Leer thriller de espías es un
clásico al que no se debe renunciar y si se tropiezan con la serie
protagonizada por el, aparentemente, indolente, abandonado y maleducado Jackson
Lamb, escrita por Mick Herron, no dejen de leerla.
La Ciénaga es un edificio tan
deprimente y anodino como la gente que se da cita en su interior. Tan falto de
cuidados y atención, como necesitados de lo mismo están sus residentes. Un
edificio del gobierno; uno de los que no son del dominio público.
Jackson Lamb tiene a su cargo
La Ciénaga, el edificio donde trabajan agentes secretos marginados. Currículos manchados
que se dedican a hacer trabajo administrativo, aburrido y desmotivador.
Resulta más barato hastiarlos
para forzar su dimisión que despedirlos, de ahí que su cubícular zona de trabajo
sea gris e insulsa a juego con sus tareas.
Todos añoran los tiempos de
trabajo activo, de campo, cuando trabajaban en misiones y no en recados. Todos
ansían volver a Regent’s Park pero aquello es el hipódromo. Allí es donde se
corren carreras de verdad, mientras que La Ciénaga es la cuadra donde se
recluyen los caballos lentos.
Pero nunca hay que
menospreciar el pundonor de un agente relegado: puede no estar en primera línea
pero eso no significa que no mantenga intactas sus habilidades ni que haya olvidado
sus prácticas.
Los inquilinos de La Ciénaga van a tener la oportunidad de demostrar sus aptitudes en un caso inesperado y con más trascendencia que la sospechada inicialmente.
Mick Herron se
aleja del prototipo James Bond y de los antihéroes de Graham Green o John Le
Carré para crear unos propios y distintos. Sus personajes son lobos solitarios,
caballos lentos, pero son agentes comprometidos y entusiastas.
Caballos Lentos es un purasangre en las
caballerizas de las novelas de espías.
Esta novela es la primera de
una serie que ya lleva cuatro títulos traducidos y saber que hay más para leer
reconforta y tranquiliza. Si son de este subgénero, empiecen ya con la primera
y no se arrepentirán.