En su librería, Lectores Voraces, sentada asiduamente en la
mesa del rincón, está Jennifer Marie Dawson, amiga de Aletha, y escritora de
éxito, a raíz de su primera novela policiaca “Problema Doble” protagonizada por
los gemelos Dana y Daniel.
Su mesa, su rincón, su portátil, su refugio, sus ojos, entre suspiros de deseo, buscando el cuerpo y la mirada de Russell, el dependiente, y su incapacidad por
hilvanar unas líneas, que ya no párrafos, de la secuela que ha prometido a su
editora y que esta no para de reclamarle sin éxito. El temible bloqueo que sigue a un éxito mayúsculo e inesperado.
Aletha es una de sus mejores amigas, la otra es Brittany
vecina de piso; sin ellas probablemente no habría vuelto a Riddleton, por eso
cuando Aletha muere de una forma y en un lugar un tanto inusual, Jen siente que
tiene que dedicarse en cuerpo y alma a descubrir lo sucedido.
Como escritora de suspense policiaco conoce la teoría de la
investigación criminal y se cree capacitada para ello, pero además se le añade
otro aliciente que es el de demostrar su inocencia cuando se le comunica que es
sospechosa del asesinato, una vez confirmado que así murió su amiga.
Asesinato en la librería es una
novela donde la amistad se antepone a cualquier cortapisa legal y donde el
suspense policiaco actúa de acelerante de una trama convincente. Excepto para las
escenas de peleas en las que no resulta fácil visualizar la coreografía de
movimientos.
Una novela de Sue Minix, de misterio cozy y básicamente chiclit, repleta de diálogos irónicos y pensamientos mordaces que divierte y seduce por su hábil combinación de acción y emoción.
Es de esas lecturas que no pretenden más que facilitar
agarraderos para sobrellevar realidades aburridas, exasperantes y desesperantes
que sin una ficción que entretenga y evada caen como una losa que aplasta y no
deja respirar.
Léanla y pasarán buenos ratos con los pensamientos y
acciones de Jen y también ratos angustiosos con los pensamientos y acciones de Jen.
Un personaje capaz de extraer todo el cromatismo sentimental del lector.
Lo que no se entiende, y no tiene más importancia, pero no
puedo evitar notarlo, es la cubierta: en la novela no hay gato, ni libro
abierto frente una taza de té, ni otro con una daga que lo clava al suelo, ni
mucho menos el asesinato se produce en la librería. A partir de aquí el
contenido es lo único que interesa.