El
rostro de la muerte es la segunda novela de Cody McFadyen protagonizada por
Smoky Barret.
La
muerte suele representarse por una silueta oscura cubierta con una túnica con
capucha y sin rostro, solo un agujero de negrura insondable. Nada más lejos de
la realidad. La muerte, la arrebatadora de vidas, siempre tiene rostro, y tiene
nombre y vive y disfruta viendo morir a sus víctimas.
Smoky
Barret, agente del FBI, está de vacaciones en casa, con Bonnie, la pequeña Bonnie, lo más parecido a una hija, y ambas
intentan recuperar el ritmo que supone una vida normal. Esas vidas de anuncio habitadas
de juegos, televisión, compras y comidas caseras y risas. Lo intentan pero si
durante el día lo consiguen, las noches siguen pobladas de pesadillas que solo
se rompen con gritos y ansiedad.
Toda
enfermedad tiene su proceso. Y la suya, aunque sea más del alma que del cuerpo,
que también, no se escapa de seguir el suyo y dejar que el tiempo lime las
aristas de los recuerdos dolorosos que las hacen sangrar y den paso a los
recuerdos de solo lo agradable y conmovedor.
A Smoky
le ayuda a desconectar el fijar la vista en el televisor apagado. Haciendo que
la mirada penetre en la insondable oscuridad que devuelve la pantalla.
Cualquier truco es bueno para conseguir reposar la mente y olvidar los horrores
vividos en propia carne del pasado y los horrores de su trabajo diario. Hay que
aprender a dejar los muertos allí donde se han encontrado y no llevárselos
consigo.
Pero el
sol sigue brillando e iluminando incluso las cosas rotas, la vida continua para
todos y lo hace a su ritmo, con cosas buenas y cosas malas, y con asesinos y
con víctimas, por lo que las vacaciones de Smoky duran menos que un suspiro y
ella y su equipo deben volver al trabajo.
Smoky
tiene una gran suerte con su equipo. Su familia. Con los que mantiene tal
estrecha relación que una simple mirada, un anodino gesto es rápidamente entendido
y ejecutado. Comunión total. Como la que mantiene con las pistolas, para nada
un objeto externo, que son como un apéndice de su cuerpo. Ríanse de Annie
Oakley.
Callie, cariñosa
abreviatura del especial nombre de pila de Calpurnia, es una forense ruda con
el delito y el delincuente, pero un amor en sus relaciones personales, atenta y
siempre dispuesta a echar una mano sin pedir explicaciones e incapaz de
resistirse a los donuts; eso si, más cerrada que una ostra aunque con quien se
abre muestra la perla que lleva dentro. Pelirroja atractiva, madre soltera de
jovencita que ahora ha recuperado su hija y su nieta, por lo que tiene más
razones para luchar.
Allan es
un afro americano gigantesco de cuarenta y algo años que todo lo que tiene de
grande y fuerte lo tiene de paciente y meticuloso, combina una mente brillante
con un cuerpo capaz de soportar los impactos de un defensa de fútbol americano.
Forma una pareja perfecta con Elaina, su esposa, una latina hermosa que
personifica la bondad y que aún superando una terrible enfermedad no piensa en
si misma mientras otros la necesiten.
Con
James se completa el grupo. James es especial, se lleva mal con todo el mundo. No
transmite emociones, su comportamiento resulta exasperante, su actitud despierta
hostilidad y sus comentarios tienen la virtud de irritar a quien los oye; pero
es brillante, con un coeficiente intelectual altísimo y con unos logros académicos
envidiables es capaz de entender como funciona la mente del asesino al que se
enfrenten. Su obsesión de entrar en el FBI se cumplió a los veintiún años: es
su manera de vengar a su hermana asesinada.
El
asesinato sanguinario huele a sangre, Huele a cobre, a metálico. Olido una vez,
olido para siempre. Por eso al entrar a una vivienda donde se ha producido un
asesinato, se puede determinar el grado de ensañamiento o el número de víctimas
solo por como de denso huele el aire. Smoky tiene habilidad para ello, lo que
le facilita la investigación al tiempo que le sienta fatal y cada vez le asquea
más su trabajo. La vivienda de los Kingsley es el escenario esta vez.
Este
nuevo caso tiene mucha sangre y tiene a Sarah, una adolescente, etérea, de
bello rostro de rasgos exóticos y tristes ojos azules, vestida con un blanco
camisón empapado de sangre y con una pistola entre las manos mostrando una
actitud impredecible. ¿Víctima o verdugo?
Este
nuevo caso tiene una terrible historia detrás, tiene un brutal y desastroso presente
y anuncia un futuro donde el dolor va a jugar su baza.
Pero el
futuro no está escrito del todo. Se va escribiendo a medida que el presente se
convierte en pasado. Aún puede haber música.
Cody
McFadyen tensa las fibras nerviosas con su escritura consiguiendo encerrar al
lector/a en una habitación sin ventanas ni puertas. Sin salida y con muy
poquito aire que se va consumiendo muy lentamente.
La primera novela con Smoky como protagonista es El
hombre sombra. En ella se cuenta lo que vivieron y sufrieron Smoky y Bonnie para arrastrar aún tanta pesadilla y tanto temor. Recuérdenla aquí .