La dona de gris puede ser cualquiera |
La dona de gris (La mujer de gris) es una de esas novelas de suspense psicológico que atenazan en su
lectura; no en vano la autora nos convierte en pseudo protagonistas mediante
una acertada combinación de opciones narrativas, primando la omnisciente y
secundándola con la lectura del diario del protagonista para ofrecer, por unos
momentos, una visión más intimista.
La trama se centra más en saber como
actuará y como responderá el protagonista a los estímulos que activan su vida
después de un letargo voluntario de reclusión, que a lo que sucede en si.
Y lo que sucede no es nada
extraordinario. Es sumamente cotidiano y próximo. Es algo que pasa todos los
días en todo el mundo, donde la gente toma café, va al trabajo, hace la compra;
respira, vive y muere.
En realidad todo lo que acontece en la
trama lo conocemos a partir de la decisión del protagonista de participar en un
aparente juego inocente al que todos hemos jugado alguna vez: escuchar
conversaciones ajenas e imaginar una trama a partir de ellas; seguir a alguien
durante un trecho, ni que sea involuntariamente por llevar el mismo camino, y
dibujar un escenario fruto de la observación de edificios y objetos; observar
desde la cristalera de un bar a alguien que está esperando inquieto y urdir una
historia con su ansiedad y su inquietud.
La empatía intelectual con el
protagonista es casi inmediata. Todos soñamos en ser protagonistas de nuestra
propia película. Con un guión mezcla de muchos otros, con guiños cinéfilos más que notorios, con la sombra de Hitchcock omnipresente y en el que la trama
empieza tirando del hilo de un pañuelo de cuello de una mujer que viste de
gris.
Una mujer de gris, anónima y mimetizada
con el entorno otoñal, y no de rojo, que suscitaría fácil atención. Una mujer
de gris para representar que cualquiera podía ser la elegida. Para explicar que
detrás de cada persona, aunque no presente ningún distintivo resaltable, hay
una historia. Una historia que puede ser contada.
Anna María Villalonga |
Y Anna María Villalonga, la autora, la cuenta. De forma
concisa, breve, con un estilo muy directo, descripciones las justas y ritmo que
va cogiendo velocidad a medida que se acerca el final.
Todo lo que sucede, incluido el
desenlace, más bien típico, no llega a sorprender porque tampoco lo pretende.
Lo que si pretende y consigue, es revisitar la ciudad y sus viviendas y
presentarnos a la gente que vive detrás de cada puerta, de cada mostrador de
bar, de cibercafé o cortando el pelo desde detrás de una silla. Siempre detrás
de. Como en el seguimiento a alguien o las persecuciones: siempre detrás de.
Y lo hace para que sepamos que cada nuevo
personaje que presenta es, en potencia, candidato a contar su propia historia y
ocupar una novela. Aunque en esta ocasión haya sido la mujer de gris la
elegida.
Y pone simbólicas barreras, poniéndonos
detrás de, para ofrecernos perspectiva. Para hacernos mirar con otros ojos y
que nos demos cuenta que lo que vemos cada día puede ser el origen de una
novela. Como hace el protagonista, que por momentos descubre que el mundo real
solo se diferencia del mundo de los libros y de las películas por que puede
participar en su devenir y el futuro aún no es conocido.
Es una novela negra que sorprende al
ofrecer un enfoque psicológico alejado de los tópicos perfiles de asesinos y de sus
víctimas ya que lo que hace es tratar la soledad desde distintos puntos de
vista. Una ventana indiscreta a la intimidad de las personas.
A partir de ahora tomar un café en una
barra de bar teniendo una mujer sola en el taburete de al lado ya no será lo
mismo.
El mes de junio 2015 disponible también en castellano, traducida por la misma autora.
Visiten el blog 'A l'ombra del crim' desde donde hace años la autora lucha por conseguir reconocimiento por la novela negra y en particular la escrita en catalán.