lunes, 21 de marzo de 2022

El Último Gudari de José María Nacarino

El Último Gudari, reforzado con las mayúsculas, es un thriller social e histórico que ficciona levemente, la vida en el día a día, el estado de ánimo, el miedo, la euforia, las contradicciones y las interrelaciones de los habitantes de Mondragón en los días previos a una decisión histórica que pretendían acordar el gobierno de España y la dirección de la organización ETA; terrorista para unos, de liberación nacional, para otros.

Último adjetivo Que en una serie ordenada ocupa el lugar final y no tiene otra cosa de su misma especie detrás o después.

Gudari nombre masculino Soldado del Gobierno autónomo de Euskadi durante la Guerra Civil Española. La organización ETA llama "gudaris" a sus miembros.

El 2005 sorprende a los habitantes de la localidad con la noticia de la detención en Andalucía de un comando de ETA. Los agentes Luis Alkorta y Reyes Bravo, encargados del operativo, saben que son victorias pírricas; que por cada etarra detenido surgen de nuevos y que solo descabezando la organización se podrá avanzar en su desaparición.

Hay que investigar, hay que camuflarse, hay que hacer seguimientos, hay que vigilar a todas horas y hay que estar con todos los sentidos puestos ya que es muy fácil pasar de perseguidor a ser objetivo.

Los sentimientos en Euskal Herria están a flor de piel y hay que pisar con cuidado para no soliviantarlos. La lucha es en las dos direcciones y en ella no hay cuartel.

José María Nacarino ha elegido para su primera novela un tema y una época cuyas heridas aún no solo no han cicatrizado sino que a la mínima vuelven a sangrar. La misma sangre que vertieron víctimas y verdugos de ambos bandos.

Ha realizado un retrato de la parte humana de quienes vivieron y sufrieron esa época. Convivir las 24 horas de cada día con la sensación de que puedes ser la siguiente víctima como diana o como daño colateral no predispone a disfrutar sino solo a sufrir menos. Ha retratado como eran quienes murieron y quienes fueron detenidos. Cómo se vivía el miedo y el odio. Como se sufría y como se obedecía.

El Último Gudari describe las incertidumbres y las desavenencias entre vecinos, entre políticos, también entre las fuerzas policiales y como no entre los dirigentes de la organización ETA. Todos quieren tener razón pero saben que no la tienen.

El autor relata hechos factibles y desarrolla una narrativa que cumple con su función de fijar la atención lectora a lo largo de las 747 páginas en las que no paran de suceder hechos que incitan a la reflexión para no caer en la trampa de juicios maniqueístas.

Una lectura apasionante y muy humana. Un entretejido de subtramas con hilos de sentimientos y aspiraciones.

miércoles, 16 de marzo de 2022

Carcinos, el asesino silencioso de Pedro Luis Fernández Ruiz

La divulgación científica requiere conocimiento del tema y capacidad para comunicar, dominio de la síntesis y del lenguaje. Por eso hay quienes teniendo uno y careciendo del otro emplean negros para escribir la obra.

Pedro Luis Fernández no precisa de esa muleta. En esta novela, su primera de género noir, demuestra tener la información y saberla transmitir; y para acentuar la predisposición lectora entreteje una enfermedad tan temida como es el cáncer con un relato policiaco sembrado de supercherías, toques milagrosos y episodios históricos que, reales o ficcionados, ayudan a componer la melodía de la aventura.

El resultado es Carcinos: un thriller rural que transcurre en Valdemonte un ficticio recóndito lugar de La Mancha de cuyo nombre real el autor pretende no acordarse.

Un villorrio al que ha regresado Alonso, el hijo del boticario, para hacerse cargo de un patrimonio familiar y en donde coincide con amistades de crío. A su alrededor se desenvuelve una trama criminal de funesto desenlace que lo involucra en una aventura que firmaría la mismísima Enid Blyton si sus Cinco hubiesen proseguido la investigación de sus misterios al llegar a la edad adulta.

Novela negra, policiaca, suspense, thriller… todo parece igual pero es distinto. Con cáncer, carcinoma, tumor, neoplasia… sucede lo mismo. Y del mismo modo que los géneros literarios ofrecen diferentes niveles de lectura, el cáncer ofrece múltiples caras y contra cada una hay que acomodar el comportamiento y el tratamiento adecuado para sanar al cuerpo.

Pedro Luís Fernández Ruiz, catedrático en la UAB y especialista en Anatomía Patológica y Jefe de este Servicio del Hospital Can Ruti de Badalona, escribe con precisión acorde a su oficio y a su trabajo. Con rigurosidad académico-científica pero empleando un léxico de divulgación absolutamente literario.

De forma progresiva va presentando los personajes que ha seleccionado para ejercer una función precisa dentro de un argumento que se va extendiendo para hacerse amo del relato.

Un relato que va cogiendo cuerpo, como el vino en bota, para ir desplegando todos sus recursos seductores. Equilibra la seriedad del tema de fondo vistiéndolo de aventura de acción y elige jóvenes en fase de madurez para encabezar el reparto lo que le permite pausas de relajamiento tensional.

Es un placer leer una obra de estas características que entretejida con tantos géneros tiene momentos para todo y para todos. Un thriller rural y tan criminal, como para dejar bastantes cadáveres por el camino.

domingo, 13 de marzo de 2022

Romperás la noche con un grito de David Orange

Hay muchos tipos de thrillers, pero o se mueven en línea recta hasta el infinito y más allá o adoptan la forma de espiral y van ampliando su radio de acción. Pero condición ineludible en todos es que la tensión debe ir en aumento y mantener el ritmo o en su virtud, incrementarlo.

Romperás la noche con un grito es un thriller que combina ambos tipos de narración. A la línea recta, le sigue un momento espiral y así intercalando va evolucionando la investigación. Incluso se permite capítulos a cámara rápida, donde se avanza al doble de lo normal con el método de no relatar sino resumir lo acaecido y que se desconoce para dar un salto temporal hacia delante. La sensación de vértigo que produce leer uno de esos capítulos es tan agradable como cuando la vagoneta se pone cabeza para abajo, inesperadamente, en el parque de atracciones.

Samuel es un bebé de 7 meses que duerme con su chupete de mariposas abrazado a un oso de peluche. Su padre Ignacio Durán, médico de familia, cuando no está a su lado, controla sus movimientos mediante un vigilabebés. Esa noche, en una suerte de duermevela provocada por el ruido de animosos falleros, cada vistazo le devuelve su cuerpecito relajado dentro de su cuna. Hasta que el último vistazo muestra la cuna vacía.

Un secuestro o un robo, no es lo mismo. En el primero hay esperanza de recuperar al bebé en el segundo es prácticamente imposible. Si es un secuestro habrá llamada e intento de intercambio con dinero; si es un robo, los compradores habrán tenido la precaución de ocultar su identidad y su nacionalidad y con el paso de las horas, localizarlos se hace cada vez más improbable.

La inspectora Elísabet Bru y su equipo, con la ayuda no deseada ni solicitada de un teniente de la Guardia Civil, son conscientes de que se enfrentan a un desafío por el que ni ellos mismos apostarían a ganador, pero no pierden la esperanza y prosiguen denodadamente a analizar cada nuevo indicio que se va incorporando al hilo de la investigación con la esperanza de sea el definitivo y les permita llegar a tiempo.

David Orange, de quien ya se reseñó en este blog su novela Género de violencia, ha dado un salto cualitativo considerable desde entonces, y en esta obra describe minuciosamente el procedimental policial para este tipo de situaciones consiguiendo alertar los sentidos puestos en la lectura.

Dibuja unos personajes tan carismáticos que es imposible no hacerse rápidamente con ellos, un recurso muy conveniente cuando hay tantos protagonistas actuando por separado, y establece un juego de relaciones personales que cubren gran parte del espectro de agentes socializadores.

La trama de Romperás la noche con un grito está dispuesta para que la lectura, confiada, caiga de lleno en sus mil y una trampas; y para que vea como la complejidad se ha apoderado de un caso que parecía una cosa y está siendo otra. Y a cada nuevo avance, con el cielo a tocar, un nuevo revés y un desespero en aumento viendo cómo pasan las horas sin solución a la vista.

El tema elegido, de los que tocan la fibra, ayuda a que la obra funcione todo en uno. Y para redondear está el final, del que no diré ni mu.

miércoles, 9 de marzo de 2022

Yo maté a Sherlock Holmes de Lluís Recasens y Manel Cruz

Sherlock Holmes llegó a ser, incluso hoy en día aún lo es, algo más que un personaje de ficción para Gran Bretaña. El afamado investigador es el gran icono del género policiaco y, con permiso de Dupin y la envidia de Poirot, el más conocido y celebrado del mundo.

Por eso su muerte, en extrañas circunstancias en las cataratas de Reichenbach, junto a su némesis, el profesor Moriarty, supuso un inconsolable suceso para el público y el sentimiento de pérdida se convirtió en un arma arrojadiza que tuvo en su creador, Arthur Conan Doyle, el blanco de una ira tan irracional como despiadada.

Conan Doyle obró por un impulso sin mesurar el alcance de su decisión. Los celos irrumpieron en su, ya de por si desmejorada, psique y con unas pocas líneas manuscritas condenó a muerte a su criatura al tiempo que empezaba a cavar la tumba donde enterrar su fama y su carrera literaria.

De todas las decisiones posibles que podía haber tomado, sin duda eligió la peor. Claro que el tiempo le brindó la oportunidad de remediar su error y para su carrera, la sociedad británica de la época y los millones de lectores desde entonces, la aprovechó y acertó.

El período de ausencia de Holmes es conocido como El Gran Hiato y ha supuesto la aparición de múltiples pastiches, algunos de gran calidad que no desmerecen al original.

Mucho se ha escrito con Holmes de protagonista pero menos sobre Conan Doyle y este cómic viene a ponerle remedio. Estamos ante un biòpic que relata los desasosegantes momentos que vivió Conan Doyle que mediaron desde la muerte a la resurrección de Sherlock Holmes. Una suerte de Semana Santa que le llevó de la obcecación a la resignación.

Lluís Recasens, un todo terreno de los medios de comunicación con larga trayectoria desde la década de 1970, conocido como L’Avi, ha investigado y documentado cada palabra hasta elaborar un excelente guion que por sí mismo es ya una novela corta.

Nos cuenta desde un punto de vista emotivo e irónico el periplo de Conan Doyle hasta entonar su mea culpa y continuar escribiendo las hazañas del excéntrico detective inglés. Y lo hace relajando la historia para poner el acento en la anécdota y dando relevancia a los detalles menos conocidos de ese periplo introspectivo.

Y Manuel Cruz pone habilmente el lápiz y la tinta, blanco y negro y trama en gris, para dibujar con un estilo cartoon muy adecuado al tono ligero que le pide el argumento. La ambientación en interiores y en exteriores es comedida, ajustada a la época pero sin quitar el protagonismo a los personajes que requieren el foco en cada viñeta. Fondos que visten pero no ocultan.

Con acentuados movimientos de ojos, cejas, labios y bigotes dota a los protagonistas de una expresividad tan elocuente como comunicativa.

Yo maté a Sherlock Holmes se trata de una obra ágil, directa e histórica que entretiene, divierte e ilustra ese impase que en 1891 mantuvo en vilo a toda Gran Bretaña sin excepción alguna ya que incluso en Buckingham se instaló la intranquilidad.

Una obra que lo tiene todo para no pasar desapercibida; incluso el aval del prestigioso Círculo Holmes de Barcelona. Y lo mejor es que ya está en marcha una segunda entrega que buceará en las relaciones que mantuvieron Holmes y Houdini.

domingo, 6 de marzo de 2022

Planeta de Susana Martín Gijón

Nos reencontramos con la inspectora Camino Vargas, a quien conocimos en Progenie y acompañamos en Especie, y no ha variado su punto de insubordinación que la convierte en outsider ni su acentuada capacidad de deducción que la convierte en una brillante detective.

Pero también con una Camino Vargas a quien reveses de la vida la han hecho madurar muy deprisa; tanto que, como la nieve caída de golpe, no se ha asentado del todo, aunque, afortunadamente para los lectores, sigue teniendo intacta su capacidad para tomar decisiones que descolocan a propios y ajenos, aunque la veamos más vulnerable.

Planeta es la culminación de un arco argumental en forma de trilogía y por ello una continuación de la trama iniciada en la anterior entrega, Especie, y por tanto debería leerse a continuación para poder abarcar toda la inmensidad del argumento.

Un argumento repleto de protagonistas, cada uno con su historia y su introspección psicológica que nos permite conocerlos y entenderlos mejor. Y cada uno con su subtrama. Unas subtramas que en su mayoría convergen como afluentes al río principal, como lo hace el Tamarguillo al Guadalquivir, y otras que siguen otros derroteros y que presentan claramente suficiente cuerpo como para tener dedicación plena en siguientes entregas y nuevos arcos argumentales.

Susana Martín Gijón, degustó el placer del thriller y en esta nueva novela se sumerge plenamente en el género, sin remilgo alguno, completamente desatada, haciendo adecuado uso de sus resortes y primando la cohesión de su trama y la coherencia de los movimientos de sus personajes pero teniendo en cuenta la necesidad de ir incrementando el ritmo capítulo a capítulo, sembrándolos de sucesos que vienen a tensionar la lectura de forma incontrolable.

Un thriller canónico con un asesino en serie de relamido comportamiento.

En una Sevilla donde el brillo del sol ha sido sustituido por el de las gotas de lluvia, una lluvia pertinaz que borra relieves y sonrisas, se descubre el cuerpo mutilado de una mujer en un campo de golf. Está en una de esas trampas de arena pensadas para atrapar pelotas que llaman bunker y que esta vez ofrece una presa mucho mayor.

La inspectora Camino Vargas de homicidios y su equipo se encargan de las pesquisas que deben simultanear con su obligación de servir a la ciudadanía ayudando en los problemas y destrozos que está causando el aguacero, un protagonista más, que parece haberse instalado en la vertical de la capital andaluza sin prisa, como turista remolón, a abandonarla.

Una lluvia que para algunos es la avanzadilla del deterioro del planeta con el que castiga el cambio climático y que enfrenta grandes intereses con grandes ideales. A corporaciones especuladoras con ecologistas de vivencia sostenible que se están cansando de no querer ser escuchados. Está en juego el planeta y con él la vida. Humana, animal y vegetal, aunque a efectos práctico,s si no hay personas que lo documenten, nadie se va a enterar si alguna especie sobrevive.

La intuición de Camino Vargas acierta en suponer que el asesinato es una suerte de mensaje y que cuando eso es así suelen haber más. Pero está lejos de imaginar cuantos más. Tantos que se diría que incluso Sevilla parece haber perdido su duende.