Portada de la edición en Amazon |
No hay trabajo bueno... ni carrera que lo valga, es una
novela corta de factura cinematográfica, como los spaghetti western que
reivindica no solo usando títulos de películas míticas de ese género (5 de 7 de
Sergio Leone) para nombrar los capítulos sino por como elabora la trama y sobre
todo como culmina el desenlance.
Yanet Acosta que ya
nos sorprendió gratamente al mezclar gastronomía y novela negra, cabalga de nuevo
combinando esta vez spaghetti western y novela negra con un resultado que pide
a gritos una gran pantalla y música d'Ennio Morricone a 100 dB.
Empieza al trote presentando solo con la ayuda de unos pocos
párrafos a los personajes principales, carismáticos donde los haya, y el núcleo
del argumento.
El descubrimiento o mejor la constatación, a estas alturas
de la partida mundial nadie califica con este sustantivo, que evoca
exploradores en tierras lejanas, temas tan prosaicos como una amplia corrupción
política de intereses económicos notables.
Sigue a galope corto, actuando de acelerante, para entrar ya
de lleno en el desarrollo de la situación y tomar consciencia de que va a ir
todo eso que ha pasado.
Continúa a galope acompasado para presentarnos nuevos
personajes y sus interacciones y para forjar un buen plan donde cada cual tenga
su momento y su frase.
Collage de películas de Sergio Leone |
Entramos en la fase de galope tendido cuando los
acontecimientos se precipitan y ya no hay marcha atrás, solo seguir y seguir
hacia el horizonte. Ya sin silla, montando a pelo, para sentir el contacto
directo del animal, para sacar de dentro nuestro yo más atávico, para apretar
el gatillo sin importar las consecuencias. Para fundirnos en un orgasmo
criminal con la muerte.
Y culmina en un galope triunfal, épico, espectacular, en
medio de un paisaje urbano donde a pesar de todo lo acaecido, el sol, indemne a
las pasiones humanas, volverá de nuevo a salir por el este.
El edificio Windsor, su incendio iniciado en la planta 21, y
su infructuosa investigación por falta de pruebas y rápida decisión para
acallar lo que no debe ser aireado, sirve de punto de partida para narrar una
historia llena de abuso de poder machista, donde el falo actúa de revolver,
donde el sexo no es sino humillación, vanidad y violencia, placer para uno.
Una historia donde también hay ternura y sexo cariñoso de
placer mutuo. Donde hay amistad y generosidad de la de verdad, de la de no
pedir nada a cambio. De la que ofrecen los que poco o nada tienen.
Una historia que se alimenta de las historias de los que
viven en y de la calle, a pesar de tener doctorados, a ras de suelo, en
contraposición al cielo al que apuntan los grandes edificios acristalados donde
se cuece el destino de todo aquel que se mueve y al que apuntan las esperanzas
de los que solo pueden aspirar a mejorar, ya que ir a peor parece imposible.
La autora Yanet Acosta |
Una historia que troca la intención de denúncia pública por
el interés por la supervivencia. Que cambia la defensa del sentido ético plural
por el deseo de venganza personal que surge de dentro clamando a gritos, en
espasmos incontrolados como lo hace un chorro cálido y pegajoso escupido por un
volcán.
Yanet Acosta consigue,
sin dejar descansar las monturas ni un momento y narrando en tiempo presente, atrapar
al lector en la silla, inmovil como el espectador de cine en su butaca. La
novela dura lo que una película. Y se lee con la misma pasión y emoción y con
las mismas ganas de que el desenlace esté a la altura. Y lo está.
El homenaje al género spaghetti western no solo está
presente en la portada y en los títulos de los capítulos sino incluso en el
gentilicio de la protagonista última, es el guiño que precede al mutis final.
Si se la pierden se arrepentirán. En un duelo, quien avisa no dispara por
la espalda. Más sobre esta obra, en su blog: aquí.
De Yanet Acosta este blog ya publicó la reseña de su agradecida novela gastronómica y criminal El chef ha muerto.