“Mentalista. Sustantivo. Se dice de quien utiliza la agudeza mental, la hipnosis y/o la sugestión. Manipulador magistral de la mente y el comportamiento”
Patrick Jane es un mentalista de éxito al que un despiadado asesino, que firma John el Rojo, le mata a su mujer y a su hija. Capturarlo y torturarlo hasta la muerte es el aliciente que le impele a seguir adelante, no sin pasar sus momentos de naufragio como todo ser con sentimientos. El que tenga claro que cogerlo no significará entregarlo sino todo lo contrario supone que sea de los pocos que dicen lo que muchos callan.
John el Rojo no solo es depredador sino que ahora también es presa y su omnisciente presencia alcanza incluso a los títulos de todos los episodios que aparecen impregnados con la palabra rojo o cualquiera de sus acepciones: carmesí, escarlata, carmín; o una palabra que se asocie con rapidez al color: rosas, fresas, sangre, fuego, rubí.
Patrick Jane entiende que trabajar para la policía puede ayudar a resolver delitos y que esta asociación le puede acercar a su objetivo por lo que cambia sesiones espiritistas a particulares ricos y actuaciones en escenarios de ilusión y candilejas por la realidad de la calle y la luz de las farolas con sus nuevos compañeros del Departamento de Investigación de Crímenes de California, con base en Sacramento, lo que constituye la base argumental de la serie.
Patrick no es un vidente, no es un médium, y por haberlo representado en múltiples ocasiones tiene muy claro que nadie lo es ni puede serlo, aunque a veces lo siga simulando para facilitarle libertad de movimientos en la investigación.
Es un observador acostumbrado a trabajar con el lenguaje no verbal, con un entrenado método de asociación y deducción que ayudándose de técnicas hipnóticas y de sugestión consigue resultados sorprendentes que para los no iniciados pueden tener su punto inexplicable. Pero no hay poder sobrenatural en el. Es un prestidigitador mental. Es un mentalista.
De la serie destaca que el protagonista no es policía ni detective, solo un asesor. También se nota la devoción que sienten los guionistas por el personaje principal que chupa cámara como protagonista absoluto; la ambigüedad con la que tratan la relación que mantiene con su partenaire femenina y lo poco trabajados que resultan los secundarios excepto en sus interacciones, aunque, como siempre, la sucesión de temporadas suaviza inevitablemente esta superficialidad.
En general hay muy poca complicidad entre los dos protagonistas principales, a diferencia de otras series. Prácticamente ni gestos de complicidad ni muestras de cariño, ni insinuaciones sugerentes ni directas ni de ninguna clase. La cara de ella, la jefe del Departamento, Teresa Lisbon, es siempre un poema, verla sonreír es una aparición y verla reír tiene que ser espectacular ¡la alegría de la huerta vamos!, a diferencia del rostro de Patrick: sonrisa floja permanente en rostro clarito enmarcado por rubios rizos angelicales ¡el yerno perfecto!.
El resto del equipo de detectives lo conforman: Grace Van Pelt, la novata, que parece recién salida de un internado de señoritas con el mundo por descubrir, Wayne Rigsby un niño grande que solo piensa en comer y Kendall Cho, hierático y lector voraz que cubre el cupo étnico, .
Para ir conociendo algo más de cada uno de los protagonistas tenemos que ir desgranando vaina a vaina de guisante que van cayendo del cielo cada pocos episodios. No sabemos nada de donde vive nadie, solo que Patrick tiene su casa ausente y suele dormir, es un decir pues desde el suceso padece insomnio crónico, en un sofá de piel que hay en la comisaría (presencia muy conveniente para la serie pero para nada habitual en una comisaría), ni tampoco sus gustos culinarios, musicales o literarios. Aunque suele tomar te y vestir prácticamente igual en todos los capítulos. También sabemos que le gusta conducir deprisa y que su vehículo es un Citröen DS ( modelo conocido como tiburón) ¡toda una reliquia de museo!
Patrick toma el control de cualquier investigación aunque Lisbon se resista, sin poner mucho empeño todo hay que decirlo, y con una mirada o un gesto, decide y actúa como si estuviera al mando y con el saldo de resolución de casos claramente a su favor nadie le discute le nada. Como asesor no está sujeto al protocolo del cuerpo de policía, tópicamente amordazado por criterios políticos, y antepone su sinceridad al decir lo que piensa a la sumisión del convencionalismo social. De hecho podría ir de Llanero Solitario y obtendría el mismo resultado pero la serie acabaría aburriendo.
Su comportamiento resulta extravagante por espontáneo a los ojos de desconocidos aunque tampoco es que sus compañeros le tengan bien tomada la medida, y su pose es siempre de inocentón buenorro que no ha roto un plato en su vida o de niño travieso que disfruta de las cosas más simples. Solo hay algo capaz de enturbiar este idílico estado y es cuando por alguna razón la sombra de John el Rojo está presente.
En ese momento su rostro se endurece, su mirada se agudiza, su cuerpo se envara y todos sus sentidos sobrepasan las escalas de medición en una alerta centrada en captar cualquier atisbo de pista que le permita atrapar a su Némesis. Y si no hay donde rascar suele caer en una profunda depresión que lo encierra en si mismo hecho un ovillo sobre su sofá.
Los episodios resultan entretenidos aunque en general son demasiado ligeros para tomárselos en serio. Muy poca investigación policial, poco seguimiento de pistas, poca interacción forense, poca ciencia y mucha intuición... Jugamos a observar y deducir y es divertido aunque tengamos la desventaja de no poder tomarle el pulso al interrogado e interpretar sus alteraciones como indicio de verdad o mentira.
Es solo un paréntesis amable. Es un pastelito de nata frente al cocido de vísceras y menudillos del CSI.
Van por la 4ª temporada y al parecer hay contrato para 7, por lo que si les gusta tienen donde agarrarse.
Más datos sobre esta serie los encontrarán aquí http://www.formulatv.com/series/el-mentalista/
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