domingo, 20 de noviembre de 2016

Happy Valley temporada 2

Happy Valley donde la felicidad consiste
simplemente en no ser infeliz
La serie de televisión Happy Valley mantiene, en su 2ª temporada, su tono oscuro de drama policial tragicómico acreditado en la 1ª temporada y por el que sorprendió y agradó por igual a un sector de la audiencia televisiva desencantada de series, autoproclamadas policiales, más cercanas a chirigota que a realidades punzantes.

Y eso que la serie Happy Valley tiene su punto doméstico, lo que no significa que el hogar sea un refugio para estar a salvo de nada ni de nadie sino solo que en él la maldad habita bajo techo.

Sarah Lancashire en su papel de la sargento Catherine Cawood vuelve a estar impresionante. Su fortaleza se sustenta por la debilidad de quienes le rodean y dependen de ella: su familia, sus vecinos e incluso sus subordinados.

Si ella cede, todo se viene abajo; no puede permitirse ser débil y aún así por momentos se ve desbordada, aparece frágil y su aspecto más humano aflora en lágrimas y gritos. Sus gestos cariñosos son mínimos pero intensos, no puede ir con sutilezas ni puede aceptarlas; la rueda de la vida sigue girando y si se ella se detiene morirá aplastada.

Para entender y disfrutar plenamente de esta temporada es preciso haber visto la primera ya que lo que en ella sucedió es el punto de partida de esta segunda, más tenso si cabe ya que ahora la violencia física mostrada entonces se vuelve psicológica: la fascinante capacidad del psicópata para mostrarse lo suficientemente amable, indefenso e incomprendido como para hipnotizar a los débiles y arrastrarlos al lado oscuro para convertirlos en cómplices o víctimas.

Secundarios de la segunda temporada, todos de primer nivel

Una segunda temporada que pone a la sargento Catherine Cawood, un alarde de matices y registros interpretativos, como sospechosa de una serie de asesinatos en serie; que altera la vida de una vecina ante el temor de una venganza mafiosa; que intenta provocar un cisma en la especial relación con su nieto; que le obliga a ser amablemente inflexible con su hermana Clare; indulgente y tolerante con su hijo; solidaria con prostitutas y desfavorecidos; protectora y comprensiva con la nueva agente y a mantenerse dura y demostrarlo, a pesar de quienes dudan o de lo que sugieran las apariencias sobre la calidad inhumana de Tommy Lee Royce.

Calder Valley en el West Yorkshire sufre una vez la dicotomía que supone enfrentar el significado de su nombre en la serie, Happy Valley y sus verdes prados y calles ordenadas con los terribles asesinatos, trata de blancas y rencillas menores habituales. Una magnifica realización de Sally Wairwright que trabaja ya en la tercera temporada.

Si la serie es de culto para los amantes de las series policiales es porqué no renuncia a ser negra aunque resulte incomoda y su credibilidad se debe a la sencillez con la que extrae del alma de los seres humanos lo bueno y lo malo para exponerlo sin pudor renunciando a dar lecciones morales.

Catherine Cawood y la oveja:
una secuencia para la historia
Olvida la grandilocuencia de los efectos especiales y de las acciones a ritmo de thriller apostando por la cotidianeidad con diálogos y situaciones delirantes que, por momentos, siguen evocando a los Coen y a Tarantino (la secuencia de la oveja: como Catherine la cuenta a su hermana y el desenlace final son de antología).

Los seis episodios de la serie dan la medida justa para poder desarrollar en su plenitud cualquier trama y facilitan el compromiso de la audiencia de serle fiel ya que no se le exige devoción a lo largo de veintitantas semanas más los parones. La calidad de la BBC, con sus producciones que cuidan los detalles al milímetro: guión, dirección, escenarios, protagonistas principales, secundarios recurrentes y los secundarios protagonistas de esta segunda temporada, absolutamente creíbles y perfectamente adaptados… resulta una vez más incontestable y el mejor ejemplo a seguir.

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