Bangkok 8 es la primera novela de un total,
hasta ahora, de cinco de una serie que presentan al detective de policia Sonchai Jitpleecheep
como protagonista.
La capital Bangkok, en especial su Barrio
Rojo, y localidades de los alrededores son los lugares por donde transcurre la
trama que tiene como eje central la investigación de la muerte de forma harto
terrorífica de William Bradley un sargento de la marina estadounidense adscrito
a la embajada; un negro alto y fuerte como una columna, a quien los detectives
de la policia del distrito 8 de Bangkok, Sonchai Jitpleecheep y su compañero
Pichai Apiradee, estaban siguiendo. De ahí que, para acabar el trabajo, Sonchai sea
el encargado de esclarecer lo sucedido y ver que hay tras esa muerte.
Sonchai es un mestizo, hijo de un farang,
probablemente militar estadounidense ya que no sabe nada de él, y de una tailandesa.
Pero además de su condición racial que lo hace distinto, y por haber acompañado
a su madre en diversos viajes ha adquirido una cultura y un conocimiento de
idiomas que le hace destacar aún más entre los otros agentes. Y el adquirido
modo occidental de ir al grano en los asuntos y no dar mil y un rodeos tampoco
favorece su popularidad en el cuerpo.
Aúnque también es posible que influya su
distinción étnica: su altura, muy superior a la media étnica local, su nariz
aguileña y su pelo color paja.
Y también lo hace peculiar el hecho de practicar constantemente el arte
de la meditación, visualizar reencarnaciones (la suya más anterior la ha
ubicado en Egipto), ser integro y no aceptar sobornos, algo tan natural como
respirar en su oficio (cada policia es un recolector que abastece el sistema
financiero estructurado como una industria moderna), lo que lo acerca a un ser
arhat: alguien que trasciende para realizarse espiritualmente.
La novela adereza la investigación con
reflexiones conceptuales sobre las diferencias de pensamiento y obra entre
occidente y oriente. Sobre como el dharma explica que todo es transitorio y por
tanto no tiene sentido aferrarse a nada material, ni tan solo la a propia vida. Y sobre como el karma tiene su razón y su evolución en las reencarnaciones.
Sobre como conciben los tailandeses la vida y
la muerte, su espiritualidad, sus creencias religiosas, sus prácticas de
meditación, sus reencarnaciones, su sentido del humor y sobretodo su sentido
del placer. Son ante todo hedonistas. Y como no podía ser de otra manera, el placer se capta por los sentidos, y por supuesto el cuerpo y el sexo son medios aptos para conseguirlo, así su
percepción de la prostitución es como de un oficio cualquiera y para el que no
todos son aptos.
La práctica lucrativa del sexo se ve como un
empleo bien remunerado que requiere poco esfuerzo y que no solo beneficia económicamente
a quien lo realiza sino también a la comunidad por redundar en beneficios
sociales y en la enorme cantidad de divisas que genera.
El sexo es algo agradable,
natural, divertido, necesario y gratificante, y si encima se puede ganar dinero
con ello ¿por qué renunciar?
Muchos de los visitantes, millones de turistas,
que acuden cada año a Tailandia y a su capital Bangkok (Krung Thep en idioma
nativo) acaban respondiendo a la llamada imperiosa del sexo de alguno de los
modos en que se presenta.
El desorden del pensamiento occidental, su
confusión sobre lo ético, su sentido religioso del pecado y la moralidad
castradora de inclinaciones naturales, derivan a buscar placer con servicios
inusuales, acciones sádicas o masoquistas, y sobre todo sodomitas, es algo que
se convierte en objeto de debate a lo largo de la novela. Los tailandeses
consideran enfermiza esa forma de vida. Algunas de esas reflexiones son particularmente
interesantes aunque en su mayoría no vengan al caso, al caso policial, y nunca
mejor dicho.
Y así entre prostitutas y transexuales,
sadomasoquismo y seducción, entre marchantes de arte, sobre todo de jade
antiguo, y exportadores ilegales, entre corrupción y droga, y meditación, mucha
meditación, el caso policial avanza sinuoso y lento como una serpiente
adormecida, puesto que la presencia amenazante del karma negativo ayuda a
calmar el ansia incontrolada.
La novela de este escritor, John Burdett, que vivió
y trabajó en Hong Kong como abogado hasta que decidió centrarse como novelista,
es como un compendio turístico y social de Tailandia ya que trata de caricaturismo
localista, antropología, sociología (de como se elaboran, deciden y bendicen los
apellidos por ejemplo), sexología y budismo. Incluso de la depresión de los
cocodrilos y como tratarla.
Si precisan algún otro elemento además de la
lectura para imbuirse de lleno en el país pueden acompañarse de la ingesta de
un ensalada de papaya, como la que toman Sonchai y su jefe, el coronel Vikorn, en
el Princess Club, y refrescarse la boca y el paladar con tragos de cerveza
Kloster (un buen acompañamiento para los chiles) que hacen que cada trago después
de un bocado, dicen, sea como ingerir lava fresca.
Ensalada de Papaya Pok Pok: mezcla oriental de dulce, salado y picante y
de aromas y sabores dispares; despierta el apetito y hace segregar suficiente jugo gástrico para anticipar los platos posteriores.
Ingredientes para 4 personas (los chiles van
al gusto):
3 dientes de ajo picados
3 chiles tailandeses verdes (prik khee noo)
2 tomates, cortados en gajos
1/2 taza de judías verdes cocidas, cortadas en
longitudes de 5 cm
2 cucharadas de salsa de anchoas o de
camarones desecados.
1/2 cucharadita de salsa tailandesa de pescado
1 cucharada de cacahuetes tostados y picados
2 cucharadas de de jugo de limón
1 cucharada de azúcar moreno
Preparación:
1. Machacar el ajo, los chiles y la salsa de
anchoas o los camarones secos con un mortero (el pok pok al golpear es el
sobrenombre que recibe la ensalada, ya que se prepara al momento e incluso en
chiringuitos de la calle y el sonido acompaña a los transeúntes en todo
momento).
2. Pelar la papaya y enjuagar para eliminar su
ácido natural. Abrirla por la mitad, extraer con una cuchara las semillas, y
cortar el fruto en juliana fina.
Coloque la papaya en un recipiente y añada la
mezcla de ajo, chile y camarones secos y mezcle. A continuación, añada el jugo
de limón, el azúcar y la salsa de pescado y de nuevo mezcle bien.
3. Coloque los tomates, cacahuetes en un bol grande
y agregue por encima la mezcla de papaya anterior y revuelva.
Fácil y rápida: ya puede disfrutar de su
experiencia tailandesa: lectura y comida.
Sepan que esta ensalada es solo el entrante de
una exuberante comida disfrutada por nuestros protagonistas que se completa con: sopa tom-yun picante, pollo estofado con salsa
de ostras, lubina frita son salsa de chiles y paté de pescado, sapo crudo con
cebolletas y chiles y por último caracoles grandes cocinados en su jugo. Para
todo acompañamiento arroz blanco, que tanto sirve como pan (haciendo bolitas
para mojar en las salsas) como para dar reposo a las papilas gustativas que
parecen fuego vivo que se intentara apagar rociando con gasolina encendida.
Waia