Un graffiti deslavazado. |
Tarde,
mal y nunca es una historia negra que al escribirse toma
hechuras de novela negra en el uso más marginal y visceral del género.
Epi no duda en coger un martillo y matar con el a su colega
de farras y trapicheos Hussein al enterarse que se está tirando a su novia
Tiffany. La herramienta es el arma del crimen; los celos, el motivo.
Ya está. Algo que no merece discusión alguna, ni
explicación, ni justificación. La tocas y te mato. No hay reflexión a
consecuencias, no hay razonamiento previo, solo esa cortina translucida frente
a los ojos que enturbia la mirada y la necesidad de vengar el ego herido, la
hombría mancillada.
Y es que con la hombría de según con quien, en según qué
lugares y circunstancias, no se juega. A veces es lo único que se tiene; y no se puede, no se debe perder. Aunque luego pase lo que pase.
Carlos Zanón cuenta la historia de unos protagonistas con una
visión mediatizada por el desengaño y la desesperación hacia eso que algunos
llaman vida y otros malavida.
Una malavida que viven desde las entrañas, porque es ahí donde corroe
el hambre y donde se enquistan los sentimientos no correspondidos y los deseos
insatisfechos, donde se forjan los versos aunque nunca se declamen.
Carlos Zanón |
Carlos
Zanón escribe sobre personas y sus circunstancias, escribe sobre
el entorno y como este influye en las gentes y estas en él. Escribe sobre la
vida y la malavida.
Esa vida que como te pille desprevenido o en el lugar y
momento equivocados te hace girar frenéticamente y sin control como una peonza
decorada con colores de neón que si no te marean igual te dejan ciego.
El resto es gris sucio:
edificios y personas. Ambiciones y realidades. Pasado, presente y futuro. Todo
gris como un poema desesperanzado.
Los protagonistas de Tarde,
mal y nunca son
gente corriente de clase baja baja que tienen en común ser todos perdedores en una partida en la que no
pidieron entrar y de la que no quieren salir.
No son hijos de la crisis, al menos no de esta. En todo
caso nietos o bisnietos de otras anteriores. Son el fruto no recogido del árbol
y que tiende a pudrirse por dejadez. Son los no elegidos.
Una novela dura, negra, una crítica social desde la primera
línea, un graffiti deslavazado, un retrato costumbrista sin edulcorar de barrio bajo, un grito por
sobrevivir a los sueños rotos.