domingo, 1 de mayo de 2016

En el nombre del cerdo de Pablo Tusset

Cuando el cuerpo de una mujer descuartizada es hallado en un matadero rural de cerdos, el comisario Pujol encuentra a través de la investigación, sorpendentemente y sin buscarlo ni pretenderlo, un nuevo sentido a su vida. Sexagenario, felizmente casado y en puertas de su jubilación descubre un yo joven y atrevido en su interior que le hace conectar, libre de prejuicios, con el mundo actual.

La trama policial, brillante en su inicio, pronto se diluye en narrativa costumbrista urbana y rural, con individuos asociales y otros más gregarios, que está, por momentos, muy bien descrita pero que nada o poca relación tiene con la zanahoria que nos habían mostrado y que acaba fatigando al lector que había entrado a por negro y le está saliendo rosa palo y además descolorido.

Difícil clasificar la novela En el nombre del cerdo que parece no tener claro a donde va ni porqué y que supone enredar al lector en una madeja con varios personajes principales en lugares dispares y con hilos argumentales independientes aunque se acaben cruzando porque alguna coherencia hay que darle al argumento.

Hay énfasis en las peculiares relaciones personales de todos y cada uno de los protagonistas ya que la novela se sostiene con estos caracteres de personajes solitarios que arrastran su compleja psicología como quien lleva una pesada mochila de la que no puede deshacerse. Y hay poesía con mensaje esotérico incluído de esos que abundan en los thrillers históricos.

Claro que para ello el autor recurre a forzar situaciones, ya que si no sería difícil encontrar tanta diversidad en unos espacios tan reducidos, y con ello acaba trampeando al lector, sobre todo con T (el protagonista de la segunda subtrama principal; la primera corre a cargo del Comisario Pujol) ya que solo presentándolo como un Maverick desatado podría justificarse o entenderse su comportamiento.

La novela se estructura en capítulos agrupados bajo tres epígrafes alternos: el paraíso (cuando la acción transcurre en New York), el mundo (cuando es Barcelona el lugar elegido) y el infierno (cuando es el pueblo de Horlá el protagonista) y eso a partir del cuadro de El Bosco, El Jardín de las Delicias, tríptico conformado con esos escenarios (aunque su mejor parte y la menos conocida sean las tapas).

La analogía debería responder a alguna razón más allá de la pueril y evidente de los tres escenarios pero el escritor, al igual que el pintor, nos la ha querido hurtar y dejarnos libertad de pensamiento.

Tanta libertad como que deja hilos del argumento al aire (algunos claman al cielo y sea olvido o pasotismo o intencionado es una clara falta de consideración al lector), otros los corta por lo sano sin importar cuan largos eran y si venían desde el principio o habían surgido en algún cruce y otros los anuda deprisa y corriendo conformando una obra que a quien solo satisfará plenamente es al autor.

Y así el resultado es una novela difícilmente asimilable como negra o policial, un experimento de escritura libre y creativa con poca incidencia en la parte manifiestamente criminal y más en la supuesta maldad que anida en cada uno y cuya lectura es como la interpretación del citado tríptico: con muchas escenas, y entre ellas abundan, para el profano, más las inconexas e incomprensibles que las justificadas o de evidente significado.


Pablo Tusset ha mezclado técnicas y recursos literarios en su parte formal, nada extraño visto su antecedente literario Lo mejor que le puede pasar a un cruasán y, heterodoxo como es, lo demuestra con una trama donde enlaza sentimientos y emociones, incluso se permite un irónico cameo pero prefiero un cruasán antes que esta novela. 

martes, 26 de abril de 2016

Let it be de J. E. Álamo

Sólo se debería morir una vez
A ritmo de Beatles y en especial de las canciones de John Lennon transcurre el segundo caso policial del detective Tom Z. Stone.

En esta ocasión Tom no tiene mucho tiempo para recrearse en los detalles, urge resolverlo para tener alguna oportunidad de salvarse a si mismo ya que la Ley de Decaimiento, esa ley biológica que determina que todos los reanimados vuelven a morir, esta vez definitivamente, en una plazo no superior a los cuatro años desde su resurrección le está mordiendo los talones.

Let it be supone para él esa luz que brilla en la oscuridad y que le dice que aún ha esperanza.

Tom debe encontrar al hijo desaparecido de un predicador, una oveja descarriada de la congregación a ojos de su padre y en su búsqueda va a comprender que nunca había entendido el verdadero significado de la palabra peligro hasta ese momento.

Hay una nueva droga en el mercado llamada Lázaro, nombre que claramente define su función y su posible relación con el caso obliga a Tom Z Stone a ser muy cuidadoso atendiendo los barrios marginales por donde debe moverse, dando lugar a una serie de giros argumentales que generan situaciones absolutamente deliciosas.

A Tom le impone este caso el comisario Garrido que él nunca hubiera elegido ni aceptado pero que no tiene más remedio que tragar. Como tampoco puede decir ni mu al, impuesto por decreto, compañero más insospechadamente pausible con el que llevar a cabo una investigación, ni más ni menos que El Sanguinario.

Ambas imposiciones destapan su vena más irónica y por ello sus diálogos son más corrosivos que el ácido y más cortantes que un folio guillotinado al bies; cierto que saberse cerca de la muerte también ayuda a desarrollar ese humor tan y tan negro que se respira en cada párrafo y que hace que nos caiga escandalosamente bien.

En la trama hay acción que destapa agresiva violencia diversa y sanguínea. No hay cuartel en la lucha que enfrenta a bandas de mafiosos por la propiedad de barrios; no hay cuartel para policías corruptos y tampoco la hay para los que han perdido el temor de Dios en esos días convulsos y menos lo hay para alguien que intenta interponerse y separarte del amor de tu vida.

Cada cual con sus razones y la violencia en cada uno para argumentarlas.

Los personajes secundarios, algunos repiten de la entrega anterior, son especialmente adecuados a cada situación y resultan muy motivadores para mantener el ritmo de la trama y asegurar tensión constante que impide cerrar la novela.

J. E. Álamo escribe con buen oficio. Sus diálogos se ajustan al estereotipo que se espera de un duro detective privado y que tenemos fresco en el recuerdo gracias a Philip Marlowe o Sam Spade por ejemplo pero los conforma en un entorno adaptado a los tiempos en que se desarrolla la acción y a las peculiares circunstancias que toca vivir, o morir según se esté en un lado u otro del efecto, que hace que su estilo narrativo sea muy personal y muy estimulante intelectualmente hablando.

Estilo que persiste, igual que con su novela anterior, incrustando micro historias entre capítulos como crónicas de sociedad y flashes informativos que permite conocer más sobre los Z y su forma de entender esta nueva vida que les toca vivir. Hay ahí un esfuerzo por construir todo un universo que se agradece por como enriquece la lectura y aporta valor al contexto.

Conseguir aunar al género negro, al Z y al de humor sin que ninguno de los tres sea ridiculizado y satisfacer a sus respectivos públicos no es algo que esté al alcance de cualquiera.

Su detective Tom Z Stone está configurándose como todo un personaje destinado a ser un clásico y hay que desearle que consiga alargar su particular vida para seguir dando a los lectores muchas alegrías.

Si aún no han leído la primera novela de esta serie, titulada Tom Z Stone, no deberían retrasar más su lectura, es fascinante, y luego sigan con esta segunda, es adictiva. Y no se extrañen si les parece ver a un Z por la calle: van a creer que existen de verdad. Casi van a desearlo.

domingo, 24 de abril de 2016

Mar de plástico

Mar de plástico donde solo flotan
el odio y la envidia
Mar de plástico es una serie española de televisión policial que entremezcla clasismo, racismo, xenofobia, machismo y envidia. Una envidia de los que nada tienen hacia los que algo poseen y una envidia de los que tienen hacia los que tienen más.

Está ubicada en los invernaderos hortícolas y frutícolas de Campoamargo en Almería donde no solo se levantan frutas y verduras sino que también germinan y crecen otro tipo de sentimientos ominosos e ideas peregrinas que al mezclarse con el sofocante calor y el irritante polvo de los caminos conlleva una mezcla muy inflamable.

Mar de plástico tiene su punto de partida en la desaparición de la joven Ainhoa hija de la alcadesa de la localidad justo el día en que Héctor Aguirre (interpretado por el actor Rodolfo Sánchez) héroe de guerra y ahora sargento de la Guardia Civil llega destinado para hacerse cargo de la Policía Judicial. Su estreno no podría ser más apoteósico.

La serie se presenta como un clásico whudunit y alguien del pueblo, alguien además conocido de Ainhoa, ha de ser el asesino.

Poco a poco van a ir desfilando los personajes principales que, como no podía ser de otra manera, todos tienen algo que esconder y todos guardan recelos entre sí. La serie se sustenta en las personalidades de cada uno y les conforma un pasado y unos intereses que eviten que el telespectador pueda descartar a ninguno de ellos y en cambio no sospeche de quien si debería.

Bajo una atmósfera asfixiante y con peleas y rencillas entre los inmigrantes de distintos orígenes y entre estos y los habitantes del pueblo, y entre los propios habitantes del pueblo con los gitanos, el mosaico de plásticos se va pareciendo a un mosaico de violencia que busca bajo la coartada del odio desplegar las propias frustraciones.

El mar de plástico se extiende como un océano
Como otras series de Atresmedia el metraje por capítulo, que suelen sobrepasar los setenta minutos, resulta excesivo así como el número de estos, trece, rellenos de tiempos muertos que se intercalan entre escenas de acción y que lejos de aumentar la tensión consiguen disminuir el interés. Hay largos planos llenos de aburrimiento y otros que repiten el mismo mensaje una y otra y otra vez.

Por lo demás hay algunas, pocas, interpretaciones dignas de mención y mucha cara de palo que no trasluce emoción alguna. Además ¿tanto les cuesta a los actores vocalizar? Hablan casi con la boca cerrada y resulta dificultoso entenderlos.

Con el descubrimiento del culpable la serie concluye su recorrido polvoriento y sudoroso y abre las puertas a una segunda temporada al finalizar el último capítulo con un descubrimiento espeluznante.

miércoles, 20 de abril de 2016

El ángel y el infierno de Lena Svensson

El ángel y el infierno es la tercera entrega de los casos protagonizados por Greta Lindberg, la propietaria de la Librería Némesis del pueblo sueco de Mora, que actúa en connivencia con el departamento de policia local, dirigido por su padre el comisario Karl Lindberg, en el esclarecimiento de delitos a pesar de la oposición de su padre empeñado en que rebaje a la condición de pasatiempo algo que resulta muy arriesgado.

En esta ocasión el caso se inicia con un accidente automovilístico en el que un coche sale de la carretera y se incendia al caer por un precipicio calcinando a su ocupante. La rutinaria investigación descubre que bien podría ser intencionado y por tanto estar ante un homicidio o peor aún: un asesinato premeditado.

Una vez descubierta la identidad de la víctima las sospechas se centran en las personas de su entorno familiar y profesional y el desarrollo del argumento es del más puro estilo whodonit al que ya nos tiene acostumbrados la autora y de la que la protagonista Greta Lindberg es especialmente diestra al ser una amante confesa de las novelas y los protagonistas de los casos de Agatha Christie.

Greta, casi contra todo y contra todos como en ella es habitual, da pábulo a sus intuiciones y va encajando hechos con suposiciones y no duda en poner en riesgo su vida si con ello puede descubrir la verdad.

Una verdad que se presenta escondida en una hábil presentación de tramas secundarias que consiguen despistar y captar la atención por conocer el desenlace.

Si bien en El ángel y el infierno la trama policiaca está bien hilvanada, en la línea de las dos anteriores, a la novela se le echa en falta la ausencia de tensión. Los hechos, las pesquisas, las deducciones, se van presentando sin apasionamiento, como los hitos kilométricos que van apareciendo por la carretera a medida que se avanza en la conducción mientras que los encuentros amorosos van ganando protagonismo y resultan más incendiarios que el provocado en el accidente.

La tensión se ha guardado para el desenlace y la pasión se ha invertido en las evoluciones amorosas de las tres! parejas que se conforman y dos de ellas se consolidan viniendo de la novela anterior. El romance y el erotismo han usurpado el puesto al policial como nos temíamos aventurar después de leer la segunda novela y despista la atención en la lectura aunque no confunde la intención final.

No es que una novela policiaca o negra no pueda tener romances, amoríos, sexo y pasión de forma sana (no todo ha de ser forzado por violadores, pederastas, abusadores y psicópatas que solo alcanzan placer a través del dolor y la muerte de sus víctimas) pero conseguir un argumento que consiga el equilibrio entre la trama policiaca y la de novela romántica y que lo plasme la escritura dando el énfasis y peso adecuado es delicado. Y si el peso de la narración lo lleva una chica es inevitable que la serie acabe derivando hacia género chiclit y abrace un segmento de público más generalista y menos exigente en el aspecto policial.

Lena Svensson, recuerden que es el seudónimo nórdico de una escritora argentina, anda por la cuerda floja con ese particular maridaje y tal vez en la cuarta entrega, siempre hay que ser optimista, y con Greta y el teniente Mikael Stavic más asentados, la trama policial tenga más chance. De hecho ya está escrita y lleva por título La mariposa y la araña; habrá que darle una oportunidad.

Pongan música a la lectura escuchando Torn de Evergrey, que es su tono de móvil y que es lo que sonaba de fondo la primera vez que Greta y Mikael hicieron el amor.

Sin salir del blog pueden leer las reseñas de las dos primeras novelas de esta serie:

  1. La redención y la muerte
  2. El cazador y la presa

domingo, 17 de abril de 2016

Custer de Carlos Trillo y Jordi Bernet

Hacer un seguimiento online de vida ajena las 24 horas del día a través de televisión es algo que hoy no sorprende a nadie pero cuando este cómic se editó en 1985 resultaba cuando menos insospechado y curioso: La vida de Truman aún necesitaría años para aparecer y no digamos Gran Hermano.

Insospechado suponer que el morbo pudiera generar tanta audiencia y tantos beneficios económicos para la cadena emisora y curioso ver como los telespectadores comparan su vida con la de los otros y les desean desgracias para consolarse ante el dolor ajeno.

Claro que Custer no es alguien corriente. Custer es una joven guapa, sensual  y decidida que vive una vida azarosa en una sociedad distópica en la que convivir con la violencia y la muerte no es nada excepcional.

Custer se arrepiente de mostrarse en cuerpo y mente a los ojos de mirones ávidos solo de situaciones escabrosas emitidas en prime time y maldice el día que vendió su alma a la cadena de televisión CMB a cambio de dinero. Pero ya no es tiempo de lamentaciones si acaso de salir lo mejor parado que se pueda.

El cómic se estructura en 8 capítulos cortos a modo de episodios televisivos, algunos con línea argumental continuista y en ellos se muestran acciones de la vida de la protagonista a la par que conocemos sus pensamientos y sus deseos más íntimos; y todo con tintes de novela negra con violencia y sexo.

Las acciones transcurren en un entorno que homenajea al cine negro americano más logrado al que le añaden humor a su inherente ironía y erotismo y sexo sin tapujos; algo que el cine nunca pudo mostrar.

1. Llegada a Alphaville
2. Peripecia en Metropolis
3. Confidencia en Fat City
4. Jadeos en el Barrio Chino
5. Rebelión en Dark City
6. ¿Acaso no matan a los caballos en La Ciudad Desnuda?
7. Final en Sunset Boulevard
8. Epílogo en La Fábrica de Sueños

Carlos Trillo es el guionista de esta historia: mordaz, irónico, visionario y crítico con todo lo que deshumaniza al género humano y poco más se puede decir: quienes conozcan el mundo del cómic saben que hablamos de uno de los grandes y para los neófitos sepan que están ante toda una garantía; y si bien es cierto que estamos ante una de sus obras menores no por ello resulta menos interesante.


Jordi Bernet, el dibujante de Torpedo, emplea solo blanco y negro y consigue con sus efectos de luz que parezca que todo transcurra siempre de noche y con el trazo fino y mucho movimiento en la perspectiva de la viñeta logra equipararse con los encuadres de la cámara que va siguiendo a Custer y  mientras que con esta emplea el dibujo realista para el resto de protagonistas mezcla realismo con caricatura para resaltar actitudes y comportamientos.