Nikki Griffin es la anti-heroína más parecida a una heroína que exista. Joven, guapa, fuerte con un cuerpo envidiable por mujeres y deseado por hombres, cariñosa cuando le apetece y con quien lo necesita y dura con quien lo merece, inteligente, culta, emprendedora…
Regenta, con su socia Jess,
una librería de libros de segunda mano que siempre está concurrida, y con
clientela fija, y como negocio no va mal; y ejerce como detective privada más
como misión en la vida que como profesión con fines lucrativos.
Sus clientes suelen tener el
perfil de mujeres maltratadas, por eso cuando un alto ejecutivo de una empresa
de tecnología punta la contrata para el seguimiento una empleada que podría
estar filtrando información se huele que no le está contando toda la verdad,
pero ante un anticipo de 20.000 dólares, aunque el dinero no sea una necesidad,
es difícil resistirse.
El seguimiento demuestra que
no hay perseguido sin perseguidor y Nikki pronto se dará cuenta de lo fácil que
es pasar de cazador a objetivo.
Y si su vida profesional está
doblemente cubierta y sobrada de emociones que dejan marcas en la cara, su vida
familiar y su vida amorosa presentan agujeros e insuficiencias afectivas como
para satisfacer una tesis sobre el comportamiento ante la culpa y el miedo al
rechazo.
Un episodio traumático en su
pubertad y la necesidad de afrontarlo y superarlo la ha encaminado a dedicarse
a ayudar a quienes por ser buenas personas resultan débiles en una sociedad
patriarcal donde los hombres se cubren unos a otros.
Nikki es la voz de quienes
tienen miedo a hablar en voz alta, la de las mujeres que no pueden huir por
estar atadas por una cadena invisible que las mantiene sumisas e incapaces de
moverse como liebres deslumbradas por los faros de un coche.
Su radio de acción lo
conforman las poblaciones que envuelven San Francisco en época presente, aunque
su aversión al móvil pueda suponer lo contrario, y tiene su punto de mira en la
tecnología intrusiva en la vida de las personas.
Si les gusta Kinsey Millhone,
la detective privada fruto de la imaginación de Sue Grafton, les va a encantar
Nikki Griffin, una versión 2.0 de la anterior.
En la novela de S. A. Lelchuck hay más violencia, menos concesiones a la lírica, más tecnología, distinto espacio temporal, cambia la familia y los amigos, pero funciona bajo las mismas premisas en las que se mueve Kinsey: ubicación y ambiente californiano, parecido ritmo narrativo y despliegue de dosis de tensión, sociabilidad, feminismo, sexo y humor.
Una novela que se lee incluso
yendo de acompañante en la Aprilia roja de Nikki, aunque no se el mejor lugar para leer, pero
es que una vez empezada la urgencia por terminarla no concede tregua, ni que
sea solo por un momento.
Si leen Sálvame de los hombres peligrosos, aunque la cubierta sea cualquier cosa menos atrayente, este thriller policiaco
humanista con apuntes conspiranoides, pedirán para ya la traducción de la
segunda entrega, ¿aún no está?