domingo, 3 de enero de 2021

Audiolibros

Los libros sonoros, los audiolibros, son una magnifica alternativa para regalar el oído de personas convalecientes, o de salud delicada. Y también para quienes conducen durante largas horas y ya empiezan a hartarse de programas de radio que se repiten más que el ajo. Y para toda aquella persona que mientras pinta cuadros o paredes, o las enyesa o las levanta, o realiza labores de jardinería o de índole doméstica o lo que sea en cualquier otra profesión que se le permita esta libertad, aprovecha para disfrutar de una buena trama literaria.

Incluso para quienes habitualmente no leen, esta es una forma de leer sin leer.

Hay una incipiente industria con gente emprendedora que procura tratar el producto con mimo e ilusión y aspira a su parcela en ese, frágil y flaco, negocio y a quienes deseo mucha suerte.

Conozco a autoras y autores que ven una vía más para rentabilizar su creación y bien saben los dioses que lo necesitan casi tanto como el aire (cobran una miseria por cada libro vendido) o que simplemente lo ven como una vía alternativa para experimentar su creatividad.

Y envidio a quienes escuchan audiolibros, a quienes son oyentes de lectores, ya que de momento no soy capaz de poder disfrutar de ese placer.

Y no es por prejuicio, ni por defender el papel, ni su alternativa digital. Ni por padecer ningún trastorno de oído o cognitivo.

Es simplemente que mi tempo de lectura se adecua al ritmo de mi procesador. Que vuelvo atrás para refrescar o simplemente para deleitarme en la sonoridad de esa palabra o de esa frase y que detengo su avance para reflexionar sobre lo leído; para formular hipótesis, para imaginar escenarios…

En la música la sonoridad nos viene dada. En la lectura las voces, la musicalidad, la pone la persona que lee. En cambio cuando se escucha un audiolibro se está a merced de la voz, suele ser una única para todos los personajes, y el ritmo de otra persona.

Y yo necesito poner mis voces, oírlas y escucharlas y administrar mi tempo, tal como pide implícitamente toda lectura que se precie.

Hoy no soy target de audiolibro. Tal vez, como con la primera tónica, es que lo he probado poco. Por lo que nunca digo nunca jamás.

lunes, 28 de diciembre de 2020

1793 de Niklas Natt och Dag

Hay novela negra que ni se recuerda al nanosegundo después de acabarla, hay otra que aportará su nombre a la historia del género, conformando una larga lista de imprescindibles y luego está la que genera historia.

Hay pocas novelas así, cada vez se dan con menos frecuencia y no tienen patrón fijo que permita entender su errática floración, pero cuando se tiene la suerte de topar con una vale la pena tomárselo con calma y saborearla como si fuera la primera y última vez que se tiene esa suerte.

1793 es un fresco histórico de una época con una calidad de vida lamentable, una higiene prácticamente inexistente y una salubridad aún por descubrir lo que invita a morir comúnmente por pudrición de la sangre, el término sepsis aún no se había inventado, gangrena, tifus, tisis o por cercenamiento del cuello a golpes de hacha, manejada por un verdugo generalmente borracho y con poco tino lo que supone un sufrimiento añadido al de la condición de víctima.

Pero no solo la podredumbre es física, también lo es moral. En París madame la guillotine ha hecho horas extras y en Estocolmo hay quien desearía que hiciera lo mismo, entre la que no se encuentra la corte ni sus polillas, evidentemente.

Sueñan los mendigos, legión, en las noches en las que consiguen dormir, con llegar con vida al día siguiente y no ser pasto de la dominación, que bajo distintas formas, practican los poderosos sintiéndose omnipotentes y amparados por su posición, fortuna o blasón.

Los cargos administrativos penden de frágiles hilos, la honradez no existe, la corrupción es predominante, la villanía es ley y la violación es de grado o por fuerza.

1793 es una novela policiaca que transcurre antes de que se acuñara el género literario por lo que bien podría ser una investigación avant la lettre de haberse escrito entonces. Y es que tal y como está escrita bien parece un extraño manuscrito rescatado de un baúl putrefacto, entre otros documentos, roídos por las ratas y mohosos por absorción de efluvios infectos de procedencia sospechable pero evitable para mantener la salud mental.

1793 es la narración de una investigación criminal que empieza por el descubrimiento de un cuerpo quirúrgicamente cercenado y orgánicamente mutilado. Una investigación que llevan a cabo, unidos por el infortunio, un abogado tísico, Cecil Winge, que empeora a cada paso que da y un guardia retirado, Mickel Cardell, en un remedo más que satisfactorio de Holmes y Watson.

Sitúense por un momento en 1793. Imagínense llevar a cabo una investigación policial en esa época. Por unas calles en las que sortear alternativamente los deshechos humanos lanzados desde las ventanas, no hay alcantarillado, y los muertos que las ocupan, en una suerte de slalom donde el premio es no caer sobre ninguno de los distintos restos humanos.

Niklas Natt och Dag coloca ficción en la historia real de una época y un país sin que chirríe. Mueve sus personajes con delicadeza, si es que en la época es eso posible, y despliega un gran caso criminal, con gran persistencia por parte de los investigadores que se diría impropia en tiempos de tan terribles penurias y donde una vida tiene de valor lo que de sus ropas se pueda aprovechar.

El relato se sostiene en principios de razonamiento filosófico que dan esa profundidad imprescindible para que éste cale durante y después de la lectura.

Afortunadamente la vida de 1793 no es la que nos toca vivir, las ciencias adelantan que es una barbaridad, pero lo que impulsa al ser humano a ser violento con sus congéneres se mantiene inalterable de principio a fin de los tiempos.

No dejen de leer esta magna obra. Magna por su contenido y su continente: 426 páginas; pero mejor háganlo con el estómago vacío a fin de minimizar los peligros que supone adentrarse en un mundo tan maloliente que su hedor se percibe nada más pasar la primera página. Luego empeora.

Una lectura perfectamente acorde para despedir este año pandémico donde se ha reclamado higiene y distancia social para seguir con vida. Igualito que en la época en la que transcurre la novela. Lean, lean y no olviden la mascarilla.

Y lo mejor es que es la primera parte de una trilogía y que la segunda, 1794, se anuncia traducida para el primer trimestre de 2021.

¡Feliz año nuevo! Y sigan leyendo (me) el año que viene ;-)

domingo, 20 de diciembre de 2020

Cava dos fosas de Félix García Hernán

La venganza es quizás el motivo más nutritivo para el género criminal. La venganza busca equilibrar el daño recibido infringiendo igual o más daño: amores despechados, delincuentes condenados, humillaciones profesionales, diagnósticos médicos erróneos… tantos y tantos motivos, con razón y proporcionalidad o no, buscan en la venganza su compensación que es lógico creer que esta sea inherente a la raza humana probablemente desde antes de que los homínidos anduvieran erguidos.

A finales de los ’70 y principios de los ’80 en la España de la Transición, había pistoleros como los que hubo en los años ’20, que sufragados, alentados y amparados, por poderosos reaccionarios con dinero o con posicionamiento casi o del todo intocable, administraban su justicia que condenaba todo atisbo de libertad que el régimen dictatorial tenía prohibido, a pesar de que este ya no ejercía, pero había quien quería que todo siguiera igual.

Una época convulsa que lamentó números actos violentos contra librerías, persecuciones y palizas a gente que respiraba vientos libertarios, fueran culturales o ideológicos y asesinatos de rivales políticos y sindicales; la depuración en la policía y en el poder judicial se producía en cuentagotas en la primera y aún hoy se sufre la inactividad de renovación del segundo.

De aquella época parte el argumento de Cava dos fosas, como novela negra, que inmediatamente gira a thriller para desaprovechar una buena ocasión crítica y enfoque más social para centrarse en los protagonistas y tomar la deriva más simple de generar y encadenar acción con acción. Un inicio prometedor de buena literatura se convierte en pseudoguión cinematográfico.

Una paliza con fatales consecuencias a una pareja de jóvenes homosexuales en el Parque del Retiro de Madrid por parte de un grupo ultranacionalista, exige a un joven Javier Gallardo a tomarse el caso casi como un tema personal y hacer de su resolución incluso motivo de insubordinación. Se trata de un policía convencido de que el aperturismo en el cuerpo es posible.

Pero todo pasado tiene incidencia en el presente y ahora un Javier Gallardo, que dobla la edad a aquel, se ve obligado a revisitar rincones de su memoria para intentar comprender como ha llegado a la situación actual y aceptar que la tortura psicológica es más difícil que soportar que la física.

Cava dos fosas es una historia de venganza que alterna dos tiempos narrativos, pasado y presente. Ambas estructuras se desarrollan linealmente no exenta de giros y sorpresas inesperadas para cumplir su función de thriller hasta que se resuelva el caso si es que lo consigue una investigación, ingeniosa y bien argumentada, lo mejor de la novela, que mantiene por si sola el interés ante los hechos consumados del pasado y los previsibles del presente.

Una narración sin concesiones a las florituras; que busca con un lenguaje directo provocar una sensación de claustrofobia, angustia y temor, sustentada por unos personajes muy carismáticos y entre quienes no ofrece muestras de predilección aunque haya quien se erija como líder.

Lo peor de la novela es la moraleja que se extrae de ver que a pesar de los años transcurrido estamos igual: palizas a colectivo LGTBI, rechazo de la democracia, poderes fácticos por encima de los legalmente constituidos, abuso de fuerza policial, prevaricación judicial, violencia de género, machismo…

Félix García Hernán ha escrito una obra dramática que gustará a crítica y público, que entusiasmará por su tensión pero que no dará satisfacción a quienes le pidan a la lectura un plus en trascendencia y denuncia.

Habrá que esperar a su siguiente publicación, Pastores del mal, ya anunciada, para ver hacia donde se inclina.

jueves, 17 de diciembre de 2020

La música de los huesos de Nagore Suárez

La música de los huesos es una novela negra millennial, escrita por una autora millennial, protagonizada por personajes millennial y dirigida a un público no solo millennial sino preferentemente femenino. Y si no millennial por calendario si por su fondo y su forma.

Y es que la novela negra millennial tiene en autoras su principal exponente, parece que los autores jóvenes no acaban de estar por la labor.

Y esa corriente genera un cambio de paradigma en el género que no se podrá analizar hasta que hayan pasado unos cuantos años. Por ello mismo nombrarla como novela negra es erróneo, aunque sea el modo en que editoriales, librerías y lectores hayan convenido comunicarse de forma consensuada.

La novela negra millennial tiene mucho de millennial y poco o nada de negra. Y La música de los huesos es el hibrido resultante de intentar mezclar novela negra, policiaca y thriller con un ritmo ágil y fresco adecuado a los tiempos actuales y buscando un nuevo público lector que viene de leer otras fuentes y por tanto no comulga con los popes del género que, le son ajenos e impropios.

La trama gira alrededor de las peripecias vivenciales de Anne, una joven que decide renunciar al sueldo fijo de su trabajo, que entiende coercitivo de sus capacidades creativas, y busca reencontrar su camino alejándose de la urbe. Y decide alojarse en una vieja e indiana casona familiar que además de recuerdos y reencuentros le traerá preocupaciones y serios problemas.

La música de los huesos es una historia tiovivo donde giran los personajes y sus vivencias esperando que cese la música y se detenga el movimiento.

La letra la pone una redacción pulida y correcta, en construcción e intención, aunque mermada de literatura por abuso de frases cortas que la acerca peligrosamente a un largo hilo. Pero una vez más responde a la adecuación a los nuevos tiempos. Que deleitará a quienes se acerquen a la lectura viniendo de redes y que no aceptará quien venga de la tradición lectora.

La trama va avanzando merced a un desarrollo capitular alterno en doble tiempo, pasado y presente, excesivamente habitual últimamente. El relato en primera persona favorece lo que parece la inclusión de pensamientos propios de su autora que ayudan a hacer aún más real a la protagonista.

Capítulos titulados con nombre de canción, conforman la banda sonora, la soundtrack, si se desea acompañar la lectura o tenerla como lista de escucha permanente. Para alguien, como la autora, Nagore Suárez, que ha triunfado en redes sociales, es fundamental asegurarse la presencia en todos los ámbitos posibles.

Hoy en día no basta con escribir, hay que moverse en muchos frentes y solo los que lo logren sobrevivirán en ese mundo tan exigente y tan poco recompensado de la literatura.

Una novela que tendrá su público y a veces, como tener likes en las redes, con eso basta. El otro público encontrará que no responde al eco propagandístico ni mediático otorgado y que se echa en falta el punto rompedor que debería contener por consonancia histórica de una generación que pide su espacio.

domingo, 13 de diciembre de 2020

El Club del Crimen de los Jueves de Richard Osman

Estamos ante una novela policiaca, al viejo estilo, que no novela negra, que desborda ironía y humanidad. Ante una comedia policiaca de humor negro para más precisión. No podía ser de otra forma cuando los protagonistas, Elizabeth, Joyce, Ron e Ibrahim, son amigos, personas de edad avanzada y residentes en Cooper's Chase, un complejo para el ocaso vivencial, multirracial y multicultural, con más marcha que una residencia universitaria.

Y es que a partir de cierta edad los defectos y las virtudes tienden a encontrarse y no a enfrentarse y quien no se ríe de sí mismo quizás ya no tenga tiempo de hacerlo.

La vida te permite recordar cuándo fue la primera vez de algo, pero no te da pistas de cuándo puede ser la última.

Elizabeth es una mujer decidida y con capacidad de liderazgo que esconde un pasado vinculado al servicio secreto; Joyce es una viuda reposada, ex-enfermera, de apariencia ingenua pero de mente ágil y gran capacidad de síntesis; Ron es un antiguo activista sindical que no ha perdido capacidad oratoria ni facilidad para analizar situaciones e Ibrahim, que, como ex-psiquiatra, mantiene intactas sus facultades para interpretar reacciones y comportamientos. Y todos sobrados de ingenio y energía.

Un equipo, donde las mujeres son las piezas fuertes, que se entretiene en investigar casos policiales antiguos hasta que se les presenta uno calentito y a las puertas de su casa. Magnífica ocasión que no hay que desaprovechar y en nada consiguen convencer a los policías Chris y Donna para establecer una relación que beneficie a todos y ayude a resolver los crímenes (después del primero siguen más) lo más rápido posible.

A ninguno de los cuatro les asusta estar delante de personas muertas, a su edad es una constante y un desenlace asumible, pero estar ante un asesinato sí que debería. Y tampoco. Al contrario, les resulta estimulante y conlleva una mezcla de emociones que les revitalizan, aún más.

Richard Osman desarrolla una intricada trama, cuidadosamente sembrada de pistas falsas, adarves y trampantojos que funciona como un reloj; pero lo mejor son las caracterizaciones de su carismático elenco de personajes y su forma de entender y sobrellevar los agridulces momentos que les ofrece la vida.

Resulta una lectura tan agradable, fácil e intensa como repleta de humor, ternura y suspense. De principio a final donde todo cuadra. Tanto la trama principal como las distintas subtramas tienen perfecto cierre. Y si bien arranca con fuerza no solo no decae sino que acaba mejor que empieza y esto, hoy en día, es un lujo al alcance de poca gente que escribe.

Disfrútenla sin complejos. Y vayan ahorrando y pidiendo plaza para Cooper’s Chase que seguro que hay lista de espera.

Ah! el autor ya trabaja en una segunda entrega. Ojalá salga pronto.