La trama de Uno de los muertos se inicia con muy buen pie y aunque decae un poquito no frustra al lector que una vez entiende que mantener el nivel inicial era tarea de titanes se deja llevar en este viaje cabeceante de un lugar a otro, de una situación a otra en una suerte de ruta de los elefantes literaria.
Tiene un argumento claro que se nutre de una galería de personajes de todos los estratos sociales, de un amplio muestrario de paisajes urbanos, interiores y exteriores, de una experta elección de vinos y comidas en locales ad hoc y con una buena recreación de sueños realizados... pero, ¡otra vez el pero!, a la novela le falta una pizca de literatura para rellenar el guión. Demasiada estructura y poca forma, demasiado esqueleto y poca carne.
Había que rectificarla de sal antes de emplatar y darle más cuerpo a las existentes descripciones de calles, bares y restaurantes; darle más alma a los personajes además de los magníficos diálogos que tiene, acertados y ocurrentes, propios de sitcom televisiva. No en vano es como se gana la vida el autor.
Retorciéndola para conseguir exprimirle a la trama unas gotas argumentales menos previsibles y estaríamos ante una novela casi perfecta, porque de redonda ya lo es. Y ágil y divertida. Y es una buena novela negra nuestra, de Carlos Luria, periodista, guionista y un autor que a poco que se ponga en ello puede darnos muchas alegrías.Bartolomé es uno de los personajes que cuando aparece por la novela la engrandece con ese corazón que tiene y llena las páginas de una humanidad envidiable. Y los Cuentos Cortos de Carbonell merecerían figurar completos en un apéndice al final: me los pido si se editan por separado.
Pueden leerla con la tranquilidad de saber que están ante algo muy digno. Este verano puede ser el momento adecuado, no dejen para mañana lo que puedan leer hoy. Y en la vida elijan ser uno de los vivos, ya que ser Uno de los Muertos no les daría ninguna opción de preguntar por los burdeles de Boston y se quedarían sin saber que significa.
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