lunes, 20 de junio de 2016

Jazzuela: Jazz y Rayuela. Julio Cortázar y Pilar Peyrats

Jazzuela neologismo que fusiona
Jazz y Rayuela
Jazzuela es un conseguido logro de Pilar Peyrats de aunar el inabarcable universo donde, como dos ríos que mezclan sus aguas, coexisten el simbolismo existencialista, melancólico e introvertido, notas sincopadas y a menudo improvisadas de los textos de Julio Cortázar y las composiciones musicales de libre factura de grandes clásicos del jazz encontradas en Rayuela.

Jazzuela es el neologismo que genera Pilar Peyrats a partir de la fusión de Jazz y Rayuela.

En Rayuela se habla de jazz, se escucha jazz, se respira jazz. En Jazzuela, cd de audio con texto, se escucha jazz y se siente jazz.

Hay otras referencias al jazz en otras narraciones y novelas de Julio Cortázar pero Rayuela es jazz; por su estructura, por su contenido y sobre todo por su swing.

Rayuela merece y necesita mucho espacio solo para comentarla imagínense para analizarla. Da para una tesis. Así que ahí queda la referencia solo para relacionarla con el jazz y a este con la novela policíaca en el universo de Cortázar.

De hecho no solo Rayuela sino toda la literatura de Cortázar es jazz. Julio Cortázar procura escribir lo que se le ocurre en función de lo que le sugiere donde está, improvisa, inventa, se adecua a su estado de ánimo del momento y busca e investiga sin saber qué ni porqué, solo por el placer de entusiasmarse y por sentir la fascinación que produce el descubrir.

Notas musicales, notas de texto: todas suenan; lo importante es que haya armonía y todo tenga sentido, aunque sea difícil de apreciar y no esté al alcance más que de unos pocos cronopios. En el jazz el tiempo lo es todo.

Y los músicos de jazz y Julio Cortázar tienen en común que tratan el tiempo de forma no lineal en sus composiciones artísticas, ya sea música o literatura.

Un cronopio es un reloj de sol en el que suenan notas musicales en lugar de señalar horas.

Julio Cortázar
Julio Cortázar admira a Edgar Allan Poe y hay referencia a la novela policial en su obra. Tal vez porqué en su juventud, de los 18 a los 28, leyó todo lo esencial del género llegando a tal punto de erudición que se atrevió con un artículo que tituló Bibliografía Crítica del Género Policial para una revista cuyo primer número nunca llegó a publicarse. Quien sabe si eso hubiera marcado otra evolución en su literatura.

Pero superada esa etapa abandona la lectura de género aunque mantiene la admiración por Poe y su economía de medios. Esa redondez del cuento policial donde hay que rellenar con substancia y primando la brevedad el espacio entre el inicio y el desenlace.

Hay dos narraciones de Cortázar calificables de policíacas: ‘Continuidad de los parques’ del libro Final del juego (1956) y ‘La noche del Mantequilla’ del libro Alguien que anda por ahí (1977)

En ‘La noche del Mantequilla’ la estructura, más de novela negra, responde a cierto clasicismo tópico, aunque en Cortázar esto es paradoja, al emplear temáticas propia del submundo corrupto que une política y boxeo.

Pero es en ’Continuidad de los parques’ donde se muestra toda su capacidad creativa y su transgresión del convencionalismo al romper la barrera entre realidad y ficción.

'Continuidad en los parques' es una brevísima narración que contiene las reglas y la lógica del cuento policíaco pero que presenta un final donde fusiona ficción y realidad en un mismo plano temporal lo que supone una ruptura del razonamiento racional: el personaje de una novela abandona su realidad de ficción para acceder a una metarealidad.

Escalera de Escher
La narración presenta tres realidades que discurren paralelas: la del lector externo del cuento, la del protagonista lector interno de la novela y la de los protagonistas de la novela leída, y que son solo una realidad común, como la cinta de Möbius.

Julio Cortázar consigue el mismo efecto que Escher al entrelazar los planos espaciales en la escalera de Penrose permitiendo estar subiendo y bajando sin cambiar aparentemente de plano.



jueves, 16 de junio de 2016

Operació Judes de Jordi Solé

Este post se publica en bilingüe y al final de la versión en catalán se encuentra la versión en castellano.


En la guerra hi viu la por.
Operació Judes de Jordi Solé

Amb en Pol Vidal no hi ha avorriment possible. Al 1889 varem galopar amb ell i amb Buffalo Bill pels carrers de Barcelona embranzits pel vent de la justícia i el desig de l’amor; al 1915 varem confondre’ns amb les ombres de carrerons tot jugar-nos la vida en naus Industrials sentint la remor nocturna del port torbar-se per trets engegats per espies d’interessos enfrontats a la recerca d’un arma definitiva; y ara, al 1938, amb més anys al damunt dels que voldríem, ens retrobem en plena Guerra Civil i ens cau a les mans un afer calent capaç d’escaldar com aigua bullent.

La vida familiar d’en Pol Vidal s’ha vist sotragejada per les bombes que l’aviació italiana, aliada dels nacionals, no para de descarregar damunt la capital catalana. Està i es sent sol i només la beguda l’ajuda a passar les hores; gairebé no queda res d’aquell periodista agosarat capaç de ficar-se a la gola del llop sense pensar-hi.

Per sort on va haver-hi foc sol quedar brasa i quan rep, simultàniament, un encàrrec d’un altíssim representant del Govern català i la visita d’un antic i volgut amic el pessigolleig de tornar a l’activitat l’impulsa com un ninot amb molla i ja res el pot aturar.

Hi ha hagut l’encobriment d’un assassinat i en Pol Vidal s’ha entossudit en esbrinar-ho tot de cap a peus.

La situació a Barcelona no es millor ni aliena als fronts propers on es lluiten batalles ferotges i on la mort es companyia no desitjada. A ciutat el SIM persegueix quintacolumnistes i qualsevol activitat sospitosa es investigada amb escreix i la culpabilitat té números d’acabar en una cuneta o en una platja.

Leica IIIb amb objectiu de 35mm
La vida i la mort, la pau i la guerra, vistos per l’objectiu d’una càmera Leica que es l’arma que fa servir Robert Capa per explicar al mon aquest conflicte entre la República legalment constituïda i l’exèrcit colpista i que el desequilibri de forces en el territori i dels països aliats decanta cap a un final on no pinta gens be pels primers.

En Jordi Solé, l’autor, un cop més, agafa la Historia i l’explica com si fos un compte i la farceix de fets de ficció que enriqueixen el conjunt aconseguint explicar unes histories a ritme de thriller molt interessants plenes d’intriga y sensibilitat humana.

Tant el context històric on desenvolupa els seus arguments, els escenaris que fa servir, els protagonistes secundaris i fins i tot els objectes descrits els pren de la mateixa realitat i son el resultat d’una laboriosa tasca de documentació que fa que les seves trames siguin absolutament creïbles.

El ritme narratiu es del tot fluid i aconsegueix anar augmentant el suspens en una lectura totalment entregada i altament gratificant.

Les ressenyes en castellà de les dues novel·les anteriors amb en Pol Vidal com protagonista principal accessibles punxant damunt del títol:

1. Barcelona Far-west (en castellano El revólver de Buffalo Bill)


Versión en castellano



En la guerra habita el miedo.
Operació Judes de Jordi Solé

Acompañando a Pol Vidal es imposible aburrirse. En 1889 recorrimos con Buffalo Bill y al galope las calles de Barcelona impulsados por el viento de la justicia i el deseo del amor; en 1915 nos confundíamos con las sombras de callejuelas jugándonos la vida en naves industriales mientras la quietud nocturna del puerto se veía turbada por los disparos de espías con intereses enfrentados por la búsqueda de un arma definitiva; y ahora, en 1938, con más edad de lo que nos gustaría, nos reencontramos en plena Guerra Civil en un momento en que cae en nuestras manos un asunto tan caliente tan peligroso como bañarse en agua hirviendo.

La vida familiar de Pol Vidal se ha visto sacudida por las bombas que la aviación italiana, aliada de los nacionales, no para de lanzar encima de la capital catalana. Pol se encuentra y se siente solo y cuenta con la bebida como única compañía para pasar las horas; prácticamente no queda nada de aquel periodista entusiasta capaz de meterse en la boca del lobo sin titubear.

Por suerte el carbón que ha sido brasa tiene fácil volver a arder y cuando recibe, simultáneamente, una petición de un altísimo representante del Gobierno catalán y la visita de un antiguo y querido amigo siente de nuevo la necesidad de volver a la actividad y revive como muñeco impulsado por un resorte.

Se ha encubierto un asesinato y Pol Vidal va a involucrarse hasta descubrir que motivo hay detrás de tanto misterio.

La situación en Barcelona no es mejor a la de los cercanos frentes donde se libran feroces batallas y donde la muerte es compañera no deseada. En la ciudad, el SIM persigue quintacolumnistas y cualquier actividad sospechosa es investigada con tesón y los culpables tienen números de acabar en una cuneta o en una playa.

Leica IIIb con objetivo angular de 35 mm
La vida y la muerte, la paz y la guerra, vistas a través del objetivo de una cámara Leica que es el arma que emplea Robert Capa para explicar al mundo el conflicto entre la República legalmente constituida y el ejercito golpista y que el desequilibrio de fuerzas en el territorio de los países aliados anticipa un final que no pinta nada bien para los primeros.

Jordi Solé, el autor, una vez más, coge un retazo de nuestra Historia y lo explica como si fuera un cuento, con elementos de ficción que enriquecen el conjunto consiguiendo explicar unas historias a ritmo de thriller muy interesantes llenas de intriga y de sensibilidad humana.

Tanto el contexto histórico donde desarrolla sus argumentos, los escenarios que emplea, los personajes secundarios e inclusos los objetos que describe son tomados de la propia realidad y son el resultado de una laboriosa búsqueda de documentación que posibilita que sus tramas sean absolutamente creíbles.

Su escritura es de ritmo fluido y consigue ir aumentando el suspense en una lectura totalmente entregada y altamente gratificante.

Disponibles las reseñas en castellano de las dos novelas anteriores con Pol Vidal como protagonista principal, pinchando encima del título:

1. Barcelona Far-west (en castellano titulado El revólver de Buffalo Bill)

lunes, 13 de junio de 2016

Imborrable 4

Imborrable temporada 4
Contra todo pronóstico de incluso los más optimistas o los seguidores forofos, que los hay, la serie Imborrable (Unforgetable) culmina su cuarta temporada siendo un misterio que se mantenga a flote en ese océano revuelto de las parrillas televisivas donde las malas críticas y el bajo share de audiencia son como tiburones que devoran sin piedad quienes, caídos en desgracia, chapotean en aguas profundas sin esperanza de arribar a ninguna parte.

Si la tercera temporada ya sobraba, es incomprensible que haya una cuarta; lo es también que de nuevo renueven a casi todos los secundarios, como si fueran el problema, pero sigan manteniendo el talón de Aquiles que suponen tramas mal estructuradas y sin intriga, diálogos vacíos y pretendidos toques sexy del personaje de Carrie Wells, coquetea hasta con las farolas, que lastran la serie como un bloque de cemento en los pies de un nadador.

Su vestuario es repetitivo y hay hasta cierta desgana en sus poses, casi siempre con las manos en los bolsillos, como si nada fuera con ella.

Poppy Montgomery interpreta
a Carrie Wells
Carrie Wells sigue enclaustrada en ese papel con más semejanza a una jovencita de instituto con hormonas revolucionadas que a una profesional del cuerpo de policía. Al Burns, su jefe, se comporta más como un padre que como el eterno enamorado resignado que en el fondo es y la química entre ambos, forzada con calzador, ni es creíble ni despierta pasiones. La serie no acaba de ser sólida por ningún lado. Y por si fuera poco se nos ha ido la forense que era lo mejor del elenco.

Una serie donde hay ahora más presencia de armas y disparos y sangre; han pretendido darle un toque más hard y solo consiguen ridiculizarla aún más. Las poses con pistola en ristre son de foto para ilustrar carpetas o paredes de habitaciones.

Es una lástima ver el hundimiento de un buen punto de partida, tener una detective hiperamnésica traumatizada por el asesinato de su hermana fue bueno en su inicio pero la trama principal se cerró demasiado pronto y mal y desde entonces no ha sabido encontrar una línea evolutiva digna de interés y han apostado fuerte por los protagonistas. Y estos sin un buen guión no pueden hacer nada; y si lo tuvieran, habría que verlo.

Sería de agradecer darle final y digna sepultura y evitarle mayor sufrimiento. Pero el modo como acaba no deja lugar a dudas: intentarán que haya quinta (ni en el final de temporada han podido ser novedosos y han acabado recurriendo a un final tan socorrido y tópico que sería motivo de suspenso en un examen de aspirantes a guionistas).

No pierdan el tiempo viéndola ni aunque fuera para comprobar la veracidad de mis apreciaciones, que ciertas son, y dedíquenlo a visionar otras series que buenas hay.

En este mismo blog, en la sección de series de TV tienen donde para elegir.

jueves, 9 de junio de 2016

Ángulo muerto de Aro Sáinz de la Maza

Novela negra agita conciencias y
tensionadora de principios.
Si El asesino de La Pedrera, la anterior y primera entrega de la serie protagonizada por Milo Malart, tenía estructura y contenido de thriller en El Ángulo Muerto encontramos, en cambio, la esencia de la novela negra contemporánea.

Lo cual viene a decir que su autor, Aro Sáinz de la Maza, sabe escoger el mejor vestuario para nadar en cualquier agua y que es bueno para ello.

Lo verdaderamente importante es que se consigan transmitir sensaciones, que se agiten conciencias, que se sacudan ideas para que caigan las preconcebidas y que se tensionen principios para ver si son sólidos e incuestionables.

Y El Ángulo Muerto es una novela negra de esas. Un largo travelling sobre la desesperación que pone foco en lo que la crisis económica ha desenfocado: personas aisladas porque su cordón umbilical con el entorno se ha cortado y que flotan ingrávidas con las miradas perdidas, familias desestructuradas porque la presión acaba haciendo explotar los contenedores de sentimientos, miedo generalizado a pisar la calle porque para muchos es como entrar en el túnel del terror, y foco también en los que, sin fuerzas ni esperanza, cierran el ciclo de la vida bajo las ruedas del metro y también, claro está, foco en una policía que tampoco se escapa de sufrir el impacto de los recortes.

En la novela, Milo Malart tiene a su cargo investigar el asesinato de una joven universitaria y para hacerlo tendrá que sortear diferentes estados de ánimo que muestran aquellos con los que se topa y que van desde la autocompasión hasta la autocomplacencia. Y tendrá también que gestionar los suyos propios que varían según se relacione con Rebeca, su pareja policial, con su hermano y su cuñada, con su amiga juez o con Tío.

Aunque Milo en esto sea un poco frontón y devuelva la pelota según se la hayan lanzado: blanda por blanda, fuerte por fuerte. No le preocupa como caiga a los demás mientras su integridad esté a salvo y es sincero hasta herir, de aquí que aborde la investigación según su escala de valores aunque esto lo ponga al borde de la indisciplina con sus superiores. Para según que resulta manco de su mano izquierda.

Es una novela oscura y sobria que retrata, cargada de rabia y frustración, los efectos de esa crisis alargada artificialmente para crear un orden nuevo donde los agradecidos temerosos y serviles sean legión y se entierren conceptos como derechos laborales e igualdad de clases. Una crisis capaz de hacer que alguien se lance a comer para no ser comido movido únicamente por la desesperación y el instinto de supervivencia.

Es una novela muy bien llevada y con un título muy bien traído, El Ángulo muerto, esa porción de espacio que por no verla parece que no existe, y que a lo largo del desarrollo de la trama encaja en muchos aspectos. Miguel Ríos lo explicaba muy bien en una de sus interpretaciones más intimistas.


Hay quien elige colocarse en el ángulo muerto para actuar al abrigo de miradas ajenas y hay quien sin estar allí parece que esté ya que resulta invisible a la sociedad: ojos que no ven miseria que no existe. Pero también encontramos ángulos muertos en las relaciones humanas y en el modo de justificar decisiones, todos tenemos nuestro ángulo muerto.

Reseña de la primera novela de la serie El asesino de La Pedrera

domingo, 5 de junio de 2016

Codeflesh de Joe Casey y Charlie Adlard

Un código de barras como máscara.
Codeflesh es un cómic noir de apariencia simple pero con un trasfondo complejo en su planteamiento del uso de la violencia como droga euforizante.

Cameron Daltrey es un agente de fianzas de la condicional que contrata a un cazarecompensas cuando alguno de sus clientes no cumple con las obligaciones de presentarse ante el juez y en consecuencia está en riesgo recuperar el dinero invertido. Hay que localizar al presunto delincuente y reconducirlo al camino legal y soliendo emplear la fuerza bruta como método de convicción más eficaz que la palabra.

El cazarecompensas, que cubre su cabeza con una cutre máscara casera con un código de barras impreso por cara no es otro que el propio Cameron que adopta ese disfraz para no ser reconocido ya que no tiene potestad para ejercer esa tarea desde que un juez se la retirara.

Cuenta con un socio, Staz, simple figurante en el trabajo y en el cómic, para guardar las apariencias y está enamorado de Maddie, una striper, que aún lo está más de él lo que no impide que se pueda hartar de su falta de atención y de sinceridad y dejarlo plantado.

A lo largo de nueve capítulos, en realidad nueve historias autoconclusivas, se va desvelando el carácter del protagonista y el porque de su necesidad vital para involucrarse de lleno en esas peleas: está enganchado al subidón que le proporciona la liberación de adrenalina.

Los argumentos de Joe Casey son bastante simples, que no planos, y la trama sigue un esquema y se resuelve con rapidez: se conoce de un presunto que estando en libertad bajo fianza no se ha presentado ante el juez, Cameron se encasqueta la máscara, lo localiza, la consecuente pelea se lleva las ¾ partes del total de páginas, y una vez capturado hay escaso tiempo para reflexionar sobre las cosas importantes de la vida. Entre ellas que está distanciándose de su novia y si sigue así la perderá.

A pesar de este esquema reiterativo y fácil el cómic consigue atrapar la atención ya sea por el elenco de extravagantes personajes que parecen habitantes de un catálogo de lo sobrenatural por su variedad de súper poderes o bien por la de palos que recibe Cameron que parece poco más que sea él quien tenga súper poderes para poder encajar tales palizas y seguir tan fresco.

Este cómic fue un embrión nacido en el 2000 que no llegó a desarrollarse en su plenitud y de ahí que sepamos poco de las motivaciones de los personajes y de sus inquietudes (incluso del título, de la máscara…) aunque el guionista Joe Casey consiga en muy poco espacio compensar habilidosamente pinceladas psicológicas en una trama con mucho ritmo e intensidad y diálogos ásperos como barba de dos días.

Codeflesh capítulo 1
Charlie Adlard dibuja, despachando el argumento con solvencia, sin ceñirse a estructura alguna de viñetas, adaptándolas según necesidad, y con un dibujo de líneas duras y un empleo del color basado en tintas planas de colores sucios con lo que consigue transmitir esa sensación de abandono y marginación que predomina a lo largo de la serie y hace palpable esos excesos de testosterona del protagonista que incapaz de encauzar su vida sentimental se desfoga con ráfagas de violencia.

Un cómic en la mejor tradición del género negro clásico americano dando juego a un elenco que generalmente está de relleno y ocupa papeles secundarios como agentes de la condicional, cazarecompensas, strippers… y que revisa el concepto de súper poderes sin mallas de colores ni glamour mediático.

Probablemente no figurará en ninguna lista de indispensables pero eso no significa que no sea una obra elogiable y merecedora de atención.


miércoles, 1 de junio de 2016

Las flores no sangran de Alexis Ravelo

Novela negra en 3D
Inicialmente no iba a reseñar esta lectura: ya no me quedan adjetivos para calificar la obra negra de Alexis Ravelo pero no sería justo ni para él ni para el género ni para los lectores ya que novelas excelentes como esta hay pocas y conviene destacarlo.

Las flores no sangran es una oda filosófica a pesar de no tener estructura lírica. Es una novela negra que trasciende esta etiqueta maniqueísta y actualmente más comercial que indicativa, para convertirse en un panegírico del género.

Es una novela de lectura prescrita por once de los diez doctores en novela negra entrevistados, para tener una visión de cómo el género sabe y debe evolucionar. Alexis Ravelo parece estar tocado por los dioses o los alisios, si fuera catalán lo estaría, sin duda alguna, por la tramontana.

En mi reseña anterior sobre La estrategia del pequinés resaltaba el carácter hiperrealista de las obras de este autor por la percepción de parecer más veraces que la propia realidad aun sabiendo que son ficción.

Pero me veo en la obligación de subir un nivel Defcon con este autor y establecer un paralelismo con lo que significó para la animación el evolucionar de un diseño 2D a 3D. Recuerden las series animadas de televisión de Disney y sus películas primerizas y piensen ahora en cualquiera de las que se apoyan en el diseño asistido por ordenador y que emplea tres dimensiones como la película Avatar o Star Wars o El Señor de los Anillos o Juego de Tronos por citar algunos claros ejemplos.

El mismo efecto evolutivo suponen las obras de Alexis Ravelo y en especial Las flores no sangran que es una novela negra 3D. No solo su argumento o sus personajes sino su forma de escribir y de describir y contar la historia que consiguen envolver al lector en un efecto tridimensional. Alexis Ravelo lo hace tan fácil que parece al alcance de cualquiera y así hay tantos escritores estrellados.

Con esta novela no hay lector pasivo, hay lector participativo como lo han sido todos aquellos que han asistido a cualquier obra de teatro de La fura del Baus. ¡Pobrecitos se pensaban que iban a ser espectadores!

Gran Canaria, donde transcurre la acción
El argumento de Las flores no sangran es el de unos granujas de medio pelo Lola, el Marqués, el Salvaje y el Flipao, como esos que empleó Woddy Allen para una de sus películas, que se ven jugando un partido de profesionales siendo un equipo amateur, pasando de dar timos y robos de poca monta a dar un palo gordo como es un secuestro. Y los rivales en esa liga, como el empresario Isidro Padrón, no son primos fáciles de tangar sino enemigos más peligrosos que nadar con un tiburón en una piscina.

La obra tiene comedia, tragedia y absurdo y en cada momento mantiene su tono, su ritmo y su tremendo interés.

No se me ocurre nada más que pueda convencerles de su obligada e imprescindible lectura.

Y si aún no conocen su saga con Eladio Monroy ya están tardando.


domingo, 29 de mayo de 2016

Adam Clarks de Régis Hautière y Antonio Lapone

Un cómic cartoon de mucho nivel
Régis Hautière aprovecha una coyuntura inexistente en época actual, ya que sigue presente el telón de acero y mantiene la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia, para escribir Adam Clarks: un guión inteligente y trepidante de robos y espionaje que haría las delicias de cualquiera de las series televisivas que triunfaron en aquella época como Misión Imposible o Los Vengadores por mencionar tal vez las más conocidas y con las que tiene elementos en común.

Y para ello crea un personaje, Adam Clarks, un cronista de sociedad que usa seudónimo para ocultar su identidad del mismo modo que cuando ejerce de ladrón de guante blanco usa máscara para impedir ser reconocido. Y le hace compartir protagonismo con el rubí De Long Star, con la bella Irina, el programa de carrera espacial y los Servicios Secretos del KGB y de la CIA de las dos súper potencias mundiales.

Adam Clarks con su gusto por el vestir, su percha, aspecto de conquistador, osado y habilidoso ladrón y  perfil de espía tiene un poco de cada uno de los iconos que han cultivado el género, así recuerda, entre otros, a Gary Grant (en cualquier película de Hitchcock) y a Sean Connery (encarnando a Bond, James Bond) y a Tom Cruise (como Ethan Hunt en Misión Imposible) y cae bien desde el primer momento. Entiende la supervivencia como religión y como fiel devoto se ciñe a sus mandamientos sin protestar.

Adam Clarks un ladrón no tiene porque ser
un delincuente
El argumento es presentado por un narrador presencial que sustituye a la voz en off tradicional, con lo que aporta más credibilidad a la historia, en un recurso que sin ser novedoso es cuanto menos casi original por lo poco que ha sido utilizado. El personaje va relatando la trama colándose con apariciones puntuales por las viñetas.

La parte gráfica, por lo que se refiere al dibujo y a la composición evoluciona el Estilo Átomo que, surgido a raíz de la iconografía de la Exposición Universal de Bruselas de 1958, con el Atomium en cabeza, combina diseños de los años 60 con otros más vanguardistas dando lugar a una estética retrofuturista que tan bien casa con el género noir y sobre todo con el glamour atribuido al mundo del espionaje.

Antonio Lapone demuestra un gran conocimiento de la técnica y la emplea para construir unas páginas muy dinámicas con estructura de viñetas estilizada y dibujos de trazo de elegancia minimalista y mucha presencia geométrica, evolucionando brillantemente el estilo que tan bien sirvió para identificar en su momento a Yves Chaland y Serge Clerc entre otros.

El uso del color sorprende desde el primer momento por convertirse claramente en el tercer elemento narrativo por mérito propio, después del guión y del dibujo. Al sobrepasar las viñetas y extenderse por toda la página evita el salto de una viñeta a otra ofreciendo una lectura en continuidad, poniendo la luz en el lugar adecuado en cada momento.

Dibukks mantiene su alto nivel de calidad editando este cómic en cartóne, en un generoso tamaño XL de 24,5 x 32,5 cm y en un más que adecuado acabado en mate. Un cómic para admirar y releer una y otra y otra vez. Una pieza de colección.

New Frontier, jazz-rock  para minorías
La BSO, la señala el propio cómic y es inherente a la esencia del argumento y a su estética general, la conforma la pieza New Frontier. Escúchenlo y disfrútenlo en su video original y vean el guiño a la similitud de los rojos tejados con De Long Star y las referencias a la amenaza nuclear que supuso la guerra fría.

New Frontier del álbum The Nightfly (1982) de Donald Fagen

domingo, 22 de mayo de 2016

Candy City de Alberto López Aroca

Esperando ver pasar el cadáver
de tu enemigo
Candy City es una pequeña ciudad cercana a New York que a principios de 1900 proyecta su crecimiento a partir de una fábrica de caramelos, la Jimmy’s Factory que distribuye su dulce mercancía por diversos estados. Cada noche salen camiones bien cargados, aunque no siempre sea de caramelos, que proporcionan lucrativos beneficios al propietario James McCulloch.

En esa época el auge tiene más de turbio que de limpio. Difícil separar dinero y posición relevante de poder, de corrupción, de violencia, de vileza… fácil en cambio separar gente de bien y miembros de bandas de gángsters.

Jonathan Thompson viene de familia de bien (abuelo juez y padre policía, ambos honestos y respetuosos con la ley) pero acaba trabajando como persona de confianza de James McCulloch, el hombre más poderoso de Candy City y un mafioso sin escrúpulos, que no duda en encargarle los trabajos más delicados que son resueltos diligentemente y a plena satisfacción.

En la novela vamos a ir conociendo los cambios que sufre la ciudad mientras acompañamos a Jonathan que va creciendo en edad y en importancia dentro de la organización mafiosa para la que trabaja junto a su amigo Louie Katzenberg.

La novela es todo un retrato social de la historia criminal de finales del siglo XIX y principios del XX que, con ligeras variantes etnológicas, se manifestó en todos los pueblos y ciudades de los Estados Unidos.

Érase una vez América, tierra de las oportunidades para gente sin escrúpulos, contada por uno de sus directos y principales protagonistas desde el banco de los acusados.

Y lo cuenta tal como lo siente y tal como lo vive y por eso puede parecer crudo pero solo es conciso y puede parecer despiadado pero solo es insensibilidad: servir al patrón supone no cuestionar las ordenes y tomar decisiones significa asumir sus consecuencias.

Sería fácil y tentador comparar autor y obra con, por ejemplo, Jim Thompson o Dashiell Hammet y con 1.280 almas o Cosecha roja, por citar autores y obras sobradamente conocidas por los seguidores del género y de quien Alberto López Aroca, el autor de esta breve pero intensa novela negra que es Candy City, se reconoce deudor.

Pero flaco favor le haríamos porque estaríamos asumiendo que este autor es uno más de muchos cuando lo que sucede es que simplemente la historia ha hecho que naciera y escribiera después que ellos.

Cierto es que Alberto reconoce que con la novela ofrece un homenaje al género y a los autores mencionados, pero su recreación es de tal calidad que merece ser tratada sin comparaciones. Léan y disfruten novela negra americana auténtica escrita desde aquí.

Ilustración página 13
La edición de la novela contiene precisas ilustraciones de Sergio Bleda, dibujante muy conocido en Francia y prácticamente desconocido al sur de los Pirineos y el resultado complementa perfectamente al texto y le da un acabado pulp con todas las de la ley.

Ley que en Candy City no la dictamina la placa ni la toga sino las balas, el cuchillo y las tijeras de podar.

A Alberto López Aroca ya lo conocíamos por su facilidad por recrear la novela policiaca del universo de Sherlock Holmes. Recuerden las reseñas en este mismo blog de Estudio en esmeralda y Los zombis de Crawford pinchando sobre el título.

Visiten su web desde donde vende sus obras directamente.






martes, 10 de mayo de 2016

Cómo defender a un asesino Temporada 1

Serie TV dramatico policial
jurídica
En el mundo de las series televisivas de temática criminal están las que la tratan el delito desde el enfoque policial, las que lo hacen desde el punto de vista del detective privado y las que lo tratan desde el aspecto judicial.

Lejos quedan antecedentes como La ley de los Ángeles pero de esas fuentes han bebido las series que resuelven sus casos en un tribunal y una de ellas es Cómo defender a un asesino, un psicodrama de corte legalista con visos de culebrón.

La serie es de Shonda Rhimes que muchos recordaran por su otra serie de éxito Anatomia de Grey y sigue un patrón similar: mucho enredo, mucho sexo, y mucho, mucho engaño.

Annalise Keating (interpretada por la actriz Viola Davis) es una brillante, carismática, dura y en apariencia despiadada abogada defensora que cuenta con Bonnie Winterbottom (Liza Well) y Frank Delfino (Charlie Weber) en su bufete de letrados, que le profesan una devoción y entrega absoluta.

Su equipo se incrementa incorporando alumnos de 1º de Derecho de la facultad, como becarios sin remuneración, donde también imparte clases en la asignatura que precisamente da nombre a la serie: Cómo defender a un asesino.

Su vivienda, donde convive con su marido Sam Keating, es a la vez despacho profesional donde atender a los clientes y sala de reuniones donde se concentra todo el equipo para los debates, labores de investigación, preparación de los casos e interrogatorios coloquiales.

Con esa ubicación geográfica la serie prescinde prácticamente de exteriores y gran parte de la acción transcurre entre la casa-despacho de Annalise, el aula de la Facultad y la Sala del Tribunal donde se dilucidan las causas penales consiguiendo imprimir un ritmo trepidante, sin dar tregua al espectador.

La serie se estructura a partir de una trama lineal basada en la desaparición de una joven estudiante universitaria residente en el campus y presenta además un caso de defensa criminal auto conclusivo en cada episodio.

Los casos son un muestrario de delitos en los que, para la defensa, nada importa la culpabilidad o no del acusado y solo interesa que no esconda información que pueda servir al fiscal para pillarla en un renuncio.

En los juicios no gana la verdad ni la razón, ganan los argumentos más convincentes. Ganan los letrados más habilidosos, los golpes de efecto, la siembra de cizaña y la lluvia de dudas. Ser inocente o culpable resulta tan irrelevante como ser rubio o moreno ya que un buen abogado con un buen tinte en las manos puede cambiarlo en unos instantes. Triste y descorazonadora moraleja que implica una denuncia clara sobre la hipocresía que gobierna el sistema judicial y sobre la aplicación de la ley.

Protagonistas recurrentes
Los estudiantes protagonistas, dos chicas: Laurel Castillo (interpretada por Karla Souza) y Michaela Pratt (Aja Naomi King) y tres chicos Wes Gibbins (interpretado por Alfred Enoch), Connor Walsh (Jack Falahee) y Asher Millstone (Matt McGorry), tienen personalidades relevantes, marcadamente caricaturescas  y antagónicas y a pesar de sus diferencias sociales y su forma de pensar consiguen conformar un equipo cohesionado que desborda todo tipo de emociones a la primera de cambio.

A lo largo de la temporada se constata una clara evolución de esos jóvenes, van ganando madurez y al final ya no queda ningún resto de la bisoñez inicial.

Todos han cambiado y las relaciones personales entre ellos y con terceros y con el entorno, el sentido que le dan a la vida y el que le otorgan al ejercicio del derecho penal ya no se ven de la misma forma. Enfrentarse a traumas en primera persona y a delitos reales y convivir con ellos no tiene nada que ver con el estudio teórico desde la confortable seguridad del aula y su impacto es visible en su físico, más endurecido, y en su carácter, ahora más decidido.

La serie suministra la información de la trama principal con los hechos ya consumados y los presenta en modo flashback con información incremental y giros cogidos por los pelos para desconcertar y hundir cualquier hipótesis que el espectador hubiera podido elaborar. Además cierra cada capítulo con una imagen sorprendente que persigue la fidelidad de la audiencia, ansiosa por conocer el desenlace.

En las situaciones de mayor tensión el encuadre del plano se vuelve oblicuo para desasosiego del espectador con lo que se busca que este experimente la misma sensación que está viviendo el protagonista.

Por su estructura y su ritmo, aunque con acciones y soluciones tramposas para el espectador, consigue resultar adictiva y la variedad de casos tratados y los distintos registros de sus protagonistas la distinguen de otras series más protocolarias. En esta el delito no solo lo comete el delincuente sino también los que lo defienden e incluso los que lo acusan, aunque en el juzgado ocupe cada cual su lugar.

Seguramente Cómo salir impune de un asesinato, traducción más ajustada al original inglés de How to get away with murder, se acercaría más a la realidad de la serie ya que no solo los acusados que llegan a juicio salen bien librados.

La segunda temporada ya emitiéndose  y la tercera en rodaje.

viernes, 6 de mayo de 2016

Angola de Fabien Nury y Brüno

Angola es el centro penitenciario del Estado de Louisiana del que nadie sale vivo. Angola no pretende la reinserción de quienes delinquieron; pretende su explotación como mano de obra gratis hasta su aniquilación. Angola es donde ha ido a parar Tyler Cross después de ser vendido en el último robo en el que trabajó. Angola es donde debería cumplir veinte años de condena pero el clan siciliano se ha empeñado en que no sean tantos y pretenden matarlo muchísimo antes.

Angola es La Granja porque los presos son el pienso que sirve para engordar a los magnates corruptos que intervienen en la gestión económica de este centro penitenciario.

Y en Angola transcurre esta segunda entrega del heterodoxo Tyler Cross. En un relato crudo con un tempo milimétricamente medido para ir subiendo el clímax y conseguir un desenlace especialmente intenso.

El guión, encarcelado por estar en una prisión, maniobra como puede en el poco espacio que dispone y la inventiva desarrollada para que sintamos esa sensación de claustrofobia al aire libre es demoledora.

El dramatismo de cada viñeta hace palpable el sufrimiento y la desesperación que conviven con cada preso desde la mañana hasta cuando duermen. Sometidos a una dura disciplina y a un trato vejatorio. Sentimientos a los que Tyler Cross parece inmune mientras su mente ejecuta cada movimiento, todo calculado en su estrategia para conseguir lo que se ha propuesto desde que lo atraparan: escapar y vengarse.

Fabien Nury en su línea de poner solo el texto justo ofrece un guión medido y ya se sabe que sus diálogos, de frases cortas y directas, los carga el diablo.

Brüno demuestra su virtuosismo dibujando con esa admirable aparente sencillez de líneas y con la que consigue lanzar contundentes mensajes.

Y Laurence Croix maneja el color con gran habilidad para reforzar no solo los espacios físicos: interiores, zonas de trabajo o paisajes del bayou sino para mostrar que es lo que se siente estando en cada una de esas zonas. Dib-buks no se queda atrás y lo empaqueta todo en una edición con su habitual mimo y gran calidad.

La labor de documentación de los autores (como ya se viera en el primer número: súper exhaustiva) permite no solo dotar al guión y dibujos de referentes que contextualizan perfectamente la historia sino que además son vehículo para canalizar homenajes y guiños que engrandecen la obra presente y a las que hacen referencia.

Esta vez han buceado en películas carcelarias, me vienen a la cabeza escenas sobre todo de Papillon con Steve McQueen, Fuga de Alcatraz con Clint Eastwood y La Leyenda del Indomable con Paul Newman, todas protagonizadas por hombres duros de rostros hieráticos, viviendo situaciones extremas y con un solo objetivo: escapar.

Cubierta original de Angola y cartel del film Hud! 
Y a propósito de Paul Newman otro guiño, uno más de tantos que pueblan las páginas de los cómics de Tyler Cross. La cubierta editada por Dargaud homenajea a la del cartel del film del western Hud!: el más salvaje entre mil. Suponemos que la elección tiene algo que ver con que la temática de Angola y Hud sea de fuerte componente dramático, transcurra en ambiente rural y sus protagonistas sean perdedores.

Tampoco hay que olvidar en el apartado de las referencias a Parker peliculizado y comicanizado a partir de las novelas de Richard Stark (aka Donald Westlake) que sabe mucho de traiciones y de prisiones.

Sin duda alguna Tyler Cross con quien se empatiza inmediatamente pese a su condición de outsider, o precisamente por ella, es ya y con solo dos números publicados un icono y un referente del cómic actual y de la serie negra en especial. Nadie que guste de esa oferta puede dejar de leerlo.

La edición cuenta con un bonus: los dibujos del primer final pensado y que luego fue descartado por el publicado. ¿Cuál prefieren?

Si la primera entrega Río Bravo era muy, muy buena (lean aquí la reseña) esta segunda es mejor.




domingo, 1 de mayo de 2016

En el nombre del cerdo de Pablo Tusset

Cuando el cuerpo de una mujer descuartizada es hallado en un matadero rural de cerdos, el comisario Pujol encuentra a través de la investigación, sorpendentemente y sin buscarlo ni pretenderlo, un nuevo sentido a su vida. Sexagenario, felizmente casado y en puertas de su jubilación descubre un yo joven y atrevido en su interior que le hace conectar, libre de prejuicios, con el mundo actual.

La trama policial, brillante en su inicio, pronto se diluye en narrativa costumbrista urbana y rural, con individuos asociales y otros más gregarios, que está, por momentos, muy bien descrita pero que nada o poca relación tiene con la zanahoria que nos habían mostrado y que acaba fatigando al lector que había entrado a por negro y le está saliendo rosa palo y además descolorido.

Difícil clasificar la novela En el nombre del cerdo que parece no tener claro a donde va ni porqué y que supone enredar al lector en una madeja con varios personajes principales en lugares dispares y con hilos argumentales independientes aunque se acaben cruzando porque alguna coherencia hay que darle al argumento.

Hay énfasis en las peculiares relaciones personales de todos y cada uno de los protagonistas ya que la novela se sostiene con estos caracteres de personajes solitarios que arrastran su compleja psicología como quien lleva una pesada mochila de la que no puede deshacerse. Y hay poesía con mensaje esotérico incluído de esos que abundan en los thrillers históricos.

Claro que para ello el autor recurre a forzar situaciones, ya que si no sería difícil encontrar tanta diversidad en unos espacios tan reducidos, y con ello acaba trampeando al lector, sobre todo con T (el protagonista de la segunda subtrama principal; la primera corre a cargo del Comisario Pujol) ya que solo presentándolo como un Maverick desatado podría justificarse o entenderse su comportamiento.

La novela se estructura en capítulos agrupados bajo tres epígrafes alternos: el paraíso (cuando la acción transcurre en New York), el mundo (cuando es Barcelona el lugar elegido) y el infierno (cuando es el pueblo de Horlá el protagonista) y eso a partir del cuadro de El Bosco, El Jardín de las Delicias, tríptico conformado con esos escenarios (aunque su mejor parte y la menos conocida sean las tapas).

La analogía debería responder a alguna razón más allá de la pueril y evidente de los tres escenarios pero el escritor, al igual que el pintor, nos la ha querido hurtar y dejarnos libertad de pensamiento.

Tanta libertad como que deja hilos del argumento al aire (algunos claman al cielo y sea olvido o pasotismo o intencionado es una clara falta de consideración al lector), otros los corta por lo sano sin importar cuan largos eran y si venían desde el principio o habían surgido en algún cruce y otros los anuda deprisa y corriendo conformando una obra que a quien solo satisfará plenamente es al autor.

Y así el resultado es una novela difícilmente asimilable como negra o policial, un experimento de escritura libre y creativa con poca incidencia en la parte manifiestamente criminal y más en la supuesta maldad que anida en cada uno y cuya lectura es como la interpretación del citado tríptico: con muchas escenas, y entre ellas abundan, para el profano, más las inconexas e incomprensibles que las justificadas o de evidente significado.


Pablo Tusset ha mezclado técnicas y recursos literarios en su parte formal, nada extraño visto su antecedente literario Lo mejor que le puede pasar a un cruasán y, heterodoxo como es, lo demuestra con una trama donde enlaza sentimientos y emociones, incluso se permite un irónico cameo pero prefiero un cruasán antes que esta novela. 

martes, 26 de abril de 2016

Let it be de J. E. Álamo

Sólo se debería morir una vez
A ritmo de Beatles y en especial de las canciones de John Lennon transcurre el segundo caso policial del detective Tom Z. Stone.

En esta ocasión Tom no tiene mucho tiempo para recrearse en los detalles, urge resolverlo para tener alguna oportunidad de salvarse a si mismo ya que la Ley de Decaimiento, esa ley biológica que determina que todos los reanimados vuelven a morir, esta vez definitivamente, en una plazo no superior a los cuatro años desde su resurrección le está mordiendo los talones.

Let it be supone para él esa luz que brilla en la oscuridad y que le dice que aún ha esperanza.

Tom debe encontrar al hijo desaparecido de un predicador, una oveja descarriada de la congregación a ojos de su padre y en su búsqueda va a comprender que nunca había entendido el verdadero significado de la palabra peligro hasta ese momento.

Hay una nueva droga en el mercado llamada Lázaro, nombre que claramente define su función y su posible relación con el caso obliga a Tom Z Stone a ser muy cuidadoso atendiendo los barrios marginales por donde debe moverse, dando lugar a una serie de giros argumentales que generan situaciones absolutamente deliciosas.

A Tom le impone este caso el comisario Garrido que él nunca hubiera elegido ni aceptado pero que no tiene más remedio que tragar. Como tampoco puede decir ni mu al, impuesto por decreto, compañero más insospechadamente pausible con el que llevar a cabo una investigación, ni más ni menos que El Sanguinario.

Ambas imposiciones destapan su vena más irónica y por ello sus diálogos son más corrosivos que el ácido y más cortantes que un folio guillotinado al bies; cierto que saberse cerca de la muerte también ayuda a desarrollar ese humor tan y tan negro que se respira en cada párrafo y que hace que nos caiga escandalosamente bien.

En la trama hay acción que destapa agresiva violencia diversa y sanguínea. No hay cuartel en la lucha que enfrenta a bandas de mafiosos por la propiedad de barrios; no hay cuartel para policías corruptos y tampoco la hay para los que han perdido el temor de Dios en esos días convulsos y menos lo hay para alguien que intenta interponerse y separarte del amor de tu vida.

Cada cual con sus razones y la violencia en cada uno para argumentarlas.

Los personajes secundarios, algunos repiten de la entrega anterior, son especialmente adecuados a cada situación y resultan muy motivadores para mantener el ritmo de la trama y asegurar tensión constante que impide cerrar la novela.

J. E. Álamo escribe con buen oficio. Sus diálogos se ajustan al estereotipo que se espera de un duro detective privado y que tenemos fresco en el recuerdo gracias a Philip Marlowe o Sam Spade por ejemplo pero los conforma en un entorno adaptado a los tiempos en que se desarrolla la acción y a las peculiares circunstancias que toca vivir, o morir según se esté en un lado u otro del efecto, que hace que su estilo narrativo sea muy personal y muy estimulante intelectualmente hablando.

Estilo que persiste, igual que con su novela anterior, incrustando micro historias entre capítulos como crónicas de sociedad y flashes informativos que permite conocer más sobre los Z y su forma de entender esta nueva vida que les toca vivir. Hay ahí un esfuerzo por construir todo un universo que se agradece por como enriquece la lectura y aporta valor al contexto.

Conseguir aunar al género negro, al Z y al de humor sin que ninguno de los tres sea ridiculizado y satisfacer a sus respectivos públicos no es algo que esté al alcance de cualquiera.

Su detective Tom Z Stone está configurándose como todo un personaje destinado a ser un clásico y hay que desearle que consiga alargar su particular vida para seguir dando a los lectores muchas alegrías.

Si aún no han leído la primera novela de esta serie, titulada Tom Z Stone, no deberían retrasar más su lectura, es fascinante, y luego sigan con esta segunda, es adictiva. Y no se extrañen si les parece ver a un Z por la calle: van a creer que existen de verdad. Casi van a desearlo.