Happy Valley donde la felicidad consiste simplemente en no ser infeliz |
La serie de televisión Happy Valley mantiene, en su 2ª temporada, su tono oscuro de drama policial tragicómico
acreditado en la 1ª temporada y por el que sorprendió y agradó por igual a
un sector de la audiencia televisiva desencantada de series, autoproclamadas
policiales, más cercanas a chirigota que a realidades punzantes.
Y eso que la serie Happy
Valley tiene su punto doméstico, lo que no significa que el hogar sea un
refugio para estar a salvo de nada ni de nadie sino solo que en él la maldad habita bajo techo.
Sarah Lancashire en su
papel de la sargento Catherine Cawood vuelve a estar impresionante. Su
fortaleza se sustenta por la debilidad de quienes le rodean y dependen de ella: su familia, sus vecinos e incluso sus subordinados.
Si ella
cede, todo se viene abajo; no puede permitirse ser débil y aún así por momentos
se ve desbordada, aparece frágil y su aspecto más humano aflora en lágrimas y
gritos. Sus gestos cariñosos son mínimos pero intensos, no puede ir con
sutilezas ni puede aceptarlas; la rueda de la vida sigue girando y si se ella
se detiene morirá aplastada.
Para entender y disfrutar
plenamente de esta temporada es preciso haber visto la primera ya que lo que en
ella sucedió es el punto de partida de esta segunda, más tenso si cabe ya
que ahora la violencia física mostrada entonces se vuelve psicológica: la
fascinante capacidad del psicópata para mostrarse lo suficientemente amable,
indefenso e incomprendido como para hipnotizar a los débiles y arrastrarlos al
lado oscuro para convertirlos en cómplices o víctimas.
Secundarios de la segunda temporada, todos de primer nivel |
Una segunda temporada que
pone a la sargento Catherine Cawood, un alarde de matices y registros
interpretativos, como sospechosa de una serie de asesinatos en serie; que
altera la vida de una vecina ante el temor de una venganza mafiosa; que intenta
provocar un cisma en la especial relación con su nieto; que le obliga a ser
amablemente inflexible con su hermana Clare; indulgente y tolerante con su
hijo; solidaria con prostitutas y desfavorecidos; protectora y comprensiva con
la nueva agente y a mantenerse dura y demostrarlo, a pesar de quienes dudan o
de lo que sugieran las apariencias sobre la calidad inhumana de Tommy Lee Royce.
Calder Valley en el West
Yorkshire sufre una vez la dicotomía que supone enfrentar el significado de su nombre en la serie, Happy Valley y sus verdes prados y calles ordenadas con los terribles
asesinatos, trata de blancas y rencillas menores habituales. Una magnifica
realización de Sally Wairwright que trabaja ya en la tercera temporada.
Si la serie es de culto
para los amantes de las series policiales es porqué no renuncia a ser negra
aunque resulte incomoda y su credibilidad se debe a la sencillez con la que
extrae del alma de los seres humanos lo bueno y lo malo para exponerlo sin
pudor renunciando a dar lecciones morales.
Catherine Cawood y la oveja: una secuencia para la historia |
Olvida la grandilocuencia
de los efectos especiales y de las acciones a ritmo de thriller apostando por
la cotidianeidad con diálogos y situaciones delirantes que, por momentos,
siguen evocando a los Coen y a Tarantino (la secuencia de la oveja: como Catherine
la cuenta a su hermana y el desenlace final son de antología).
Los seis episodios de la
serie dan la medida justa para poder desarrollar en su plenitud cualquier trama
y facilitan el compromiso de la audiencia de serle fiel ya que no se le exige
devoción a lo largo de veintitantas semanas más los parones. La calidad de la
BBC, con sus producciones que cuidan los detalles al milímetro: guión,
dirección, escenarios, protagonistas principales, secundarios recurrentes y los
secundarios protagonistas de esta segunda temporada, absolutamente creíbles y
perfectamente adaptados… resulta una vez más incontestable y el mejor ejemplo a
seguir.