domingo, 11 de marzo de 2018

La muerte del censor de Jordi Sierra i Fabra

La muerte de un censor se
considera una afrenta a los valores
del régimen que representa.

En 1963, en España y en concreto en Barcelona, el régimen no presagiaba ningún final a su mandato, al contrario mostraba una fortaleza envidiable y lamentable.

En el mejor de los casos presentaba solo un atisbo de evolución que aun garantizando el cumplimiento de sus inamovibles principios fundamentales mostraría su generosidad y tolerancia al mundo abriendo rendijas en las persianas para que pareciera que había luz, nada solar, y que no todo era negrura.

Al inspector Hilario Soler, caído en desgracia en el cuerpo por denunciar a un compañero por malas praxis (a su modo de entender, pero permisivas y necesarias según otros compañeros), el comisario le encarga el caso de un asesinato con la idea de que salga tan malparado de la investigación como de la resolución judicial por la denuncia y con ello sepulte su trayectoria y desaparezca de su vista y si puede ser del mapa mejor que mejor.

Hilario Soler es un librepensandor, si eso es posible en la época, es un idealista, un humanista y por todo ello tiene un nivel de cultura más que aceptable por lo que es capaz de entender, pensar e imaginar por si mismo sin seguir los dictados del Movimiento y eso, en los tiempos que corren no solo es malo sino que es peligroso.

El cadáver de un censor ha sido encontrado en el interior de su vehículo y el cuerpo presenta tantos cortes como los correspondientes a las veintisiete puñaladas que ha recibido. Un censor tiene a su cargo velar por la observancia de la decencia en las formas y en los modos, de contemporizar las veleidades artísticas, de encauzar las opiniones escritas, de pasar el cepillo por toda arista que sobresalga. Encomiable misión la del censor, que tiene en sus decisiones la educación social y moral de toda un nación.

En otras palabras, impone la particular visión política y social de quien le paga y manda: el estado y la iglesia. La muerte del censor es pues una afrenta directa que los altos cargos no pueden dejar impune.

La investigación de la vida de la víctima y de sus conocidos y familiares sirve para mostrar de fondo la situación que vivía la cultura y la filosofía en aquella época de oscurantismo, tanto es así que los censores alardeaban de seguir empleando los criterios escritos por la Santa Inquisición.

Jordi Sierra i Fabra
Jordi Sierra i Fabra es un escritor magnífico dotado de una capacidad productiva incomparable y sin merma de calidad, varias veces alabado y reseñado en este blog; alguien capaz de dotar a sus personajes de una presencia que trasciende las páginas; la personalidad que les insufla les hace vivos y los hace partícipes de una realidad que se nos hace creíble bien porque fue, bien porque pudiera haber sido.

El autor que le tiene tomada la medida a esa etapa histórica con su carismático personaje del Inspector Mascarell, se ha buscado una nueva voz, la del inspector Hilario Soler para crear una nueva serie y ofrecer otra visión de la época que se complementa con la anteriormente citada.

Y, por si fuera poco, el tema es de triste y rabiosa actualidad; algo que consiguió soliviantar entonces y lo consigue ahora. La libertad de expresión no se pide, se ejerce.

Leánlo y disfruten de un interesante caso policiaco dentro de una intensa novela negra. De hecho de Jordi Sierra i Fabra leánlo todo.

domingo, 4 de marzo de 2018

Las lágrimas de Claire Jones de Berna González Harbour

Sin duda una gran novela negra
y la mejor de la serie de la
comisaria María Ruíz.

La comisaria, caída en desgracia, María Ruíz, ve pasar el tiempo y su vida desde las ventanas de las dependencias policiales de Soria a donde ha sido, desterradamente, reasignada.

La rutina la vence en un lugar donde poco o nada ocurre. Su trabajo se reduce a reabrir dos antiguos casos no resueltos y a evitar que ese enemigo invencible que es el tiempo no la mate de aburrimiento.

Suerte que siempre quedan los amigos y Carlos que es eso y mucho más la invita a Santander a pasar un fin de semana para que el aire marino le insufle apetito, tanto para unas anchoas como para comerse la vida. A la vida hay que entrarle con hambre sino te come ella a ti.

Y Santander le da un cadáver que pide a gritos insonoros una investigación; le da comida suficiente para despertar la pasión que inflama su profesión. Y también le da disgustos, suficientes para entender que todas las cosas son efímeras y que es relevante darles la importancia justa en cada momento. Y también alegrías, las que sirven para reencontrarse con ella misma y hacer las paces con el mundo.

Con el mundo si pero no con las personas. Hay algunas con las que mejor no descuidarse. A la vida hay que entrarle de cara: mejor recibir de frente que por la espalda. Un ataque de cara aún se puede evitar por detrás es mortal de necesidad. Y lo que no te mata te hace más fuerte. Y a la comisaria María Ruiz, a su naturaleza fuerte de por sí y que estaba en duda, los avatares le han dado vitaminas.

Berna González Harbour
Berna González Harbour llega a la tercera entrega, la más criminal, larga, densa y mejor articulada, de la serie protagonizada por la comisaria Ruiz y el resto de secundarios ya conocidos y que cobran más importancia, si cabe, al traspasar el límite de lo profesional para actuar como amigos y como tales sin ceñirse a reglamentos coercitivos.

La autora consigue una protagonista mucho más madura en la novela que la consagra en lo más alto del género.

Las lágrimas de Claire Jones es sin duda una gran novela negra y la mejor novela de la serie. La que aporta mayor contenido emocional, las cavilaciones dibujan mejor los personajes que las descripciones; la que profundiza más y mejor en las relaciones, tanto de los que conforman el bando bueno como el bando malo; la que teje una trama criminal con hilo de distintos colores y composición: histórica, sentimental, idealista, y resulta más que bien urdida; y la que es capaz de dejarte con un ¡ay! en un final donde la solución policial se revela como un trabajo diario que no hay que menospreciar pero tampoco sobrevalorar.

Al final, ¿ya lo sabemos, no? lo que importan son las personas.

Por cierto ¿qué saben de los cuáqueros? Poco ¿no? Pues van a aprender algunas cosas muy interesantes y van a tener ganas de conocerlos mejor. Es lo que tiene la buena literatura que entretiene, ilustra y te lleva de la mano a otra lectura.

Si no han leído antes nada de esta serie les recomiendo empezar por la primera, no tanto por la interdependencia, que la hay, sino por el placer de no perderse ninguna de las tres novelas:

01. Verano en rojo (2012)

02. Margen de error (2014)

miércoles, 28 de febrero de 2018

Adiós muchachos de Paolo Bacilieri y Matz

Una despedida a la francesa.

En La Habana quien más quien menos busca mejorar su nivel de confort y eso es algo que solo se puede conseguir con dinero, de ahí que quien más quien menos emplee sus habilidades y sus recursos para obtenerlo.

Alicia es una joven cuyos recursos son sus piernas, su culo, su rubia cabellera y su belleza y sus habilidades son engatusar a forasteros a cambio de sexo para recolectar regalos cuya reventa proporciona a ella y a su madre, cómplice de ese intercambio, ese dinero extra con el que vivir mejor.

Regalos, y mejor de poco monto o poco aparatosos, que no dinero es lo que la diferencia de ser perseguida o denunciada como una jinetera al uso y evita la acusación de prostitución.

Y así un día y otro hasta que el regalo de una de esas compañías accidentales conlleva algo más que resulta tan apetitoso como peligroso.

Adiós muchachos es una historia tristemente divertida y moralmente dolosa protagonizada por timadores de poco vuelo, picaresca ingenua y estafa chapucera con una impagable despedida a la francesa.

El argumento, con un planteamiento clásico en novela negra, se desarrolla en una trama que va ganando en intriga muy bien narrada textual y gráficamente y que ofrece una lectura muy fácil y satisfactoria.

Matz adapta la reconocida novela del mismo título del escritor cubano-uruguayo Daniel Chavarría, destilando su esencia para ofrecer un guión que evita el compromiso social para centrarse en el núcleo delictivo de la trama.

Avanzar al coche y esperar la oportunidad
Así, de un principio ligero y con el peso en el aspecto erótico se pasa, con unos pocos giros, a una situación más dramática cuando entra de lleno en el género negro.

Paolo Bacilieri por su parte aporta un dibujo de línea clara centrado en los personajes, poco paisaje, perfectamente complementado por una paleta de colores muy luminosa que resulta muy agradable para la vista.

Se les debe recriminar a los autores que al primar tanto el delito en detrimento del contexto social, la obra pierde identidad y al no arroparla con suficientes elementos identificativos y ambientales la acción podría desarrollarse perfecta e indistintamente en La Habana o en Mozambique.

Cómic entretenido, para pasar un buen rato y para pensar en como es de atractivo el poder del dinero y hasta donde se es capaz de llegar para conseguirlo.


domingo, 25 de febrero de 2018

Jessica Jones serie de TV

Superheroína a su pesar.
Hell’s Kitchen, la cocina del infierno, donde el sueño de sus residentes es el mismo para todos: salir de allí. Pronto. Con vida. Y con los menores traumas posibles.

En Hell’s Kitchen, ese barrio maldito de New York, es donde Jessica Jones trabaja como detective privado y cuenta con un aliado especial: unos superpoderes que le permiten elevarse del suelo, sin llegar a volar, y una fuerza y resistencia física de muy alto nivel.

Pero lejos de ser el estereotipo sexista al que parecen condenadas todas las superheroínas,  encarna el estereotipo de la chica joven normal. Sin curvas ostentosas, ni pose de mujer fatal, ni sex-appeal exuberante ni lascivia en la mirada, ni aspecto de colegiala modosita, ni de girl scout dispuesta a realizar su BO diaria. Tampoco viste mallas de colores, ni su peinado es ahuecado ni es rubia.

Jessica Jones (una magnífica y lánguida Krysten Ritter) es una superheroína que no ejerce ni hace ostentación y no es para nada mediática; viste desapasionadamente y le preocupa tan poco su aspecto o lo que opinen los demás que adolece incluso de cierta falta de higiene personal.

Su dejadez y pasotismo le sobrevino en una época de abusos y maltrato que han conformado su forma de ser: una mujer herida, borde, antisocial, noble, sincera y que abusa del alcohol. Una forma como otra de sobrellevar la carga emocional hasta que consiga redimirse de su antagonista Kilgrave (un David Tennant hierático y extremadamente convincente y aterrador en su papel).

Psicópata a partir del cual
se enuncia la psicopatía
Kilgrave es a la psicopatía lo que Tintin al cómic. Kilgrave es el villano al que cualquiera temería; es el villano por excelencia. El que todas las series de televisión quisieran para sí.

Su anodina actitud impide presagiar su enorme capacidad para el mal. Sus actos son pavorosos. Su superpoder le permite manipular la mente de las personas y hacer que hagan lo que sea aunque suponga atentar, de la forma más cruel e inhumana posible, contra su propia vida. Ríanse de la hipnosis del teatro.

Las tramas y subtramas de género noir resultan más que creíbles gracias a unos diálogos muy conseguidos que sumados a una escenografía realista y a unos diseños de vestuario, maquillaje y efectos especiales dignos de película, poco más se puede decir.

Los secundarios son todos muy sólidos y su papel, muy bien definido, arropa a la protagonista y supone el contrapunto de relajación suficiente para aflojar las mandíbulas de vez en cuando.

Una serie imprescindible para quienes disfruten con los cómics y sus adaptaciones y para quienes disfruten de ese noir sin etiquetas. Y con un final espectacular y a la altura de lo requerido. Un final inteligente y agónico. Una tensión superior a cualquier hipertensión medible en cualquier tensiómetro.

Alias, el cómic.
El 8 de marzo de 2018, no se podía haber elegido mejor día, se estrena la segunda temporada. Un vendaval de aire fresco para alejar los tópicos machistas y reivindicar la posición de la mujer en el mundo.

La serie es una traslación del cómic y respeta su desasosiego de producto adulto sin edulcorar ni potenciador de sabor. Violencia y sexo, en abundacia y a pelo, no es algo pensado para agradar al máximo de público. Ni lo busca ni lo pretende. La serie es lo que es y por esa honestidad se agradece y si gusta, se disfruta doblemente. Son 13 episodios y a partir del cuarto se ven casi sin interrupción.

El cómic original adaptado es ‘Alias’ escrito por Brian Michael Bendis y dibujo de Michael Gaydos y con una corta vida de solo 28 números editados por Marvel.


domingo, 18 de febrero de 2018

La maldición de Sikris de Lucas Alcón Seoane

La esencia de P. G. Wodehouse
y de Agatha Christie
trasponiéndola a la época actual.
En el palacio de la memoria se guardan conocimientos y recuerdos de toda clase y condición. Allí se almacenan esas vivencias proporcionadas por horas y horas de lectura evocadora de mágicas hazañas y exóticas y triunfantes aventuras.

Lucas Alcón Seoane ha vaciado su fascinante, como el de la inmensa mayoría de lectores que empezaron de muy jóvenes, cajón de sastre y ha elegido aquellos sueños más preciados para componer, con encaje de tetris, una novela amalgamada de agradecimientos y homenajes a los personajes que nos dejaban acompañarlos en sus aventuras.

Todos tenemos esos recuerdos. Distintos pero parecidos. Esa emoción adolescente forjada a partir de las aventuras de Guillermo o de Los Cinco o de Los Siete Secretos o de Los Tres Investigadores  o de Los Jóvenes Detectives o tal vez de El Detective Conan. Poco importa la edad. Todos tenemos nuestro cajón de sastre.

El autor, embargado de ese sentimiento intrigante y aventurero ha escrito una obra policial para adultos: un pastiche que aúna lo mejor de la novelas de P. G. Wodehouse y de Agatha Christie. Del primero toma la mansión, el mayordomo, esa familia pudiente que se desmorona, esos nuevos ricos; y de la segunda esos asesinatos en habitaciones cerradas, esos familiares todos sospechosos, esos coup de efecte del detective.

Pero es que además resulta que la mansión, un castillo con todas sus fantasías: cripta, voces de ultratumba, decoración proveniente de exóticos lugares, pasadizos secretos y servicio doméstico de época victoriana está en La Moraleja de Madrid y la familia, el clan Devereaux es de origen francés. Y la época es la actual.

Así que cogiendo la esencia de la novela policíaca clásica inglesa y añadiéndole un detective con hechuras propias de la novela negra actual desarrolla, con cierto desenfado juvenil y mucho humor e ironía, una aventura con la que se reivindica el placer de la lectura de evasión.

La complicidad entre lector y autor ha de ser previa a la lectura y aceptar que se está en medio de una trama con licencia para ficcionar sin costuras, sin remaches y para aceptar que haya botones sin ojales y viceversa.

El clan Devereaux arrastra una maldición generacional desde sus tiempos de arqueólogos en Egipto. Una maldición que se va cobrando vidas, una tras otra a lo largo de los años. La que ahora se produce introduce al inspector Valentín Largo en una investigación compleja y vibrante dentro de un castillo poblado por estrafalarios personajes que parecen inquietos y temerosos.

Lucas Alcón Seoane
Las ópera prima suelen adolecer de excesos: de verborrea, de descripciones, de páginas y de pensamientos enquistados del autor. Toda regla tiene una excepción y La maldición de Sikris lo es.

Aúna frescura con calidad y soltura con prudencia para acabar siendo una elogiadora boutade, donde la premeditada opción de tirar de tópicos y hábitos no son el fin sino el medio.

Remuevan en su cajón de sastre y lean La Maldición de Sikris. Van a disfrutar y rejuvenecer de golpe.