Está claro que la maldad forma parte del ADN de los humanos pero también que no se desarrolla ni manifiesta en todos. Por suerte serían solo unos pocos los elegidos para experimentar sus emociones. Por suerte para los demás, porqué si fueran muchos la raza humana desaparecería sin remisión.
La psicopatía nos rodea, está
presente en el vecindario, en las tiendas donde se va a comprar, los bares
donde se va a beber y los restaurantes donde se come. En el trabajo tal vez sea
donde es más fácil de apreciar pero no de demostrar.
Asoma en la tierna infancia y el
primer lugar donde se manifiesta es en el ámbito de la enseñanza. Ya en la
guardería, aunque no sea aún apreciable o detectable de forma inequívoca, y
después en primaria y en la adolescencia florece en toda su malignidad.
A Elsa la están matando ante
nuestra atónita mirada y nuestra mente bloqueada. La están matando con saña y
no podemos hacer nada para evitarlo. Solo apretar los dientes y pasar página en
la lectura para avanzar en el descubrimiento del culpable y hacerle pagar por
ello.
Pero no va a resultar fácil.
Las relaciones humanas son complejas y como decía Agatha Christie en boca de
Poirot, todas las personas esconden algo.
El instituto donde estudia, o
mejor estudiaba pues ya está inevitablemente muerta, va a revolucionarse: una
alumna sobradamente conocida no puede dejar de existir sin que el mundo
cotidiano no sufra una alteración en su metódico girar.
La policía, encabezada por el
inspector Agustín Castro, va a hacer tantas horas como haga falta para
descubrir quién y porqué. Igual que va a hacer la prensa, con Olivia Marassa al
frente. Unos y otros con intereses distintos pero con un mismo fin.
Leticia Sierra, que nos deslumbrara con su anterior novela negra Animal, en Maldad se atreve a bucear por aguas donde la pederastia, el bullying, el maltrato familiar y el egoísmo extremo son los depredadores a quienes temer en esa jungla humana que se llama sociedad.
En la autora destaca su empleo
del lenguaje y su facilidad para hilvanar la trama. El ritmo a ritmo constante,
ni apresurado ni tampoco da tiempo en los entreactos para relajarse. La tensión
se va convirtiendo en compañía durante la lectura y en lugar de querer alejarla
hay que asirse a ella como a una dependencia.
Terribles y despreciables todas las maldades tratadas en el argumento, ¡pero que bien enfocadas! ¡que bien llevada la
investigación policial en todos los frentes y que magnifico final!. No dejen de
leerla.