Aquiles Entrecoz presenta desde pequeño un comportamiento
condicionado por ser quien y como es y por el entorno en el que está. Sometido
por su posición en el hogar, entregado a funciones de segunda por el
menosprecio familiar y acomplejado por su físico, y el minúsculo tamaño de su
pene, resulta, sin saberlo, huésped idóneo para desarrollar una psicopatía de
libro.
Su esfínter y el acto de jiñar, omnipresentes a lo largo de
la trama, evidencian ese Concepto de Fijación
que Freud explicaba por la gratificación placentera obtenida compensatoria
de una frustración sexual. Algo que para el médico austriaco solía conducir a una
disfunción mental generadora de neurosis. No superar la fase anal tiene sus
consecuencias.
Aquiles Entrecoz no es Norman Bates ni unas porquerizas son
un motel, pero ya se sabe que las psicopatías no entienden de latitudes ni de
idiomas.
Javier
Eugercio, poseído por el espíritu rural de Jim Thompson, se
convierte en biógrafo de un ser angustiado deseoso de afecto, cariño y sexo
compartido; un ser que si reacciona como lo hace es por puro instinto, el mismo
que emplea quien mata una alimaña que amenazaría ganado, puercos o aves de
corral. Sin inmutarse. Y es que los monstruos nacen y se hacen, y con el tiempo
se perfeccionan.
Terrorhome se
sustenta en un costumbrismo rural de un realismo exacerbado; emplea un léxico
pulido y limado cuidadosamente para que encaje con precisión milimétrica de pie
de rey en cada situación; destila humor negro y pretende con ese horror
doméstico, ese terrorhome del título,
el rechazo y a la vez la fascinación que consigue sobradamente.
Y es que aquí no se busca el quién, ni el cómo, ni tan solo el porqué. Solo vivir el terror doméstico, el peor, porqué no se le ve venir hasta que ya es tarde: ¿sociópata o psicópata?
El autor dirige con seguridad una puesta en escena de una
obra en dos actos completamente distintos en forma y tratamiento pero que no se
entenderían uno sin el otro. Con su narrativa consigue una fascinación
hipnótica por un personaje, Aquiles Entrecoz, de cultura mundana pero de gran
saber a partes iguales Y es que eso es lo que tienen las mentes brillantes,
capaces de comer barro y caviar sin distinguir cual es cual, para eructar a continuación
sin reparo alguno.
Pruébenla, es breve, sabor agridulce, pero satisface.