actual pareja de Will. Un caso que tal vez no se enfocó con la óptica correcta o se desenfocó a propósito. Un caso que por aquello de que el destino es juguetón y malintencionado podría tener relación con otro actual. Y si fuera así todo estuvo mal y el empeoramiento podía haberse evitado.

Silenciadas es un thriller de fuegos artificiales. Esa sensación de que a cada explosión y las luces ya se ha acabado y sin embargo un nuevo fiiiiiiuuuu rasga el aire, suena el trueno, el cielo se ilumina y vuelta a empezar.

Un thriller que va dejando información y pistas a cuentagotas para dar tiempo a degustar cada nuevo avance, cada descubrimiento. Para permitir oír el inexistente ruido que hacen las piezas de un puzle al encajar.

Narrado en dos tiempos, presente y pasado, va acercando los dos relatos para converger en ese punto de no retorno que se produce cuando todo se explica.

Karin Slaughter escribe con minucioso detalle. Da igual que sea en la descripción de una herramienta, una intervención forense, el atuendo de los protagonistas, el coche con el que se circula o el suelo donde se pisa.

No importa que sea una acción, un pensamiento o un deseo. Primero disecciona y luego lo describe, el efecto es de un realismo tan cercano que resulta demoledor.

Silenciadas puede echar para atrás viendo su grosor, tiene una extensión de 600 páginas, pero sería un error. Es lo menos que debe ofrecer un thriller que se precie de serlo.

El suspense y la intriga están presentes incluso en los párrafos donde no se necesitan y aunque el argumento no ofrezca originalidad, es la forma de redactar y la capacidad para desarrollar la trama lo que acaba convenciendo.

Karin es toda una especialista, como lo acreditan sus grandes éxitos internacionales, en este tipo de literatura donde agarrarse con los dedos al borde del acantilado solo retrasa la caída.

domingo, 4 de abril de 2021

Relaciones Peligrosas de Cristina Alger

Sospechar que tu padre pueda ser un asesino solo se entiende si llevas muchos años sin tener contacto con él y los recuerdos, difusos, son de un ex-militar intransigente hasta la violencia, y quizás no solo verbal, bebedor hasta el desvanecimiento y tan empático como una columna de garaje.

Pero si además tu padre es policía, la sospecha tiende a una magnitud que puede conllevar perjuicios añadidos.

Y si además tú, su hija, eres una agente federal, y llevas a cabo una investigación no autorizada ya cualquier cosa puede pasar.

Claro que juegas con una ventaja: tu padre acaba de morir. Por lo que la verdad pueda aportar, poco o nada va a cambiar tu, inexistente, relación con él. Pero si puede ofender su memoria y salpicar a los que con él trabajaron jurando defender la ley y el orden.

Nell Flynn, agente de la Unidad de Análisis de la Conducta del FBI, convaleciente física y psíquicamente, de un reciente episodio en el que acabó herida ha regresado a su infancia, a Hampton Bays, los Hamptons en el condado de Suffolk, para despedirse de las cenizas de su padre. Martin Daniel Flynn, un incondicional de las Harley Davidson y al que un accidente le ha llevado a la muerte.

Mientras Nell gestiona su duelo, el descubrimiento de un cadáver y la petición de opinión por parte del último compañero de su padre, y con la aquiescencia del equipo con el que desarrolló su profesión, la pone de nuevo sobre el terreno y la investigación se ramifica de forma inesperada.

Su padre, de la división de Homicidios, había trabajado en un caso, aún abierto, que podría tener relación con el cuerpo recién encontrado.

La novela se anuncia como best-seller internacional y cumple con lo que la etiqueta implica. Suelen ser obras ligeras perfectas para acompañar largas esperas en salas impersonales de lugares públicos por su capacidad mimética.

Relaciones peligrosas es la novela negra adecuada para entretener en ese viaje en el que no es necesario preocuparse de nada hasta la llegada a destino. Una lectura pasa páginas de manual.

Cristina Alger ha escrito pensando en facilitar una lectura rápida y comprensible, no plantea una trama compleja pero tampoco resulta simple, y los personajes se perfilan lo suficiente como mostrar un relieve particular y no confundirlos unos con otros.

Un argumento, explotado anteriormente, y con éxito, por películas y series de televisión, que da el pego inoculando la sospecha hasta tocar hueso.

Y una protagonista que resulta convincente en sus dudas y en su comportamiento confuso ante la magnitud de la sospecha y sobre la que recae el progresivo avance de una trama que va acelerándose a medida que se van resolviendo las incógnitas y mantiene la intriga hasta la última página, como debe ser.

sábado, 27 de marzo de 2021

Hija única de Mi-Ae Seo

El K-noir, el género criminal producido en Corea, ha aportado al género frescura, originalidad, ironía, sarcasmo, sadismo, grandes dosis de crítica social y sobre todo y ante todo entretenimiento.

Lógico pues que ante la aparición de Hija única de la afamada escritora local Mi-Ae Seo, se haya disparado la expectación, generada artificialmente, o sea eso que se conoce como hype, en todos los medios y redes sociales.

Y lo cierto es que a cuanto más bombo menos platillo, o platillo con sordina, si existiera.

La trama gira alrededor de Seon-Gyeong, una psicóloga forense, apodada cariñosamente Clarice por sus alumnos, por una malinterpretación en su biografía que hace pensar que una breve estada en Quantico fue en realidad una completa formación propia de una agente federal.

Seon-Gyeong recibe una gran sorpresa cuando se le comunica que un peligroso reo, Lee Byeong-do, un asesino en serie, pide que le visite en prisión dispuesto a sincerarse. Algo que no había consentido hasta ahora al rechazar incluso las visitas de su abogado.

De nuevo entra en juego el apodo de Clarice.

Sean-Gyeong acepta dudosa de los motivos, teme alguna artimaña, pero esperanzada por el interés científico que le suscita y las posibilidades profesionales que se le pueden abrir.

Y cuanta más concentración necesita un suceso absolutamente inesperado como es la convivencia con la hija de once años de su marido, de un matrimonio anterior, viene a desequilibrar su burbuja familiar y sus rutinas.

Las relaciones no resultan fáciles y la situación la mantiene inusualmente tensa y el conjunto de emociones negativas tienen un efecto demoledor en su capacidad de análisis y raciocinio lo que le hace distraer de lo obvio que en otras circunstancias, una mente entrenada como la suya, jamás hubiese pasado por alto.

Hija única es un thriller de suspense que permite al lector ir tan por delante de la trama, una de las señas identificativas del género, pero ni tanto ni tan poco, que este puede anticipar todo lo que va a suceder y encima se cumple, con lo que la ansiada maniobra de distracción, el esperado giro sorpresivo, el susto final no se produce y deja un agridulce sabor al finalizar la lectura.

Mi-Ae Seo, ciertamente, desde el apodo de Clarice hasta otras evidencias, rinde un claro homenaje a El silencio de los corderos (o El silencio de los inocentes, si es que conocieron la primera traducción de la novela antes que la película) y tal vez ese gesto condicione en demasía la trama y sea lo que le impida mostrar más creatividad.

Y conociendo la capacidad sorpresiva del k-noir hay esperanza de poder descubrir aptitudes a esta autora que permitan disfrutar más ampliamente de su obra.

Habrá que seguirla y poderle leer una novela más propia para confirmar las expectativas.

domingo, 21 de marzo de 2021

Las reglas de la cabra de Francisco Veiga

Si hay una certeza respecto a la cabra es que no se sabe cómo reaccionará, de si saltará a un lado u al otro, si embestirá o se alejará. Salvo que esté muerta.

En Kazajistán practican un juego, dudo que se le pueda llamar deporte, cuyas reglas son que no se rige por regla alguna y que consiste en que varios jinetes se enfrenten violentamente, todos contra todos, para hacerse con un despojo de cabra, sin cabeza ni extremidades. Se juegan la vida por algo sin valor alguno.

A veces los servicios de espionaje también se juegan la vida por un despojo de cabra: por una sospecha, por una pista, por un chivatazo, por un señuelo. Pero ningún detalle puede dejarse de lado por negligencia.

Con el independentismo catalán a los servicios de inteligencia españoles les crecieron los enanos. Múltiples filtraciones apuntaban al intervencionismo de terceros países a favor o en contra. Declaraciones del presidente Puigdemont en sus intervenciones públicas tienden a suscitar apoyos y rechazo a partes iguales. Y al ser mediático comporta que cualquier gesto tenga inmediata y amplificada repercusión,

De ahí que cuando se produce el asesinato del ocupante del asiento posterior de un coche, a menudo empleado por Puigdemont, en Bruselas, se disparen todas las alarmas. ¿Un atentado? ¿Víctima equivocada? ¿Quién? ¿Un lobo solitario o una célula organizada? ¿Por qué? Y los servicios de inteligencia se cuelgan al teléfono y movilizan a sus efectivos para esclarecer el hecho y evaluar un control de riesgos.

A partir de ahí, eso solo es el comienzo, se va desplegando, con aparente desorden, una trama tan compleja como hipnótica; donde la sorpresa, por tan potente inicio, se ve superada por el desconcierto por lo que viene a continuación y por un interés, clara y hábilmente inducido por el autor, para ponernos en la piel de esos activos e introducirnos en ese mundo cabalístico donde habitan los servicios de espionaje.

La trama, perturbadora, tiene una enorme complejidad y requiere de una lectura pausada para no naufragar entre siglas, acrónimos, nombres en clave, reglamentos y protocolos. Llegar a la orilla supone una enorme satisfacción.

Si entrar en un laberinto ya resulta de por si complicado y angustioso imagínense hacerlo con los ojos vendados que es lo que nos pide el autor, aunque promete estar ahí para echarnos una mano y, eso sí, conducirnos a la salida dando conclusión y explicación, hasta donde es posible, a todas las subtramas, incluido el porqué del título, que conforman el argumento.

Las acciones de espionaje responden a la salvaguarda del bien del Estado que las impulsa. Y no todas las preguntas obtienen respuesta; hay que conformarse con obedecer las órdenes emanadas por estamentos superiores.

De ahí que tanto secretismo precise contrapesarse. Y por eso los instantes en que se da rienda a las pasiones, humanas, estas se vivan con la intensidad de lo que puediera ser la última vez. Así sucede con el amor. Las personas dedicadas al espionaje son espías y personas. Y si bien está clara la línea que separa lealtad de traición, no sucede lo mismo con la que separa un encuentro amoroso del amor.

Y en la novela se tratan esas situaciones y mucho más que no hay que revelar ya que parte del placer es irlo descubriendo en la forma que lo ha previsto su autor.

Lamentablemente su lectura exigente no la hace accesible a todos los públicos pero quienes consigan superar los recelos y avancen se encontraran con una historia con un tono narrativo tan verosímil y convincente que constantemente favorece la duda de si se está leyendo ficción o una suerte de docudrama.

Y es que Francisco Veiga, en este sentido, escribe para informar, alertar, despistar y entretener.

Estamos ante la segunda entrega, que conforma una serie que se inició con Ciudad para ser herida, ya hay una tercera en proyecto, y que hay que adscribir al género de novelas de espías realista, con ningún parecido a lo que ofrecen los canales en streaming de televisión.