Una cinta de video VHS y se desencadena todo. |
Y de
yesterday es la última novela protagonizada por Kinsey Millhone
escrita por Sue Grafton. Y es la última porque Sue Grafton murió y no pudo
terminar su alfabeto del crimen, alphabet
series. Aquel que empezara en 1982 y del que ha llegado a escribir 25
obras.
Le faltó la Z de la que ya tenía título elegido: Z is for zero, que tenía previsto
escribir en 2018 ya que había anunciado su publicación para 2019, pero la
muerte la sorprendió el 28 de diciembre de 2017.
Inocencia trágica, por el día, De los Santos Inocentes y
tomándole el título prestado a Agatha Christie.
Y de yesterday, Y de ayer, tiene mucho de su título. De
hecho lo tiene todo. El ayer, el pasado vuelve a interferir en el presente. Un
recurso argumental al que la autora había recurrido en varios de sus últimos
títulos.
Y es que mucho de lo que le pasa a la gente tiene que ver
con hechos del pasado. Y es que casi todo es pasado. Fíjense lo breve que es el
presente que no se acaba de pronunciar su nombre y ya es pasado.
Y en el pasado y presente está Kinsey Millhone, la
investigadora privada cuya vida conocemos a partir de los casos en los que
actúa y que ella misma relata. A ella le toca resolver esos asuntos criminales
que generalmente son familiares y hogareños, total Santa Teresa es una
localidad relativamente pequeña.
Como el que le ocupa esta última investigación: un intento
de chantaje con una cinta de video de contenido sexual explícito y condenatorio
que retrotrae otros hechos que culminaron en un homicidio y por el que alguien
cumplió condena y otros no. ¿Venganza? ¿Ajuste de cuentas? ¿Largo brazo
justiciero de quien actúa por libre?
Kinsey va a ver entorpecida su labor por el intrusismo
familiar que quiere que se resuelva el chantaje pero no a cualquier coste, que
no precio, y también por una presencia ominosa de un caso propio anterior que
va a alterarla hasta el punto de tener que recurrir a un arma, algo con lo que
no se siente cómoda pero que conoce y no duda ni de su necesidad ni empleo.
Junto a Kinsey, y como es habitual, revolotea la vida de
Santa Teresa: su amigo y casero Henry, otros conocidos, su recién estrenada prima o
lo que sea, el bar de Rose, otros amigos y otros amantes. Sus sandwich con
pepinillos y manteca de cacahuete, sus carreras diarias de cinco kilómetros,
aunque se haya visto obligada a cambiar el hábito matutino y también el
itinerario, y sus copas de frío chardonnay.
Sue Grafton en BCNegra |
Sue
Grafton llegó a crear un microcosmos lleno de vida, no en vano
dedicó 35 años en mantenerlo y alimentarlo, y por eso sus novelas son más que
casos criminales: son, ciertamente, casos vivenciales con crimen.
La novela no sorprenderá a quienes ya conozcan su obra y su
estilo, y está en línea con las más recientes, con todo lo que esto significa (quienes la hayan seguido sabrán a qué me refiero).
En esta, además, es como si
anticipando el final, no el suyo sino el del alfabeto, se dedicara a poner las
cosas en orden para culminar con una despedida que no fuera un adiós sino un
hasta luego.
Porque aunque Sue Grafton tuviera previsto dejar de narrar
esas vivencias, le sería imposible suprimir ni la localidad ni los personajes
puesto que ambos se han ganado el derecho a seguir con sus cosas y con su vida
aunque ya nadie las escriba y aunque ya no nos llegue noticia alguna.
Si esta noche nos acercásemos y tuviéramos la suerte de
aparcar cerca del garaje reconvertido veríamos a Kinsey, sentada en el porche, ataviada
con su vestido negro multiusos y sosteniendo una copa de dorado chardonnay
mientras huele el aroma de los panecillos recién horneados por Henry y espera
el momento de hincarles el diente. Bon
appetit! y larga vida, amiga.
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