jueves, 16 de enero de 2020

Carreteras de Otoño de Lou Berney

La carretera que une la vida con la muerte
puede ser larga o corta pero jamás aburrida.

El azar ha hecho que en este momento coincidieran esta lectura y el visionado de El irlandés y, salvando distancias, resulten muy concurrentes en bastantes aspectos. El asesinato de John Fitzgerald Kennedy, y en ambas tramas citado como Jack Kennedy, es un nexo de unión y un detonante que determina el futuro.

Del mundo, de una gran nación y también el futuro de cientos de millones de almas que conforman ese enorme país, ya que quien más quien menos tenía puestas sus esperanzas en él y el sueño americano es distinto e incierto para cada patriota. Como incierto es siempre el futuro.

El futuro de Frank Guidry no es una excepción: es incierto. Pero aun peor: puede ser definitivamente trágico. Frank Guidry es la mano derecha de la mano derecha del capo mafioso más significativo de New Orleans, esa ciudad que duerme de día y en la que el jazz suple al oxígeno, y tiene el encargo de realizar un trabajo que bien puede ser un callejón sin salida.

Y con todo, Frank Guidry, entiende que aun siendo mano derecha debe hacerlo ya que caso contrario puede perder su privilegio y pasar de ser indispensable a prescindible. Y ahí empieza una huida que es una carrera que no acabará hasta que la parca, como juez supremo, baje la bandera a cuadros que defina al ganador.

En cada ciudad un capo, en cada rincón de cada ciudad de cada estado un confidente, un chivato, alguien vendido, alguien comprado. Cada cual en su casa y la mafia en la de todos. Dios bendiga a América.

Carreteras de Otoño es una novela road crime donde la longitud del trayecto que media entre la vida y la muerte solo depende de lo despiertos que estén los sentidos, de mantener la cabeza fría y de aprovechar, como jugador de ventaja, las cartas que te proporcione el azar. Y no titubear nunca; y cloroformizar los sentimientos ante cualquier atisbo de querer asomar las orejas para no ser tibio y cometer el más mínimo error.

Pero toda huida supone implícitamente la contradicción de buscarse a sí mismo y toda persecución conlleva encontrarse a uno mismo. Y es así por una curiosa interpretación de la ley de vasos comunicantes que se ríe del libre albedrio.

Y es así como quien persigue y quien es perseguido, cazador y presa se mimetizan y las razones de uno y otro pueden llegar a confundirse y ser ambas válidas y ambas erróneas. Toda una lección de vida. Y muerte.

Lou Berney
Lou Berney ha escrito una novela negra que viaja por carreteras desiertas y polvorientas y se detiene en moteles anónimos; una novela en la que a las pocas páginas ya se supone su recorrido y su final, pero aún y así se lee con pasión porque hay veces en las que no importa el destino sino el viaje.

Habiendo visto El irlandés hace poco, no se puede dejar de pensar que habría hecho Scorsese si hubiera tenido que elegir entre adaptar el libreto o esta novela. Probablemente no hubiera dudado. Ambas. Ustedes tampoco deberían dudar.

domingo, 12 de enero de 2020

La luz azul de Yokohama de Nicolás Obregón

Una novela negra que, como la novela
negra japonesa, destila violencia y
poesía a partes iguales.

Cada cual elige libremente celebrar o no fiestas señaladas y el modo en cómo hacerlo.

Cada cual decide si quiere celebrar San Valentín y mientras la mayoría opta por acciones románticas, no en vano se asocia comercialmente con el día de los enamorados, alguien ha decidido hacerlo con una acción violentamente criminal.

Los cuatro cuerpos, padre, madre, hijo, hija de una misma familia han sido hallados muertos ¡menuda celebración!

Kosuke Iwata atormentado por el peso de este múltiple asesinato y ofuscado principalmente por el hecho de que uno de los cadáveres sea el de una niña pequeña, hace del caso cruzada.

Y le confía al resultado de la investigación su propia redención. Kosuke es un inspector de policía desesperanzado por traumas del pasado. Nada nuevo bajo el sol. Pero en este caso puntuales flash-back vienen a explicar decisiones y acciones que ayudan a entender un presente que de otro modo quedaría incierto y descoyuntado.

Nada peor para un asesino que le persiga un investigador asediado por un pasado que hace que a su presente no le importe el futuro. Y si bien la ventaja inicial es grande, Kosuke la acorta a pasos agigantados gracias a un proceso muy racional de investigación y deducción.

En oriente el tiempo transcurre a la misma velocidad que en occidente pero parece tener otro ritmo y así su novela negra, la original, lo acompasa a esa particular forma de hacer y de comportarse que tiene su cultura lo que da como resultado que su noir sea tan violento como poético.

Ante todo y sin otra intención que de aclarar conceptos, no es lo mismo una novela negra japonesa que una novela negra ambientada en Japón. Y estamos ante una novela negra ambientada en Japón, lo que no es desmerecedor pero si definitorio.

Nicolás Obregón
Nicolás Obregón apunta un conocimiento de una sociedad, una cultura, unas gentes, un machismo y una geografía de Japón por encima de la media de cualquier gaijin y dota a la trama de ese punto de melancolía pausada y de ese momento contemplativo tan habitual en la novela negra japonesa que le otorga rango de par.

Mueve sus personajes de forma comedidamente educada, según las costumbres locales, y otorga vivacidad a las acciones sin recurrir a efectos luminotécnicos, le basta con describir los rincones, casas y calles de la ciudad donde transcurren; escenario perfecto y adecuado para el contenido argumental que desarrolla con gran nivel de verosimilitud y que concluye, satisfactoriamente, del mismo modo.

La luz azul de Yokohama es una novela negra a la que se aprecian mejor los matices una vez leída. Una vez reposada. Y Kosuke es un personaje al que se le echa en falta al despedirse.

martes, 7 de enero de 2020

Maximilien Heller de Henry Cauvain

Una de las semillas más fructiferas
de la novela policiaca y de sus
correspondientes sub-géneros  y
en especial la novela negra.
La lectura más adecuada en estas fechas, en las que se conmemora el nacimiento de Sherlock Holmes el 6 de enero de 1854 es Maximilien Heller.

La razón es que se dice que Maximilien Heller es en quien se inspiró Arthur Conan Doyle para la creación del personaje, quizás, más famoso del mundo literario: Sherlock Holmes.

Hay analogías, tanto en su aspecto físico: alto, delgado, enfermizo; en su carácter: misántropo, filósofo, diletante (química, ciencia forense), observador, analista; en su forma de vida: solitario, austero, desapegado de bienes mundanos; en sus vicios: escribir, amontonar información e inclinación al opio; habilidades: facilidad de disfrazarse, dominio de las normas sociales, atlético; en sus relaciones: se nos presenta con un doctor que será su amigo, compañero y transcriptor del caso y haciendo amistad colaborativa con un chiquillo digno de ser un irregular.

Existe también el hecho de que Maximilien sea una suerte de detective aficionado y del que tenemos constancia en 1871, dieciséis años antes, 1887, que Sherlock.

Tanto parecido no puede ser casualidad pero nada más lejos de la intención de esta reseña que dictar sentencia al respecto, especialistas y estudiosos hay, pero era inevitable mencionar esos datos y explicar así la curiosidad suscitada para su lectura.

Lectura, que más allá de consideraciones ajenas a su argumento, resulta de lo más agradable y aconsejable por el despliegue lineal de su trama, engarzada de hechos lógicos y consecuentes, algo que aun pareciendo una perogrullada conviene resaltar habida cuenta de que hoy en día es un aspecto que suele soslayarse.

También reclama su lectura por su vivida descripción de personajes y ambientes y por su desarrollo bien planteado y mejor ejecutado narrado a dos voces, oral por parte del doctor y epistolar por parte de Maximilien que nutre de dinamismo el relato.

El banquero Bréhat-Lenoir ha sido asesinado, probablemente envenenado con arsénico, y su joven criado Louis Guérin, ignorante y pueblerino, es acusado por el comisario Bienassis de ser el culpable.

Maximilien Heller, por una curiosa circunstancia de vecindad, no con el muerto sino con su presunto verdugo, resulta implicado en este caso y por su conocimiento de la naturaleza humana establece, para sí y sin duda alguna, la inocencia del acusado y la férrea voluntad de demostrarlo atrapando al verdadero culpable en un periplo que lo llevará hasta la Bretaña.

Henry Cauvain
Henry Cauvain nos lega una novela que va más allá del folletín, que por fecha le correspondería, y asienta las bases anteriormente esbozadas que determinan el calificativo de policiaca a una novela de misterio. Su redacción es ágil y fluida, nada recargada y menos afectada, como podría requerirlo un personaje que para nada busca compasión y si estímulos intelectuales para alimentar su mente.

En la novela no es tan importante descubrir la identidad del asesino, más que evidente, sino la planificación, el método, el motivo y la intención del crimen, con lo que se consigue una novela policiaca que baila pegada con el procedimiento psicológico, incipiente, eso sí, pero existente.

No tiene argumento complejo ni giros imprevistos: a finales del siglo XIX estaba casi todo esto por inventar. Maximilien Heller fue una fructífera semilla del género policiaco y de su evolución en sub-géneros.

Léanla, pues, con esa perspectiva pero también con detenimiento y sumérjanse en ese ambiente, en esa época y déjense seducir por ese personaje que, lamentablemente, no tiene segunda novela ni continuación. Si acaso tendría reencarnación. En Sherlock.

Aunque, si así fue, en el viaje, esa alma, hubiera cambiado amabilidad y sensibilidad por autodestrucción y narcisismo.


jueves, 2 de enero de 2020

Dead Inside de John Arcudi y Toni Fejzula

En un centro penitenciario el mayor
reto es sobrevivir.
Los centros penitenciarios son los resorts donde la sociedad encierra a los elementos inadaptados a sus normas sociales de comportamiento, cuyos delitos alteran la paz y la convivencia, y son, a su vez, una mini sociedad con sus propias normas y reglas.

En un centro penitenciario coexisten funcionarios que gestionan, vigilan y regulan y presos que son gestionados, vigilados y regulados y que a su vez gestionan, vigilan y regulan a otros presos. Los roces fomentan simbiosis que ofrecen un complemento salarial a los primeros, mal pagados, muchas horas extra y mucha tensión, y el bienestar y cierta vista gorda, dentro de lo posible, a los segundos y protección o todo lo contrario a los terceros, el eslabón más debil.

Todo un microclima que ofrece, a quienes ponen su ojo en la lente del microscopio, la parte más negra de las personas, reos por su conducta y condición. Quienes otrora fueran valientes, soberbios y osados ahora pueden ser objeto de maltrato y sufrir en propia carne el miedo y el desprecio que vieran en los ojos de sus víctimas.

Verdugos y víctimas. Autoridad, hostilidad, poder, humillación, sadismo. Víctimas y verdugos.

En la Penitenciaría Bennet, bajo la jurisdicción de Departamento de Crímenes Carcelarios de la Oficina del Sheriff del Condado de Mariposa se han producido dos muertes y la detective Linda Caruso recibe el encargo de solventar de forma rápida el expediente: las muertes de los reclusos no interesan a nadie y cuando menos se aireen mejor.

A Caruso le exigen oír, ver y callar. Burocracia y sexismo es algo que no va con el carácter de la joven detective que decide ahondar en el caso, un claro asesinato y un más claro suicidio, y descubre que investigar en una prisión conlleva más riesgos que atravesar territorio comanche.

Encuadres con perspectivas llenas
de ritmo y taquicardia.
El guionista estadounidense John Arcudi completa brillantemente una historia apasionante llena de tensión, emoción y violencia. Un argumento que emplea muy bien los conceptos clásicos que identifican este subgénero Penitentiary Story pero que los replantea de forma novedosa y cuando se acerca peligrosamente a lo previsible sorprende con cambios de ritmo y giros propios de la novela negra.

El dibujo del serbio Toni Fejzula no se queda atrás y afea cuerpos y rostros con sombras imposibles para demostrar que las personas implicadas en la trama ni son felices ni les importa nada que no sea sobrevivir y que quien más quien menos tiene su lado oscuro. El empleo, habilidoso, de perspectivas aporta la sensación de opresión que supone el encierro, tanto obligado, el de los presos, como el voluntario, el de carceleros y policía desplazada para la investigación. Un dibujo escogidamente sucio y por ese motivo induce a rechazo y sugiere repulsión. Ni más ni menos que lo que se pretendía: objetivo cumplido. No hay glamour en las prisiones y si con el dibujo no es elocuente ahí está André May para evidenciarlo con su paleta de colores.

Es una obra sobria y seria y por todo ello muy recomendable. La edición se acompaña con bocetos y galería de ilustraciones que explican el método de selección en el casting de protagonistas.


El Penitentiary Story, historias penitenciarias, es un subgénero nacido en los albores de la novela negra y tiene su origen en relatos autobiográficos de presos. Con el tiempo ha ido desarrollando carácter propio y ha sido el cine y sobre todo la televisión quienes han sacado partido de su potencial.

Para quien guste este género hay amplia oferta, siendo los clásicos las primeras novelas autobiográficas llevadas al cine: Soy un fugitivo, Veinte mil años en Sing Sing, Papillon… hay otras novelas y películas al uso como por ejemplo El hombre de Alcatraz o La leyenda del indomable, sin olvidar Celda 211 y hay series de televisión recientes como Prison break, Orange is the new black, Bis a Bis, Mindhunter y recomiendo especialmente The night of

viernes, 27 de diciembre de 2019

Novela negra, o casi

Novela negra, una luz
en la oscuridad.
¿Y la novela negra? Bien, gracias. El magnífico estado de salud que muestra está matando las librerías que le han suministrado suero intravenoso cuando nadie daba ni un euro por ella.

Y así es. Y así lo dijo Paco Camarasa, irreverente mitad de la Librería (si, con mayúsculas) Negra y Criminal que cerró cuando más novela negra se publicaba y más se vendía. Solo que no eran ellos los que hacían caja sino las plataformas de venta online y las grandes superficies ¡cling! ¡cling!

Ya se sabe que hay quien se apuntó a esto aprovechando la ocasión cuando otros lo hacían por devoción. Casi mística la que impelió a Miquel Àngel Díaz con su SomNegra a tomar el relevo de la anterior antes, también, de morir en el intento: “vienen a informarse, a las presentaciones y luego compran en majors”.

Y es que la pesca de arrastre destroza el fondo marino y perder a pescadores de caña es un imperceptible daño colateral. He visto cosas que vosotros no creeríais: he visto desaparecer librerías.

Y se sigue publicando más novela negra que nunca, o casi.

Hay autores y autoras que incluso abandonan ese trapicheo en que se ha convertido el vergel que antes era un erial y al que los nórdicos aportaron agua. Nieves Abarca sin ir más lejos que publicara con éxito junto a Vicente Garrido una serie protagonizada por la inspectora Valentina Negro dice que adiós muy buenas. Definitivo o temporal el tiempo lo dirá. Que antes se veía donde pisabas, ahora con tanta vegetación no ves venir a las serpientes.

Y se sigue publicando más novela negra que nunca, o casi.

Y lo mismo pasa con los eventos dedicados a la novela negra imprescindibles para mantener foco en el género. Esa frikada que se repetía cada año, o casi, en algunos pocos lugares, con pocos medios, amb una sabata y una espardenya y con devotos irredentos, ahora se han multiplicado y expandido y prostituido, o casi, en su sentido y en su significado. Lo que al principio era soloparalocos ahora es glamuroso.

Para las ardillas hoy es posible recorrer de nuevo la Península saltando incluso a las islas, las del sur y las orientales, de festival noir en festival noir y no es malo si el fin es bueno, aunque no haya suficientes bellotas para todos.

En algunos actos, si no llegas pronto, los asientos están okupados por claca, youtubers, influencers, que suben sus selfies junto a autoras y autores o con el escenario y el logo de fondo y obtienen más likes, ¡cling! ¡cling! en unos minutos que libros venden los fotografiados en toda su vida literaria.

La novela negra sigue de moda y ya va más de una década. Sale en los telediarios y en el papel couché. Recibe premios de renombre que antes la esquivaban y repudiaban, algunos pactados de antemano, y ha pasado de pulpa a tapa dura. De céntimos a euros. Y aquellos literatos que nunca estrenaron, estrenan hoy y salen a la caaaaalle buscando mención.

Claro que sí: notoriedad y candelabro ayudan a llenar el sombrero, o casi, de los sufridos escritores semper fidelis al género, con algunos billetes, aunque sean grises, que hasta ahora solo era calderilla ¡cling! ¡cling!

Calidad y rentabilidad es
dificil que se junten.
Y en los eventos, en las mesas redondas coinciden escritoras y escritores de este género. Y coinciden porque son las mismas caras, o casi, en todos los eventos, o casi. Y los hay insistentes yo he venido a hablar de mi libro. Y los las hay que se dan abrazos sin cuchillo, los han requisado en la entrada; y tú me das cremita yo te doy cremita, alabándose las respectivas obras. Reciprocidad. Alabamos, alabamos, ala vamos.

Comportamiento endogámico que puede acabar fagocitando al huésped, a los lectores de toda la vida que fueran costaleros de esos eventos. Esos que cargaron a hombros tiempos duros y peso excesivo y ahora no pueden leer, por exceso y por baja calidad, ni pagar, tantas novedades. Y con el poco dinero que recibe quien firma la autoría de la obra aún dicen que el pescado es caro.

Si la endogamia supuso el principio del fin de algunas tribus y estirpes de la realeza, bien pudiera serlo del género negro, o casi. Y si no acaba con él lo está dejando tonto: se escribe mucho pero mucho de lo que se escribe es más de lo mismo, o casi.

La originalidad está perdiendo terreno, o casi, ante la efectividad. Y la escritura desde las vísceras lo está perdiendo ante el empleo de generadores de best-sellers. Y hay autores fachada que deberían dar un paso al lado, por honestidad, y mostrar la cara del negro que les da la fama.

Las editoriales, legítimamente, quieren ventas. Y fichan a autoras autores incluso de la competencia en un mercadeo que se compensa con premios y otras lindezas. Lara vino a decir algo, a propósito del Planeta, el premio, no el cuerpo celeste, que sonó como que no buscaba lectores sino compradores ¡cling! ¡cling! Y es que las editoriales buscan rentabilidad. Como cualquier otra empresa. Y escritoras escritores una remuneración como cualquiera que trabaja.

Y es que en este mundo literario y además noir o te apadrinan o te apuñalan o casi.