martes, 10 de diciembre de 2013

Fargo de Joel y Ethan Coen

Fargo, el magistral film de los hermanos Coen va a convertirse en el 2014 en una serie de televisión, diecisiete años después de su estreno en el cine en 1996.

Esta adaptación para el canal FX sería con rodaje en Canadá y se anuncia como muy fiel a la película. La pregunta surge casi sin pensárselo: ¿era necesario?

Entre lo bueno que tiene el film, que es todo, incluso la presentación de los títulos de crédito, está precisamente su duración: solo 97 minutos. En estos tiempos en que parece querer justificarse el pvp con cantidad (novelas cada vez más abultadas de páginas que no de contenido, películas de más de dos horas con escenas insustanciales alargadas innecesariamente y con la versión del director en su salida en DVD) ¿se puede evolucionar de un film conciso, medido con precisión, hacia una serie de 600 minutos, 10 episodios de 60 minutos, con garantía de calidad?

Conocida es la situación de crisis de las grandes productoras y de como alargan sus éxitos convirtiéndolos en trilogías o canibalizando series de tv o vicerversa, pero estirar Fargo como si fuera una goma elástica puede conllevar el riesgo de que se rompa o se deforme. Creatividad, reto, experimentación con el medio... al parecer incluso en justificaciones ahorran costes.

Claro que también piensan incorporar nuevos personajes y nuevas tramas y subtramas; pero para ello mejor un nuevo guión original y dejar a Fargo que envejezca a su ritmo, ¿no?

Fargo es el título del film que transcurre en Minessota y Dakota del Norte, con un rtimo de acción muy trepidante conseguido admirablemente sin el recurso fácil que supone dar un acelerón por aquí y otro por allá. Su guión es una versión muy libre de unos hechos reales de finales de 1986 que se inician con la desaparición de una hogareña esposa, Helle Crafts, y acaban... muy mal.

Fargo es una película blanca por fuera, manto de nieve y dulce comportamiento familiar de Marge, la embarazadísima policía que lleva a cabo la investigación criminal; y negra, negrísima por dentro: con secuestro, brutales asesinatos e inmisericorde descuartizamiento, todo sin despeinarse.

Todo empieza con las dificultades ecónomicas del gerente de un concesionario de venta de coches usados, Jerry Lundergaard, casado con Jean, y padre de un hijo, Scotty, que decide contratar a un par de ex-convictos, supuestos profesionales, para que secuestren a su mujer y con el dinero del rescate pagarles el trabajo y con lo que sobre poder empezar un negocio propio: la creación de un gran aparcamiento, que se augura próspero e independiente de la tutela de su milonario suegro y jefe actual.

Para su desgracia nada va a salir como estaba previsto y se cumple el axioma pesimista de que si algo empieza mal acaba peor. La torpeza de los delincuentes, que de profesionales no tienen nada: el uno, Gaear, psicópata descerebrado de métodos expeditivos y gatillo fácil y el otro, Carl, teórico cerebro del duo, manojo de nervios e incapaz de controlar los impulsos de su compañero, provoca que la situación degenere en caos.

Empiezan las muertes y los asesinos confían en que estas no se relacionen con el secuestro pero no cuentan con la intuición de Marge y su peculiar forma de llevar una investigación.

Marge
Marge es la xheriff local, una chica de pueblo, con estudios de nivel medio, sensata, honesta, educada e inteligente que no tiene cursillos de Quantico en su currículum pero si grandes dosis de sentido común, practicidad y fijación por los detalles. Con una envidiable capacidad, aún en su estado de más de 8 meses de embarazo, con sus inherentes dolores de espalda, pesadez de piernas, hambre caprichosa y nauseas matutinas, para hacerse cargo de su casa, de su marido y desempeñar su cargo de policía a la perfección.

Cuando Marge se dirige a alguien, ya sea en la conversación que sea, lo hace con cariño y un tono musical que la hace ser la madre que se anuncia; es como si tuviera interiorizada una maestra dirigiendose a niños de poca edad. Lo que acentúa el contraste con su inevitable visión de cadáveres y persecución de violentos, y le da al film el mismo contrapunto que conforma la mezcla de nieve y sangre.

La nieve de Fargo produce el estado de ánimo de paz y sogiego necesarios para estimular el
contraste con la sangre y la violencia. El blanco de la nieve con el rojo de la sangre y con el negro de la violencia. El blanco de la nieve sugiere silencio y cautiva la mirada.

La película mantiene con elegancia el difícil equilibrio entre guión de sangrienta y dura novela negra con el de comedia de humor negro con irrupciones gore sin que el conjunto desmerezca ni se resienta.

La nieve de Fargo inspiró a este blog su nieve perpetua que cae lenta y silenciosamente desde la cabecera en pequeños copos mecidos por una imperceptible brisa

Marge consigue que su sola presencia genere simpatía y sonrisa aún cuando no se ha relajado la piel de gallina de la violenta escena anterior. Suaviza el tono negro del film sin rebajar para nada el nivel de tensión. Algo muy difícil de conseguir.

Rodada de forma fresca y descarada, en un estilo que combina el documental con el cine de autor (los ángulos de los planos son originales y para nada habituales) mantiene una línea de suspense creciente, sin que el film se acelere en ningún momento, que junto con la magnifica interpretación de todos sus protagonistas la han convertido en una cinta de culto. Y merece la reputación.

Inolvidable una vez vista.


Coen Bros.
La ficha técnica de la película se la reparten Ethan y Joel Coen en el guión y dirección; y en los papeles protagonistas están Frances MacDormand (Marge Gunderson), Peter Stormare (Gaear Grimsrud), Steve Buscemi (Carl Showalter), Kristin Rudrud (Jean Lundergaard) y William H. Macy (Jerry Lundergaard); a destacar, por curioso, el cameo de José Feliciano.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

¿Quién mató a Palomino Molero? de Mario Vargas Llosa

¿Qué, Quién mató a Palomino Molero?, a Palomino Molero lo mató el amor.

En Talara, un pueblito de mala muerte es donde fue a morir Palomino Molero, el cholo flaquito de dieciocho años que cantaba boleros con voz de ángel y rasgaba la guitarra como batir de alas.

A Palomino lo mató el amor pero lo destrozaron, ensañándose en su cuerpo y en su alma hasta más allá de lo que nunca se debió, los hombres.

A Palomino lo mató el amor si, pero también el poderío de la piel y la hegemonía de la raza: en esa tierra para un blanco un cholo no vale un chavo.

En el barcito de La Chunga no se habla de otra cosa. Doña Adriana por quien suspira y pierde la razón el Teniente Silva les da a entender como se sienten todos de mal y lo mucho que esperan de la autoridad y la justicia.

El teniente Silva y el guardia Lituma, del cuerpo de la Guardia Civil de Talara, han de resolver el caso del asesinato del cholo Palomino Molero para que no se les solivianten los del pueblo. Todos sospechan que la mano negra viene de la Base Aérea y como que no gustan en el pueblo nadie quiere que se tape al muerto y los culpables se vayan de rositas.

Palomino servía de avionero en la Base Aérea de Talara, a las órdenes del teniente Adolfo Capriata, donde la jurisdicción es de los de dentro y en la que los policías de fuera poco pueden hacer, salvo pedir súplica al coronel Mindreau para que les autorice algunas preguntas. Algo a lo que parece no estar dispuesto; no permite que se cuestione su poderío y autoridad.

Solo con  el tesón y la habilidad del teniente Silva podrán encontrar un resquicio donde investigar pero no saben que la muerte, muerte trae. Y que resolver un asesinato da la satisfacción del deber cumplido pero a veces se paga como si se hubiera cometido un crimen. Y si no que se lo pregunten a Silva y Lituma.

Jijunagrandísimas!

Mario Vargas Llosa escribe Quién mató a Palomino Molero para relatar en ficción lo que de cierto sucedió. Un caso real, silenciado y enterrado para que no haya denuncia. Lo relata precisamente para eso, para denunciar que ni las diferencias raciales ni las desigualdades económicas ni la posesión del poder, pueden decidir sobre la vida humana.

Y lo hace de tal manera que la lírica supera la prosa, consigue que se masque el aire caliente de las zonas del interior y se respire el aire húmedo y salino de la orillas mojadas por el Océano Pacífico. La redacción, llena de diálogos llenos a rebosar de localismos, se sigue con atención e interés como si la novela se escuchará en un programa radiofónico.

Todos recuerdan al cholo silenciando al mundo cuando se ponía a cantar de tan bonito que lo hacía.

Si ustedes entrecierran los ojos y escuchan las canciones preferidas de su repertorio tal vez también consigan entreverlo, tan delgadito, tan etéreo, recortado a luz de los luceros, entonando:

Dos almas
La última noche que pasé contigo
Rayito de Luna
Muñequita linda

Una esplendida novela llena de ternura, amor y muerte. Se la recomiendo.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Las flores de Baudelaire de Gonzalo Garrido

Por el título ya se ve que no estamos ante una lectura ligera. El título menciona a Baudelaire y a su obra más famosa y eso de por si ya es algo a tener en cuenta. Y despierta la curiosidad por ver cual es su relación con la trama. Y a fe que la hay.

Las flores de Baudelaire empieza en mayo de 1917 y la noticia del asesinato trasciende con rapidez y sorprende y aterra por igual. Por ser la víctima quien es, por ser de la familia que es, la todopoderosa familia Krüger, y por perpetrarse en pleno día.

Todo Bilbao no puede evitar sentirse curioso y espantado a la vez y la presión social al cuerpo policial reclamando celeridad en el esclarecimiento genera enormes tensiones al estar éste completamente a disposición del poder político y por tanto sin libertad para actuar como quisiera y debiera. 

El inspector Rincón, un policía íntegro, riguroso, razonable y vocacional, aunque duro y arisco, es la cabeza visible de la investigación y sabe que se juega la suya dependiendo de como esta evolucione.


Son los tiempos del inicio de la fotografía y las placas de 16x12 están empezando a grabar para la posteridad imágenes que ya no roban el alma del fotografiado y que sirven para lucimiento de la clase acomodada que muestra sus ampliaciones enmarcadas en los salones y en los comedores.

Alfredo Maldonado es el protagonista de esta novela narrada en primera persona; es un fotógrafo que regenta una tienda donde realiza sesiones fotográficas, donde vende material fotográfico y también hace las veces de óptica, colabora en elm periódico El Noticiero y es como el fotógrafo oficial de la policía en los hechos en que es requerido.

Joan Carrillo y Mario Gonçalves son sus ayudantes tanto en la tienda, en sus desplazamientos profesionales e incluso en las investigaciones detectivescas circunstanciales que Alfredo gusta llevar a cabo como una continuación lógica a la visión de las fotografías tomadas.

Una vez fotografiado un cadáver, la curiosidad de saber más sobre la víctima y sobre como acabó de esa forma es un acicate para ejercer de detective aficionado, y Alfredo Maldonado pasa de fotógrafo a investigador con la misma rapidez como el líquido revelador saca las imágenes de una placa oscura.

Gonzalo Garrido es el escritor que construye alrededor del asesinato una novela de amplio calado costumbrista con epicentro en ese Bilbao de principios de siglo que nota como su desarrollo industrial se ve favorecido por las comandas que recibe de los países inmersos en la Gran Guerra Europea que deben abastecer con todo tipo de productos tanto a la retaguardia como a las trincheras. Una guerra que debía ser un paseo para alguien y que lleva camino de no acabar nunca.

Pero no todo es prosperidad en los negocios, los bajos sueldos y largas jornadas son semillas que germinan en movimientos sociales y reivindicaciones sindicales, con el telón de fondo que supone el enfrentamiento del sistema anglosajón, defendido por un joven orador llamado Azaña, frente al germánico.

Gastón Marcos, amigo del fotógrafo Alfredo, es quien está leyendo Las flores del mal de Baudelaire y es la única vez que se menciona esta obra en la novela aparte del título por lo que cualquiera podría pensar que no se trata más que un McGuffin.

Nada más lejos de la realidad: el contenido de ambas obras tiene concomitancia; claro que la novela de Garrido es deudora de la de Baudelaire por su edición posterior, pero el poeta maldito estaría encantado de esta adaptación a prosa narrativa en clave de novela negra de sus pensamientos poéticos.

Les fleurs du mal, es de esas obras que se estudiaban en clase de francés y no en la de literatura, ya que encajaba mejor con la practica de la dicción y se ahorraban la traducción de unos textos que en este país y por aquella época despertaban recelo y rechazo por sus acepciones.

Les fleurs du mal es un poemario de contenido claro y redundante: es una crítica a la sociedad, al mundo injusto y miserable y al hombre que no sabe escapar de la trampa que supone el vicio y es una lucha tan desesperada como inocua por encontrar salidas dignas sin encontrar otra que la muerte.

Tanto Baudelaire como Garrido emplean para la forma y estilo un discurso clasicista pero de contenido absolutamente romántico. Es por amor que Alfredo Maldonado se involucra de ese modo en la investigación.

Baudelaire define al hombre como un ser malévolo por naturaleza y en el asesinato de la novela es bien patente esta condición por la elección de la víctima y por el método empleado. Habla de que los errores se pagan y en la novela se traduce por leal actuación de un secretario que paga casi con la pérdida de la razón el error de defender una legalidad en el peor momento y ocasión.

Denuncia el asco que produce el vicio y concibe al arte como la única forma de redención: Alfredo Maldonado fotografía la muerte, la desolación pero la aísla de su realidad al concebirlo como una colección de fotografías artísticas para ver lo que quiere y no lo que es.

Relata un intento de huída del sufrimiento y del dolor por las calles de París y cuanto se asemeja con lo que esta sufriendo la señora Krüger, parisina de nacimiento y por la que pasa por la cabeza abandonar Bilbao y regresar a su ciudad natal, en un intento de huída de lo que está padeciendo.

Cuando cita el vino como el medio que Dios ha puesto en manos de los hombres para ahogar sus penas no podemos dejar de ver al señor Krüger como uno de sus más devotos y entregados practicantes.

Gonzalo Garrido ha homenajeado a Baudelaire, versionando en formato de novela negra su obra capital con gracia y con agradecimiento. A nosotros nos sobra con haber disfrutado de su lectura.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Smoke City de Benjamin Carré y Mathieu Mariolle

Smoke City es un cómic en dos tomos, dos partes separadas claramente por el enfoque argumental de cada una que configuran una sola narración.

En la primera todo un alarde de género policial clásico y en la segunda aporte de fantasía sobrenatural que sorprende por lo inesperado de su irrupción y despista en su comprensión precisando de una segunda y minuciosa relectura para apreciar toda su magnificencia.

El primer álbum salió en 2007 y el segundo tardaría bastante, hasta el 2011, y es ya el momento de comentar esta grandiosa obra que ha dibujado Benjamin Carré sobre un guión de él mismo y de Mathieu Mariolle.

Tras unos años desperdigados por una traición, una banda de ladrones de guante blanco es convencida por un poderoso cliente para volverse a reunir y perpetrar un robo perfecto en un importante museo, en la ciudad de Smoke City “fascinante ciudad donde, de tanta oscuridad, la misma sombra se vuelve luz”.

Y Carmen es la encargada de volver a componer la banda, tarea que no resulta nada fácil y que requiere gran parte del primer tomo. Lo que demuestra que el viaje, y su disfrute, empiezan en la salida y en su recorrido y que no hay que esperar a llegar al destino.

Y aunque ni el punto de salida del argumento ni el mismo, ni la selección ni presentación de los personajes sea muy original, el conjunto de todo no se queda en tópico y se crece a medida que pasan las viñetas y el resultado da más que la suma de los elementos.


Vivimos las situaciones y sentimos las sensaciones sin caer en guiños artificiosos y esto nos sumerge de lleno en la historia que tiene todo lo que hay que tener pero sin hacerlo previsible: femme fatale, policías corruptos, samuráis, enemigos poderosos y un protagonista, Cole, (¿no veis en él a Michael Madsen?) que arrastra sus sentimientos confrontados entre efluvios de alcohol y humo de cigarrillos mientras decide su futuro.

El inicio ya apunta maneras de cine negro de años cuarenta con voz en off del protagonista: “Había que reconocerlo. Montamos un buen follón y ahora íbamos a tener que repararlo. ¿Cómo llegamos a eso?, para entenderlo debo empezar desde el principio, hace apenas dos semanas, la tarde en que volví a encontrarme a Carmen…”

Benjamin Carré lo ha construido a imagen y semejanza del clásico cine negro pero en color, el cómic se muestra en un estilo de dibujo a medio camino entre lo fotográfico y lo etéreo propio de los bocetos con interesante tratamiento del color, aunque el exceso de difuminado pueda acabar pareciendo incapacidad en el trazo.

Hay valentía en arriesgar con los encuadres como refuerzo de imágenes silenciosas para que hablen por si mismas. Hay maestría en los edificios, muebles, enseres y exteriores; más que cuando representa movimiento, rostros y sobre todo cuando dibuja manos, que precisan de más atención.

El guión de Mathieu Mariolle sobre un argumento a medias con Benjamin Carré es demoledor y los protagonistas encarnan las habilidades imprescindibles para componer una banda de maestros, y ni falta ni sobra ninguno de acuerdo al código más toópico posible pero aún y así resultan carismáticos y muy interesantes.

Las imágenes eclipsan por momentos la parte argumental, más compleja, pero no así los diálogos que no dicen lo obvio y lo fácil sino que las voces resultan inteligentes y casi se aprecian los matices y las inflexiones de los tonos de los diferentes protagonistas.


Hay persecución policial, hay habilidad informática, hay traición, hay artes marciales, hay honor, hay pasión, hay componenda sobrenatural y hay viñetas sencillamente maravillosas. No deben perdérselo. Es una obra de cómic que merece especial atención y en cada relectura se aprecian nuevos detalles del dibujo y del argumento.

Atrévanse: van sobre seguro.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Una verdad delicada de John le Carré

No es que John le Carré haya vuelto, es que no se había ido. Con la sorprendente noticia del espionaje sufrido por mandatarios europeos por los servicios de inteligencia americanos se demuestra que ni el autor John le Carre ni la temática de su literatura pasarán nunca de moda. Mientras haya gobiernos siempre habrá novelas de espías.

Novelas, como Una verdad delicada, que se alimentan de los entresijos ministeriales, de asuntos secretos tratados en consulados y embajadas, de reuniones clandestinas en horas intempestivas en despachos cerrados y con las cámaras de seguridad desactivadas...

Paul Anderson, es el nombre en clave de un veterano miembro del Foreign Office sin experiencia en trabajos de campo, casado y con una hija ya mayor, doctora en medicina, elegido para desplazarse a Gibraltar e intervenir en la misión Fauna junto con Ben, un militar galés de honor y patriotismo incuestionable. Se trata de una acción relámpago sobre un objetivo terrorista.

Toby Bell, el joven e inquieto asistente de Fergus Quinn, un subsecretario trepa y sin escrúpulos, se sorprende descubriendo hechos, nunca revelados públicamente, de misiones que habiéndose realizado nunca han existido. Su sentido del deber, su ambición personal, su prometedora carrera e incluso su vida van a estar en jaque según que decisiones tome a partir de ese conocimiento.

Tres años después la casualidad y el azar ponen encima la mesa una sopera llena de dudas sazonadas con sospechas y cocinadas con hechos. Y al removerse la sopa, los pedazos sólidos que reposaban inertes y silenciosos en el fondo, suben a la superficie, como cadáveres liberados de sobrepeso.

Una verdad delicada es una novela con secretos de Estado. Con silencios. Con intereses corporativos y con intereses particulares. Con personas honestas y con un sentido de la ética y de la dignidad por encima de cualquier otro interés y también con gente peligrosa que no dudará en emplearse a fondo con tal de no perder ni un ápice de su poder ni de su posicionamiento social.

El eterno conflicto entre la ética y el poder. Dilema moral cuando la verdad no admite término medio. La novela se presenta como el enfrentamiento de David contra Goliat: ¿con bíblico resultado o no?

No puedo decir más: quedo obligado a guardar silencio de por vida atendiendo a la Ley de Secretos Oficiales.

John le Carré (de verdadero nombre David John Moore Cornwell) más actual que nunca, agudo, irónico, que juega con estereotipos para crear unos personajes que resultan más reales que si lo fueran ¿y quién sabe si no lo son?, presenta una novela contemporánea con los mismos temas que nos deleitara al empezar a publicar allá en 1961, pero adaptándolos a los nuevos vientos.

El veterano escritor plantea un tema clásico con la soltura que confieren las tablas, y a partir de un planteamiento, a priori simple, carga su tinta con balas para lanzar una crítica feroz contra cualquier poder establecido que aún se cree habilitado con patente de corso para perpetrar todo tipo de amonestables acciones amparándose en que tienen como fin el bien de la nación, vean si no en la novela la descripción de la Operación Furia Urgente.

Y no todo es ficción, solo hay que leer las comunicaciones de WikiLeaks y más recientemente las filtradas por el ex-agente de la CIA Edward Snowden, ahora amparado en Moscú para darnos cuenta de quien mueve los hilos.

Y es que el espionaje será un tema clásico, pero nos llena de inquietud.