Leyéndolo he ido de sorpresa en sorpresa y al ir identificando los distintos secundarios y ver con que hábil justificación iban apareciendo en escena me ha quedado una sonrisa permanente de complicidad en la cara que ni los despropósitos gore de esos seres caníbales casi muertos han podido borrar. Alberto López Aroca es un crossover andante.
He de reconocer que me encantan estas asociaciones de personajes, este cruce en sus andaduras en donde coinciden en un instante para continuar con sus propias aventuras y eso es lo único que se le podría reprochar a la novela: el nivel de erudición requerido para reconocerlos. Pero ni eso, porque el autor muy hábilmente se anticipa a esta posible frustración y ofrece al final de la novela un apéndice de ¡30 páginas! donde ejerce de biógrafo de todo ser que se haya cruzado en algún plano de la trama.
No es una novela: ¡es un divertimento!, en el que el autor debe haber gozado un montón en su maquinación, recreación y escritura y que arrastra consigo al lector en un torbellino disparatado de ¡vamos a disfrutar de pura serie B, y de propina los no vivos de la serie Z!.
Como pelicula sería para palomitas viéndola desde el gallinero. Abucheando a grito pelado cada acción de los zombis y aplaudiendo y silbando las apariciones de los buenos como si fuera la llegada del 7º de caballlería.
A los Holmesianos les va a gustar ya que respeta el lenguaje, la ambientación y el savoir faire de cualquiera de las aventuras originales y no desentona en la secuencia bibliográfica de sus casos, aunque el detective quede a veces eclipsado por la magnitud de la tragedia.
A los amantes de los zombis les va a encantar porque la presencia de estas criaturas es estelar y sus actos están descritos desde una perspectiva diferente a la habitual y a pesar de su pestilencia y peligrosidad hasta nos caen simpáticos aunque perdonarán que no nos acerquemos a acariciarles, ni al perro, sobretodo a ese.
A su autor, Alberto López Aroca hay que reconocerle que si bien no es Doyle y por tanto no es el padre biológico de la criatura, si podría ser perfectamente su padrino; y hay que agradecerle que su gran capacidad para inventar y explicar historias la dedique para deleitarnos.
Y lo bueno es que además de esta tiene más.
Y lo mejor es el ritmo tan in crescendo que llega un momento en que nos podemos esperar que pase cualquier cosa y aguantamos la respiración para justamente alcanzar el clímax en un final digno de traca, fuegos artificiales, aplausos y vítores, es un final, dicho con todo el respeto y con toda la pasión del ferviente animador de los que toman riesgos en el arte, absolutamente d-e-l-i-r-a-n-t-e.
Y si no se lo creen, leánlo y, si sobreviven a los no vivos, ya nos contarán que les ha parecido.