Se nos ha ido Monk, pero siempre nos quedaran las reposiciones.
Monk se ha ido por honestidad (si. Existe, de verdad) en un momento álgido de audiencia. Sus guionistas, directores, productores, cadena de televisión, han decidido acabar con él antes que lo hiciera la repetición y el aburrimiento.
La frescura y comicidad absurda que quisieron imprimir y lo consiguieron podía acabar en cualquier momento y no esperaron un final doloroso e imprevisto y aplicaron una eutanasia piadosa para con los protagonistas, de forma que sus televidentes siempre los pudieran recordar en plena forma y no agonizando en un rincón de la parrilla televisiva.
Adrián Monk, para quienes no lo conozcan o no hayan sido asiduos, tiene un antes y un después del asesinato de su mujer. Antes, un brillante porvenir como policía en San Francisco, después un incierto futuro provocado por el traumatismo sobrevenido a pérdida de su mujer y al pensamiento de que la explosión en el coche en realidad le buscaba a él.
A partir de este momento pasa tres años encerrado en su casa y el desvarío psicológico lo convierte en un compulsivo obsesivo (TOC) lleno de miedos a todo lo que le rodea, ya sean farolas del alumbrado público o, sobretodo, gérmenes microscópicos y lleno de manías y fobias, por ejemplo a que sus calcetines esten perfectamente ordenados al igual que lo esté la comida que aparece servida en el plato.
Poco a poco consigue afrontar, que no superar, sus adicciones con la ayuda de una enfermera que le hace de asistente, le soluciona todo lo concerniente a la intendencia; de terapeuta, le da confianza ante los retos cotidianos, y de colaboradora, ya que ejerce de ayudante en los casos delictivos que se presta a resolver.
Y es que, efectivamente, no ha perdido para nada su habilidad innata para descifrar enigmas y solucionar misterios y ha accedido a convertirse en detective privado y no duda en echar una mano, siempre en casos enredados, a su antiguo jefe de policía que lo considera una mente brillante. Sus singulares razonamientos le permiten establecer conexiones entre pistas y determinar patrones de conducta que ni tan solo un sistema informático sería capaz de identificar.
Monk es más que un personaje de ficción, es una apuesta por una humanidad sensible y se gana las simpatías dentro de la serie y entre los que la siguen. Detrás de ese aparente autismo hay alguien a quien le importa el sufrimiento que sienten los demás puesto que lo conoce muy bien.
En esta época en que parece que para ser relevante en el género interrobang se necesita inventar criminales supersofisticados y asesinatos de escabrosidad nivel 10 sobre 10, Monk da el contrapunto sin excesos, sin FX, solo con guiones que combinan sabiamente los temas de género interrobang con dosis de comicidad que hacen más accesible el personaje.
Original, entretenida, divertida, tierna..., pruébenlo si no me creen. Aunque solo sea por culturilla. Y opinen. En comentarios, como siempre.