domingo, 9 de enero de 2022

El buen padre de Santiago Díaz

¿Hasta dónde llega un padre para salvar a su hijo? Nadie lo sabe; no hay límites, no hay ética ni moral; no hay horizonte. Nada importa, ni la propia vida.

Todo vale por muy irracional que desde fuera pueda parecer.

Un buen padre ha decidido emprender una incomprendida cruzada para sacar a su hijo de la cárcel donde cumple condena por haber asesinado a su esposa. Eso dice el veredicto aunque él no haya parado de negarlo desde su detención.

Nadie, a excepción de su madre y su padre, lo han creído. Ahora solo queda el padre y está dispuesto a todo, y nunca todo tuvo un significado más aterrador, para conseguir que se reabra el caso y se le exculpe.

Para ello se ajusta a un plan perfectamente concebido y cuya ejecución debe llevar a conseguir el objetivo. Con esta ilusión se lanza cuesta abajo y arrastra consigo la atención lectora cautiva ya desde el primer momento.

Y así a una velocidad trepidante se abre una tensa, angustiosa y asfixiante carrera contrarreloj que arrastra a la policía y al lector por intricados vericuetos donde el avance de la investigación, siempre por detrás del plan establecido, hunde de desespero a los policías y al lector que se ve impotente para poder ayudar aun sabiendo lo que otros no saben.

El suspense llevado a su nivel deseado i el ritmo de thriller al límite de revoluciones.

Una trama muy bien construida que impide cualquier distracción al enlazar cada párrafo con información relevante lo que equivale a momentos de vivencia expuesta.

El buen padre es un thriller construido con el mismo mimo con el que se engastan las piezas pequeñas en una maqueta, con paciencia, pulso y oficio.

Santiago Díaz ha dibujado unos planos precisos antes de fabricar las piezas y todo medido para que encaje con precisión milimétrica, para que nada ni nadie sobresalga y estropee el encuadre.

Y también para que quien lo lea lo haga como quien ve una película sin poder despegar los ojos de la pantalla por temor a perderse un gesto o una mirada determinante. Sus recursos de guionista al servicio de un pasa páginas que no escatima en giros que sorprenden y desconciertan por igual.

No escatima en violencia, la justa y precisa, ni tampoco en favorecer la empatía con quien debería merecer solo rechazo y es que el comportamiento humano es un espejo de múltiples caras que muestra en función de donde se sitúe la mirada.

Si en Talión, su primera novela ya reseñada aquí, aun había más de guionista que de literato, con El buen padre, primera entrega de una serie protagonizada por la inspectora Indira Ramos, da el salto definitivo y consigue aterrizar no solo de pie sino clavando la posición.

Hay ganas de leer su tercera novela, la segunda con Indira, que con el título de Las otras niñas se anuncia para este 13 de enero.


lunes, 3 de enero de 2022

Piel quemada de Laura Lippman

Estamos ante una novela negra con sabor añejo; una obra que evoca esas novelas clásicas, muchas llevadas al cine, donde los personajes son sus circunstancias. Donde el protagonismo se lo lleva una mujer de la que no se sabe si es una femme fatale o una víctima de la fatalidad.

Polly, es una pelirroja de actitud reservada y distante que acaba trabajando en un bar de Belleville para sobrevivir. Adam es un detective privado que la investiga, por encargo de alguien que la describe como el más malvado de los seres, y que acaba trabajando en el mismo bar para tenerla vigilada.

A medida que Adam la va conociendo, duda de la veracidad de los datos del cliché que le vendieron y su ética se ve comprometida y cuanto más avanza la trama más confusión mental se suma. Enamorarse no entraba en sus planes.

Polly es un espíritu libre que no puede evitar enamorarse intensamente pero a la que no le cuesta desenamorarse si es preciso. Y aunque puede ser sufrida también puede infringir dolor. Un espíritu que, con más o menos similitudes, lo hemos conocido encarnado en aquella sensual Cora y su cocina aguardando al cartero; en la fría y calculadora Phyllis tras sus gafas de sol y la póliza de seguros; la vulnerable Laura volviendo de entre los muertos mientras el reloj de pie recuerda tempus fugit o una Alice saliendo del cuadro donde estaba pintada para deleite del profesor Wanley antes que el placer se torne ahogo.

Laura Lippman ofrece una brillante intriga rellena de suspense. Recoge el espíritu de mujer fatal y lo insiere en una atmosfera opresiva cuya tensión se va adueñando del lugar, no dejando espacio para el oxígeno necesario para poder respirar, hasta culminar en un final nada convencional.

La autora nos regala el reencuentro con esa narrativa, que marcó las bases donde se desarrolló la novela negra americana de la primera mitad del siglo XX, en la que lo importante son los personajes y sus relaciones. Los diálogos y los silencios. Los recuerdos de lo que no se quiere repetir y los anhelos de lo que se desea vivir.

La retoma para reinventarla, para que con la misma música se den otros pasos de baile. Nada fácil reescribir a los clásicos haciéndolos contemporáneos.

Y lo hace con un ritmo muy medido y pausado. De evolución lenta pero progresiva, sin vuelta atrás; describiendo los espacios, habitaciones y locales, que reflejan la personalidad de quienes los habitan y ambientando el entorno con el costumbrismo justo para que quien se acerque a su lectura experimente las mismas sensaciones, de calor por un sol que quema la piel o desasosiego bajo la lluvia, que los personajes.

Piel quemada es una novela negra que transcurre en medio de la nada, en un pueblo de paso, Belleville, que si se puede evitar incluso ni eso, a pesar de ser uno de los diez mejores pueblos de los Estados Unidos, según un letrero, reclamo publicitario, recién colocado en la entrada.

Demuestra como con pocos elementos se puede construir una elaborada historia cuando estos son de calidad. Habiendo empezado 2022 puedo afirmar, sin duda alguna, que tal vez no sea la mejor novela que he leído este año 2021 que acabamos de cerrar, pero si es así no consigo recordar el título de la otra. Empiecen el año con una lectura cuyo recuerdo perdura como poso de agradable sabor.

domingo, 26 de diciembre de 2021

Contrapaso. Los hijos de los otros, de Teresa Valero

Desde el golpe de estado de 1936, se han vivido distintas etapas donde el color negro, que no el noir, ha ido desde el negro ominoso, al negro nauseabundo, negro temeroso hasta alcanzar el negro eterno; esos tonos han pintado un país que el dictador convirtió en su jardín de caza y aisló en una burbuja.

Las historias que en esa época se sucedieron conforman nuestra Historia y ya no se pueden esconder ni desmentir. Una de las más deleznables, si es que hubo alguna que no lo fuera, tiene que ver con la apropiación y venta de recién nacidos.

Mujeres jóvenes, sin posibles, o de pensamientos esquivos a los impuestos por leyes arbitrarias, o repudiadas o con familias excesivamente pudorosas o temerosas de Dios, parían sin poder llegar a ser madres.

Unas por omisión ante la unilateral e inapelable docta declaración médica de muerte súbita del recién nacido; otras por acción cediendo a la conveniencia de que su retoño sería más feliz en una casa bien estante.

La maquinaria bien engrasada apenas chirrió durante los largos años que se dedicó a suministrar bebés a familias afines al régimen. Una fábrica de producción en cadena ininterrumpida y muy rentable que surtía a familias afines a los principios del movimiento, de mentes moldeables candidatas a perpetuar los privilegios y de paso erradicar malas hierbas de aquel jardín del edén

Contrapaso. Los hijos de los otros, denuncia esa tragedia a través de una elaborado argumento en la que todo es cierto o nada es mentira, según como se mire, espectacularmente dibujado y coloreado con gran sensibilidad y oficio.

La misma sensibilidad que emplea para relatar los hechos sin que por ello se desvíe ni un milímetro de la ruta de desenmascaramiento iniciada sin vuelta atrás. Nada está dejado al azar, la documentación, rigurosa, minuciosa hasta la avaricia, avala todos y cada uno de los pasos que mueven la trama.

Sin duda unos de los mejores cómics jamás publicados en toda la historia de este país y de muchos otros. Por su guion respondería a una novela negra del subgénero true crime a ritmo de thriller policiaco y por su realización gráfica fácilmente equiparable a una obra de arte. Un placer para la vista, un revulsivo para la mente y un sacudidor de conciencias.

Teresa Valero demuestra un gran nivel como relatora tanto en el texto como en los dibujos. No hay voz en off y son los encuadres en las viñetas quienes se encargan de ir marcando el ritmo; y es en el detallado contenido de las viñetas, en ese estilo a caballo entre cartoon y realismo acuarelado, esa cariñosa evocación a Blacksad, donde se viste definitivamente la historia.

Poco más se puede decir, solo recomendarles su lectura e insistir en recomendarles su lectura.

¡Ah! y lo mejor: su final indica que esto no ha hecho más que empezar.

viernes, 17 de diciembre de 2021

El cuento del Lobo de Blas Ruíz Grau

Un título tan engañoso como su cubierta y como su reclamo publicitario: Conoces el final del cuento. ¿Serás capaz de cambiarlo?, que parece escrito por alguien que no se ha leído la novela. Nada que ver con su contenido.

Una familia de buena posición económica y social se acerca a un centro comercial el viernes por la tarde para comprar ropa para asistir a una comunión. Mientras el marido espera, cargado de bolsas, sentado en un banco, su mujer y su hijo entran a una tienda, poco antes de la hora del cierre, para desaparecer a continuación.

Ni rastro. Siendo hija de quién es se debería contemplar la posibilidad de secuestro para atacar a su padre, aunque tampoco se debería descartar un abandono voluntario, aspectos que la policía duda en contemplar.

Con este punto de partida el autor pretende sumergirnos en un torbellino de emociones y angustia que no logra por distintas razones.

Al narrador omnisciente hay que reprocharle que el uso del recurso Cliffhanger al final de capítulo se convierta en abuso y por tanto no solo pierda su intención sino que aburra. Y al autor que abra subtramas para explicar los conflictos emocionales de sus personajes y ni los cierre y, en algunos casos, ni tan solo aporten nada a la trama principal, lo que supone sortear piedras en el camino de la lectura, frenar el ritmo y ralentizar la tensión.

Aparte que recurre a un recurso (desvelarlo sería spoilear en demasía) que no solo resulta censurable, desde los tiempos del Detection Club, sino que además deja en evidencia la poca rigurosidad policial, que en todo momento parece moverse por impulsos y no por procedimiento.

Y es que la investigación brilla por su ausencia en una trama que solo coge carrerilla en el último tercio de la novela, y eso que cuenta con una especialista venida exprofeso, y que evidencia la incapacidad policial para resolver un caso que va abriéndose por sí solo y que soluciona quien menos se esperaría que lo hiciera.

Un thriller sembrado de recursos manidos y personajes cliché: unas elecciones a la vista, un político corrupto con un asesor turbio, una periodista salida de la nada con recursos ilimitados, un narco gallego bondadoso, un sicario ruso apodado el checheno muy malo, unas policías que arrastran problemas emocionales y que no dudan en fundirse en abrazos entre mares de lágrimas (algo que tal vez si fueran personajes masculinos no se daría) a la mínima ocasión…

Una lectura que hará las delicias de las personas lectoras de prêt-à-porter.

PD: a lo de “señora no, señorita” solo faltaría añadirle será porqué usted quiere...

lunes, 13 de diciembre de 2021

Antes del Incal de Jodorowsky y Janjetov

De la alucinada y transgresora mente de Alejandro Jodorowsky, artista polímata chileno, nacionalizado francés y aún activo a sus 92 años; y de la capacidad mesiánica y alienígena para crear universos gráficos del dibujante Moebius (nacido Jean Giraud (8/5/1938 – 10/03/2012) surgió desde 1980 a 1988 una ópera espacial llamada El Incal. Una magna y épica historia que en formato cómic revolucionó el medio y de paso hizo explotar un montón de cerebros.

Un argumento de etiquetaje imposible que se desarrolla en una trama laberíntica, con la posesión y mantenimiento del poder como eje, a cuyo alrededor giran subtramas pobladas de razas y etnias de un mundo constituido por submundos con tensiones políticas y sociales.

Pero leer El Incal es como entrar en el cine con la película ya empezada: se inicia con un salto desde El Callejón (o Paseo) de los Suicidas en caída libre, salvo cazador avispado que lo mate al vuelo, hacia el lago de ácido.

Pronto se entiende todo y se disfruta lo que sucede a continuación pero nos consta que algo tuvo que suceder anteriormente para desencadenar toda la historia y terminar con ese salto mortal de necesidad salvo imponderables.


Y lo que sucedió antes es lo que se cuenta, precisamente, en Antes del Incal.

Esta precuela del Incal, escrita por el mismo Jodorowsky pero en esta ocasión dibujada por Zoran Janjetov se gestó al acabar la anterior entre 1988 y 1995, manteniendo el estilo de dibujo que creara Moebius.

La historia empieza con un adolescente e indeciso John Difool, de padre delincuente y madre prostituta, para nada conocedor de lo que el destino le reserva ni del predominante papel que tendrá en la historia de Ciudad-Pozo, y evoluciona hasta verlo madurar y conseguir la licencia de detective privado de clase R.

El examen para obtenerla consiste en una investigación, objeto de este álbum, no exenta de riesgo extremo para el protagonista y con quien se le cruce o se le junte, que puede poner al descubierto una trama construida por grandes mentiras que busca perpetuar la situación de las clases sociales de Ciudad-Pozo.

Ciudad-Pozo es un ensamblaje, más o menos cilíndrico, de múltiples niveles superpuestos a modo de anillos, siendo el superior, atmósfera exterior y luz natural, el ocupado por la clase dominante de los Aristos y el inferior, el anillo Rojo, los bajos fondos, el habitado por las clases más desfavorecidas e incluso mutantes, a un paso del lago de ácido que desintegra lo que o quien en él cae.

El poder legislativo, el poder religioso y el poder policial, claramente identificados y diferenciados, se reparten la gestión de la ciudad y aunque mantienen sus diferencias a raya, la investigación de John Difool puede romper tal delicado equilibrio y destapar las ansias de apoderarse del poder ajeno, que, aunque ocultas, permanecen insatisfechas en cada ámbito.

Antes del Incal desnuda todas las vilezas humanas, y especialmente las machistas, sin reparos y muestra las artimañas que emplean los gobiernos para mantener a la ciudadanía como pacíficos rebaños aunque no por ello consigan evitar la existencia de elementos revolucionarios, capaces de todo para desenmascarar la élite y mejorar la situación de sus conciudadanos.


Antes del Incal
es una revisitación a la lucha de clases aunando los principios del materialismo histórico con la metafísica, en escenarios de investigación criminal.

En 300 páginas se pueden decir y dibujar muchas historias y sin duda tanto Jodorowsky como Janjetov las han aprovechado al máximo, el conjunto es un compendio de tiranía, religión y pseudociencias mostrado con lenguaje soez y acompañado de toda clase de violencias, inherente en todo régimen patriarcal excesivo.

Esta edición es espléndida ya que respeta las viñetas y los colores originales. Lejos de otras ediciones que mostraban viñetas censuradas, especialmente desnudos, y donde, por haber recoloreado, predominaban colores planos sin contrastes ni sombras.

Sin duda un esfuerzo editorial, que se agradece y aplaude, por recuperar una obra tal como se concibió y se realizó. Una edición de lujo para regalársela o para regalarla, pero sobre todo para leerla y para fijarse en los cientos de detalles que encierra cada viñeta.