domingo, 13 de marzo de 2022

Romperás la noche con un grito de David Orange

Hay muchos tipos de thrillers, pero o se mueven en línea recta hasta el infinito y más allá o adoptan la forma de espiral y van ampliando su radio de acción. Pero condición ineludible en todos es que la tensión debe ir en aumento y mantener el ritmo o en su virtud, incrementarlo.

Romperás la noche con un grito es un thriller que combina ambos tipos de narración. A la línea recta, le sigue un momento espiral y así intercalando va evolucionando la investigación. Incluso se permite capítulos a cámara rápida, donde se avanza al doble de lo normal con el método de no relatar sino resumir lo acaecido y que se desconoce para dar un salto temporal hacia delante. La sensación de vértigo que produce leer uno de esos capítulos es tan agradable como cuando la vagoneta se pone cabeza para abajo, inesperadamente, en el parque de atracciones.

Samuel es un bebé de 7 meses que duerme con su chupete de mariposas abrazado a un oso de peluche. Su padre Ignacio Durán, médico de familia, cuando no está a su lado, controla sus movimientos mediante un vigilabebés. Esa noche, en una suerte de duermevela provocada por el ruido de animosos falleros, cada vistazo le devuelve su cuerpecito relajado dentro de su cuna. Hasta que el último vistazo muestra la cuna vacía.

Un secuestro o un robo, no es lo mismo. En el primero hay esperanza de recuperar al bebé en el segundo es prácticamente imposible. Si es un secuestro habrá llamada e intento de intercambio con dinero; si es un robo, los compradores habrán tenido la precaución de ocultar su identidad y su nacionalidad y con el paso de las horas, localizarlos se hace cada vez más improbable.

La inspectora Elísabet Bru y su equipo, con la ayuda no deseada ni solicitada de un teniente de la Guardia Civil, son conscientes de que se enfrentan a un desafío por el que ni ellos mismos apostarían a ganador, pero no pierden la esperanza y prosiguen denodadamente a analizar cada nuevo indicio que se va incorporando al hilo de la investigación con la esperanza de sea el definitivo y les permita llegar a tiempo.

David Orange, de quien ya se reseñó en este blog su novela Género de violencia, ha dado un salto cualitativo considerable desde entonces, y en esta obra describe minuciosamente el procedimental policial para este tipo de situaciones consiguiendo alertar los sentidos puestos en la lectura.

Dibuja unos personajes tan carismáticos que es imposible no hacerse rápidamente con ellos, un recurso muy conveniente cuando hay tantos protagonistas actuando por separado, y establece un juego de relaciones personales que cubren gran parte del espectro de agentes socializadores.

La trama de Romperás la noche con un grito está dispuesta para que la lectura, confiada, caiga de lleno en sus mil y una trampas; y para que vea como la complejidad se ha apoderado de un caso que parecía una cosa y está siendo otra. Y a cada nuevo avance, con el cielo a tocar, un nuevo revés y un desespero en aumento viendo cómo pasan las horas sin solución a la vista.

El tema elegido, de los que tocan la fibra, ayuda a que la obra funcione todo en uno. Y para redondear está el final, del que no diré ni mu.

miércoles, 9 de marzo de 2022

Yo maté a Sherlock Holmes de Lluís Recasens y Manel Cruz

Sherlock Holmes llegó a ser, incluso hoy en día aún lo es, algo más que un personaje de ficción para Gran Bretaña. El afamado investigador es el gran icono del género policiaco y, con permiso de Dupin y la envidia de Poirot, el más conocido y celebrado del mundo.

Por eso su muerte, en extrañas circunstancias en las cataratas de Reichenbach, junto a su némesis, el profesor Moriarty, supuso un inconsolable suceso para el público y el sentimiento de pérdida se convirtió en un arma arrojadiza que tuvo en su creador, Arthur Conan Doyle, el blanco de una ira tan irracional como despiadada.

Conan Doyle obró por un impulso sin mesurar el alcance de su decisión. Los celos irrumpieron en su, ya de por si desmejorada, psique y con unas pocas líneas manuscritas condenó a muerte a su criatura al tiempo que empezaba a cavar la tumba donde enterrar su fama y su carrera literaria.

De todas las decisiones posibles que podía haber tomado, sin duda eligió la peor. Claro que el tiempo le brindó la oportunidad de remediar su error y para su carrera, la sociedad británica de la época y los millones de lectores desde entonces, la aprovechó y acertó.

El período de ausencia de Holmes es conocido como El Gran Hiato y ha supuesto la aparición de múltiples pastiches, algunos de gran calidad que no desmerecen al original.

Mucho se ha escrito con Holmes de protagonista pero menos sobre Conan Doyle y este cómic viene a ponerle remedio. Estamos ante un biòpic que relata los desasosegantes momentos que vivió Conan Doyle que mediaron desde la muerte a la resurrección de Sherlock Holmes. Una suerte de Semana Santa que le llevó de la obcecación a la resignación.

Lluís Recasens, un todo terreno de los medios de comunicación con larga trayectoria desde la década de 1970, conocido como L’Avi, ha investigado y documentado cada palabra hasta elaborar un excelente guion que por sí mismo es ya una novela corta.

Nos cuenta desde un punto de vista emotivo e irónico el periplo de Conan Doyle hasta entonar su mea culpa y continuar escribiendo las hazañas del excéntrico detective inglés. Y lo hace relajando la historia para poner el acento en la anécdota y dando relevancia a los detalles menos conocidos de ese periplo introspectivo.

Y Manuel Cruz pone habilmente el lápiz y la tinta, blanco y negro y trama en gris, para dibujar con un estilo cartoon muy adecuado al tono ligero que le pide el argumento. La ambientación en interiores y en exteriores es comedida, ajustada a la época pero sin quitar el protagonismo a los personajes que requieren el foco en cada viñeta. Fondos que visten pero no ocultan.

Con acentuados movimientos de ojos, cejas, labios y bigotes dota a los protagonistas de una expresividad tan elocuente como comunicativa.

Yo maté a Sherlock Holmes se trata de una obra ágil, directa e histórica que entretiene, divierte e ilustra ese impase que en 1891 mantuvo en vilo a toda Gran Bretaña sin excepción alguna ya que incluso en Buckingham se instaló la intranquilidad.

Una obra que lo tiene todo para no pasar desapercibida; incluso el aval del prestigioso Círculo Holmes de Barcelona. Y lo mejor es que ya está en marcha una segunda entrega que buceará en las relaciones que mantuvieron Holmes y Houdini.

domingo, 6 de marzo de 2022

Planeta de Susana Martín Gijón

Nos reencontramos con la inspectora Camino Vargas, a quien conocimos en Progenie y acompañamos en Especie, y no ha variado su punto de insubordinación que la convierte en outsider ni su acentuada capacidad de deducción que la convierte en una brillante detective.

Pero también con una Camino Vargas a quien reveses de la vida la han hecho madurar muy deprisa; tanto que, como la nieve caída de golpe, no se ha asentado del todo, aunque, afortunadamente para los lectores, sigue teniendo intacta su capacidad para tomar decisiones que descolocan a propios y ajenos, aunque la veamos más vulnerable.

Planeta es la culminación de un arco argumental en forma de trilogía y por ello una continuación de la trama iniciada en la anterior entrega, Especie, y por tanto debería leerse a continuación para poder abarcar toda la inmensidad del argumento.

Un argumento repleto de protagonistas, cada uno con su historia y su introspección psicológica que nos permite conocerlos y entenderlos mejor. Y cada uno con su subtrama. Unas subtramas que en su mayoría convergen como afluentes al río principal, como lo hace el Tamarguillo al Guadalquivir, y otras que siguen otros derroteros y que presentan claramente suficiente cuerpo como para tener dedicación plena en siguientes entregas y nuevos arcos argumentales.

Susana Martín Gijón, degustó el placer del thriller y en esta nueva novela se sumerge plenamente en el género, sin remilgo alguno, completamente desatada, haciendo adecuado uso de sus resortes y primando la cohesión de su trama y la coherencia de los movimientos de sus personajes pero teniendo en cuenta la necesidad de ir incrementando el ritmo capítulo a capítulo, sembrándolos de sucesos que vienen a tensionar la lectura de forma incontrolable.

Un thriller canónico con un asesino en serie de relamido comportamiento.

En una Sevilla donde el brillo del sol ha sido sustituido por el de las gotas de lluvia, una lluvia pertinaz que borra relieves y sonrisas, se descubre el cuerpo mutilado de una mujer en un campo de golf. Está en una de esas trampas de arena pensadas para atrapar pelotas que llaman bunker y que esta vez ofrece una presa mucho mayor.

La inspectora Camino Vargas de homicidios y su equipo se encargan de las pesquisas que deben simultanear con su obligación de servir a la ciudadanía ayudando en los problemas y destrozos que está causando el aguacero, un protagonista más, que parece haberse instalado en la vertical de la capital andaluza sin prisa, como turista remolón, a abandonarla.

Una lluvia que para algunos es la avanzadilla del deterioro del planeta con el que castiga el cambio climático y que enfrenta grandes intereses con grandes ideales. A corporaciones especuladoras con ecologistas de vivencia sostenible que se están cansando de no querer ser escuchados. Está en juego el planeta y con él la vida. Humana, animal y vegetal, aunque a efectos práctico,s si no hay personas que lo documenten, nadie se va a enterar si alguna especie sobrevive.

La intuición de Camino Vargas acierta en suponer que el asesinato es una suerte de mensaje y que cuando eso es así suelen haber más. Pero está lejos de imaginar cuantos más. Tantos que se diría que incluso Sevilla parece haber perdido su duende.

martes, 1 de marzo de 2022

Un trabajo limpio de Xus González

Es de sobras conocido que un gran número de parejas se constituyen en la proximidad. En los estudios, en el vecindario y en el trabajo. Sobre todo en éste último ámbito, donde las horas de convivencia, en general, superan las de coexistencia en cualquier hogar, horas de sueño aparte.

Y más aún si el oficio conlleva horarios dispares, tensión, riesgo, desplazamientos; disponibilidad total a cualquier hora y cualquier día sin respetar ni sábados, ni domingos ni fiestas de guardar.

Como el oficio de los miembros de las fuerzas del orden. Por eso no extraña que Saúl Sanz y Silvia Mercado del Grupo de Robos Violentos de la UTI Metropolitana Sur sean pareja y aunque a las ordenanzas no les guste, su jefe, el sargento Román Castro, hace la vista gorda habida cuenta de la escasez de personal y la indudable calidad de ambos investigadores.

Un sargento que bien sea por ser pelota, o lameculos o tonto del ídem, le endilgan todos los marrones, aunque no sean de su estricta competencia, como el que les acaba de caer ahora: un atraco a un banco que ha salido mal.

Tenía que ser un trabajo limpio pero un imprevisto, de los que ni por ley de probabilidades se podía contemplar, ha hecho que se torciera y dejara víctimas. Identificar a los culpables y sus intenciones va a pasar de ser un marrón a un desastre.

Un trabajo limpio es una novela negra procedimental, de las que la comisaría y sus agentes, como en la realidad, sostienen el sistema para que no decaiga y se sostienen unos a otros para no decaer.

Muchas son las novelas con policías o mossos de protagonistas, pero generalmente se les observa como tercera persona desde la ventana de la lectura.

Xus González, el autor, y mosso d’esquadra en investigación criminal, en esta obra, sin embargo, nos sienta en una silla de la comisaría o en el asiento trasero del vehículo para que podamos compartir sus vicisitudes a lo largo de la investigación.

El autor instala el delito donde no debería haberlo y alimenta el argumento con una realidad que cada día nos golpea desde las páginas de los periódicos o la verbalizan quienes informan desde los noticieros.

El argumento no es original ni mucho menos; material más que trillado principalmente en series de televisión americanas vistas en nuestro país, pero el tema sigue interesando y enojando por la proximidad con la que nos envuelve y su planteamiento de thriller bien asesorado consigue mantener el libro pegado a las manos hasta el desenlace final.

Una obra de personajes, muchos y bien perfilados sin estridencias, lo que supone un gran placer lector. Una denuncia hacia el exceso de control policial de puertas afuera y hacia el despliegue de los circuitos de producción y distribución de drogas, por quienes parecen ser los amos del mundo que solo temen que el cielo caiga sobre sus cabezas, porqué por lo demás está todo atado y bien atado.

domingo, 27 de febrero de 2022

Muerte en el Nilo de Kenneth Branagh

Muerte en el Nilo se convierte, por obra y arte del director y protagonista principal Kenneth Branagh, en Muerte en el Cine… de aburrimiento.

En una escena de la película, una de los protagonistas se dirige a Poirot calificándole de pomposo, engreído, petulante y vanidoso, entre otros elegantes adjetivos.

Lo suscribo y, como los Dupondt de Tintín, aún diría más: es la descripción perfecta de Kenneth Branagh en ese vano, insustancial y huérfano intento de remakear (no sé si existe el verbo pero se entiende) dos grandes films que sí intentaron, con más modestia, adaptar dos de las mejores novelas de Agatha Christie y que consiguieron aprobación unánime.

Las dos versiones de Kenneth Branagh, Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo, no son las peores adaptaciones que ha sufrido la obra de la autora inglesa, hay algunas de 10 negritos verdaderamente espeluznantes, pero no será por falta de méritos. Empeño lo han puesto.

Muerte en el Nilo en manos del director y actor británico es un títere sin cabeza. Unos personajes sin carisma ni protagonismo, es imposible hacerse con ellos; tienen poquísimos diálogos con sustancia y un papel casi irrelevante en la trama. Se diría que están porque a medida que avanza el metraje se les usa y deshecha a medida que son necesarios.

Poco mobiliario, poco vestuario; no hay ninguna comida, ni ninguna relación con el personal del barco que no tiene papel alguno (de repente aparecen en tropel para un registro), ni tan solo el capitán. No se siente el calor del lugar, ni la humedad del río, no hay tensión que cargue el ambiente y que dispare suspicacias y temores; y el barco parece de cartón piedra con las cubiertas vacías sin nada que demuestre que tenga un uso habitual.

Todo está tan exageradamente dramatizado, las posiciones de los protagonistas en cada toma, los gestos, las muecas de sorpresa y asombro, que estamos claramente ante papeles teatrales y no cinematográficos, salvo que fuera en la época del cine mudo.

Los paisajes, algo que debería arropar la trama, se reducen a imágenes tópicas que no le llegan a la suela del zapato de cualquier documental de la 2 y están a años luz de un reportaje del National Geographic.

El destrozo que sufre el argumento original, Disney productions fecit, y los innecesarios cambios en las localizaciones buscan desmarcarse de comparaciones con el film anterior y la novela original y lo logran por el lado contrario al deseado.

La explicación del bigote de Poirot resulta tan ridícula como el propio bigote de guías bicéfalas y su recién descubierta pasión por el soul es algo tan alejado de su personalidad como tener un cocodrilo en un gallinero esperando que enseñe a leer a los polluelos.

Kenneth Branagh como Poirot evoca el papel que mejor lo representa: el de Gilderoy Lockhart en Harry Potter y la Cámara Secreta.

Hay quien valora que se intente algo nuevo, creo que para ello lo mejor es crear y no adaptar. Claro que esto último es más fácil: no es necesario trabajar solo cambiar algo aquí y acullá sobre lo ya realizado. Versionar se le llama. Recrear.

Concluyendo, vayan a ver esta versión de Muerte en el Nilo solo si no han leído la novela homónima ni visto la versión cinematográfica protagonizada por Peter Ustinov; si no es el caso y aun así insisten, relájense y disfruten.