"Tirarte delante de un autobús..., por una ventana..., envenenarte el café..., ahogarte durmiendo..., clavarte un puñal por la espalda..." |
Matar
a mi madre es una atolondrada, apresurada y apoteósica
historia de novela negra abundantemente trufada de humor negro y que
satiriza, además, el mundo de las relaciones profesionales entre representantes y representados.
Atolondrada porqué la narración visual se pasa por el forro
los límites de las viñetas, la narración oral ocasiona bocadillos elásticos
como chicle y el dibujo se distorsiona en trazos expresionistas que imprimen
una velocidad descontrolada.
Apresurada porqué la historia está plagada de gaps y sus
saltos hacia delante no permiten detenerse en explicaciones ni justificaciones.
Los actos generan hechos y la secuencia de estos desarrolla el argumento. Todo
en un lanzado tiovivo del que no es posible bajarse.
Apoteósica por su vodevilesco final, con belicismo activo, que
echa por tierra posibles, y consecuentes, líneas argumentales para desembocar
en una catarsis comunitaria de redenciones y egoístas búsquedas de perdón.
Matar
a mi madre censura el egoísmo a base de exaltarlo. Recoge
ese momento de la historia americana que la prensa tanto destacaba en la que
los soldados que luchaban en islas del pacífico sur durante la segunda guerra
mundial recibían anhelantes a estrellas de Hollywood desplazados para reforzar
la moral de las tropas.
Estrellas rutilantes de un universo de cartón piedra que
buscaba con el gesto engrandecer su vanidad, posicionar su balance económico y
lanzar desesperadamente carreras que de otro modo quizás no tendrían repercusión.
Página de pelea de púgiles en Matar a mi maddre |
El hilo conductor de la historia es Annie quien, en estado
de rebeldía permanente, desearía matar a su madre a quien culpa de su
insatisfecha vida y a quien reprocha no hacer nada por vengar la muerte de su
padre, un honrado policía: el único protagonista con principios inamovibles.
Annie y su madre Elsie cuentan sus historias enriquecidas
por las apariciones de figurantes de tópico calado pero que son tratados con un
punto de vista socarrón. Así hay un púgil más apto para el claqué que para el
boxeo, un detective privado incompetente, un matón con ansias de llegar a gángster y,
entre otros, un librero comunista con las típicas contradicciones propias de
los militantes de izquierda de cualquier país.
Jules
Feiffer, multigalardonado en diversas facetas artísticas, revisita los clásicos del género noir, del cine y la literatura, caricaturizando artistas y agentes por un
lado, detectives por otro y soldados por el de más allá lo amalgama en un argumento tópico de novela negra de
la época y emplea la novela gráfica, como podía haber elegido otro medio de expresión, para contar el mensaje.
Jules Feiffer, octogenario autor de Matar a mi madre |
Y para no menoscabarlo utiliza una paleta de grises y beiges
tan aguados como anodinos con lo que facilita que la vista resbale a ritmo de musical.
A su edad, va para los noventa, se divierte contando lo que
le viene en gana y esta historia coral, escrita para lucimiento de papeles
femeninos, es un ejemplo de honestidad profesional.
Odios, envidias, engaños, traiciones, ingredientes para un
coctel de trágico destino y fatales consecuencias, pero que asoman como
imprescindibles cuando está en juego la supervivencia..