La serie de televisión Víctor Ros es una
libre adaptación de las novelas policíacas de Jerónimo Tristante. De novelas
documentadas históricamente de forma rigurosa con un toque de amenidad y con
mucha aventura, intriga y acción.
El primer episodio presenta a un Víctor Ros
siendo un crío de barrio, del de La Latina, más listo que el hambre y que
encuentra el sentido a su vida en una comisaría. Y es tal la asimilación que
reescribe su destino y lo encumbra como el mejor inspector de policía de Madrid
de aquel entonces.
La serie presenta una compleja recreación de
paisajes, calles, coches de caballos e inmuebles para crear la ambientación
adecuada a ese finales del siglo XIX que no disimula su artificial factura sino
que la exhibe sin complejos a modo de juego de ordenador y que aceptada así
tiene un pase pero que a ojos críticos y sobre todo de profesional no pasa el
corte.
Una interpretación, en general, de personajes
dignamente representados, algunos muy y muy creíbles, hace el resto. Los
actores, muy metidos en su papel, se supeditan al personaje lo que equivale a
decir que transmiten credibilidad por los cuatro costados. Claro que se ven
ayudados por unos diálogos muy medidos, que algunos sueltan sin dicción, pero
que la mayoría los declama desde dentro.
Los personajes elegidos representan distintos
oficios y beneficios de una sociedad clasista, burguesa y machista, en la que
el dinero y el poder lo son absolutamente todo, en oposición a la
representación de la gente de barrio para los que la amistad, la generosidad y
la solidaridad es lo más importante.
Esta denuncia social está presente en toda la
serie lo que supone enmarcar las historias en una realidad histórica muy
loable.
Toda la serie mantiene una subtrama lineal,
de forma harto hábil como para despistar al espectador, mientras cierra casos
capítulo a capítulo, con una evolución en la investigación lo suficientemente
ingeniosa como para no anticipar el desarrollo, por lo que consigue atrapar la
atención y sorprender al final retomando el principio. Todo un uróboros en su
forma circular y en su eterna lucha, en este caso del bien contra el mal.
Solo un pero
le es reprochable, y no a la serie Víctor Ros en particular sino a las series
de factura española y es ese, suponemos que por exigencias comerciales y de
rentabilidad, exceso de metraje que lleva a los 75 minutos de capítulo, que tiende a ralentizar lamentablemente el ritmo.
Aunque en este caso podría justificarlo el
haber tenido que condensar novelas enteras en episodios y eso no es fácil, y
menos aún consiguiendo que el argumento original quede perfectamente comprensible.
No sé qué opinará Jerónimo Tristante al respecto.
Los textos de crédito se presentan en una
entradilla dinámica, original, elocuente y suficientemente interesante como
para que el gusanillo de la curiosidad en conocer el contenido se instale en el
espectador.
Una recreación de factura mejorable |
Una vez más, y es algo que siempre suele
cumplirse, cuando los guiones están sustentados en novelas, la calidad del
producto final, salvo manazas chapuceros, supera el listón.
Una serie digna y seria que de momento no
tendrá segunda temporada. Y es una lástima porque se lo merece por ser una
serie muy recomendable. Y si tienen ocasión no dejen de leer las novelas.