domingo, 23 de mayo de 2021

Insomnio de Daniel Martin Serrano

Tiempo pasado, tiempo presente. Dos tiempos narrativos para mostrar el antes y el después de la vida de Tomás. El pasado para explicar el presente, el presente para sufrirlo, porque para vivirlo no hacía falta tanto dolor.

En el pasado Tomás Abad, inspector de policía ante un caso extravagante y mediático con un asesino en serie. En tiempo presente, Tomás Abad agente de seguridad privada del cementerio de la Almudena. En el pasado un brillante policía, en tiempo presente un insomne zombi. En medio una decisión errónea.

El tiempo tiende a poner las cosas en su sitio y a veces ofrece segundas oportunidades que, bien entendidas, pueden enmendar errores o por el contrario pueden añadir otros.

Así Tomás Abad se ve envuelto en unos acontecimientos que pueden otorgarle el perdón y abrirle el cielo o condenarlo al infierno. En medio una decisión.

Insomnio es una novela negra que no solo ahonda en la psicología de su protagonista sino en su alma e intenta discernir cuales de sus visiones son realidad y cuales son alucinaciones. Y es que en los, variados y poderosos, efectos secundarios de un insomnio prolongado se encuentra la dificultad de identificar lo que es percepción y lo que es imaginación.

En el pasado unos cuerpos mutilados, cabeza por un lado y resto por el otro, en un caso resuelto aunque no cerrado. En el presente, sin placa no hay caso pero si fantasmas de aquel otro y temor por revivir lo que no había de haberse vivido jamás.

Daniel Martín Serrano desgrana lentamente una trama que explica cómo van mermando las facultades del ex-inspector ya de por si disminuidas. Día a día la mente se obnubila con lo que pasó y espera, desea, ansía que no vuelva a pasar. La prosa camina despacio como lo hace quien pasea por un cementerio. El vocabulario elegido como quien elige el gravado de una lápida: con emoción contenida y con capacidad para evocar recuerdos.

Una novela muy bien escrita. Un lenguaje preciso para desligarse del arte de hacer guiones y entrar en el de hacer novelas. Antes otras y otros lo han intentado cayendo en la trampa y sucumbido sin ataduras que les libren del canto de sirenas. En Daniel Martín Serrano el debut no puede ser más esperanzador.

Les sugiero que aborden la lectura con calma y le dediquen tiempo. En la novela se cuenta mucho y se sugiere más. Imágenes mentales que requieren atención para ser comprendidas en su espeluznante complejidad. Al final agradecerán haberla leído.

domingo, 16 de mayo de 2021

Nenúfares negros de Michel Bussi

Giverny, el pequeño pueblo normando de poco más de 500 habitantes donde Claude Monet, padre del impresionismo pictórico y renovador de la pintura mundial, vivió durante 43 años hasta su muerte en 1926, se llena de actividad policial al haberse encontrado un cadáver, triplemente asesinado, con medio cuerpo dentro de un arroyo.

Al espectáculo de las hordas de turistas y los pintores extranjeros de tercera edad buscando la primera inspiración, se suma ahora el de los agentes recorriendo las calles y recolectando botas (si ya sé que es surrealista y no impresionista, pero es lo que hay).

Jerôme Morval es la víctima y Laurenç Sérénac y Sylvio Bénavides los dos inspectores encargados del caso y tres mujeres, una anciana, una joven y una niña, como una santísima trinidad, son el eje sobre el que gira la trama.

La vida de los habitantes y la investigación transcurren dentro de un cuadro, porque eso es Giverny, una suerte de enorme decorado, un cuadro donde nada parece poder salir del marco so pena de estropear el conjunto. Y aunque el color siempre ha predominado en ese bucólico lugar, a instancias de Monet, se acaba de descubrir el negro de su parte más oscura.

Nenúfares negros, algo impensable en la época de Monet, que desterró el negro de su obra por ser la ausencia de color, la ausencia de luz, es una novela policiaca que es un cuadro. La trama la componen sentimientos extraídos de los tubos de pintura.

Michel Bussi ha escrito una trama que, como una pintura, presenta diversos puntos de fuga que acentúan la sensación de movimiento, aunque este transcurre sin transcurrir, como los nenúfares, esas gigantescas Nympheas estáticas, silenciosas y apáticas pero mostrando preciosas flores llenas de color y reflejos de luz sobre sus hojas y el agua del estanque.

A la novela hay que leerla como se mira una obra impresionista, desde cierta distancia. Porque lo que interesa no es ver lo que hay, sino entender, deducir, imaginar, lo que quiere mostrar.

Y la novela se reserva ese misterio hasta el final, cuando el lector convertido en un apasionado por la pintura la ve no solo con los ojos sino también con la inteligencia.

Porque la novela es muy inteligente, está construida con piezas que tienen su significado pero que no alcanzan a entenderse hasta que se ve el conjunto. ¿Recuerdan la obra de Dalí, cuadrito a cuadrito, que muestra el retrato de Lincoln solo visible a una distancia de 18 metros? Pues Michel Bussi juega al mismo juego y escribe una obra que solo se explica desde la distancia temporal y desde la perspectiva visual.

Estamos ante una construcción mucho más que original, que encaja con magnifica precisión, una novela excepcional y con una resolución, cuando el cuadro se muestra totalmente, que obtiene un oh! de admiración por la sorpresa y por la inconsciencia de saber que hemos permanecido todo el rato dentro del cuadro y a la vez fuera. Que hemos estado viendo cuando había que mirar. ¿La primera impresión es la que vale?

Hay cuadros que cuentan historias, dignas de ser novela. Hay novelas, como Nenúfares Negros que deberían enmarcarse como un cuadro.

Esta novela fue la más vendida en Francia en 2010 y la pregunta es ¿por qué hemos tenido que esperar 11 años para disfrutarla? No se demoren ni un día más: es sensibilidad artística.

domingo, 9 de mayo de 2021

Verano de lobos de Hans Rosendfeldt

En el norte, bastante al norte, donde la climatología es tan extrema como radical es la luz del sol, tan pronto hay muchas horas como tan pronto muy pocas, se descubre el cuerpo, semioculto en un bosque, de un hombre muerto.

La pista la ha facilitado un lobo y no precisamente un lobo detective. Y esto solo es el principio. Bueno el principio fue antes, cuando la matanza en zona lejana y fronteriza lo desencadenó todo sin posibilidad de marcha atrás y huyendo hacia delante, aunque sea hacia el precipicio.

Luego el destino, el azar, las habilidades del guionista, hicieron el resto hasta conseguir que pase de todo donde hasta hace poco no pasaba nada. El aburrimiento cede ante el estrés.

Más tarde sabremos más de ese cuerpo y sabremos de como las casualidades son consecuencia de causalidades concatenadas. Sabremos como hechos distantes en tiempo y espacio tienden a relacionarse y como las decisiones que se toman siempre han de partir de cabezas frías y nunca de cabezas calientes o, peor, vacías. La ambición ciega incluso a quienes no ven.

El cuerpo de policía de Haparanda se encarga de averiguar quién es el muerto y no sospecha que pronto va a cubrir el cupo bianual de cuerpos en solo unos días. Y no van a ser víctimas de accidente precisamente.

Hay mucho guion en Verano de lobos, mucha intención visual, mucho dominio del ritmo de pantalla, y por eso es tan fácil de leer. Y por eso atrapa con tanta facilidad como ver una serie repantingado en el sofá.

La presentación de los vecinos de Haparanda, con esa voz en off omnisciente que hace de ciudad y que conoce todo de todos, formula muy socorrida por el cine español de los ’50 y ’60, es inequívocamente cinematográfica.

Sus altibajos de atracción de feria, con momentos de alta tensión compensados con momentos de anodina cotidianeidad, para dar respiro, son los habituales de los realizadores de series de televisión.

Todo pensado, incluso ese final que lo cierra todo pero no cierra nada, para cautivar al lector no solo en esta primera entrega sino para las futuras, con esa anticipación, solo sugerida, que actúa a modo de tráiler de próximamente.

Innegable y admirable la capacidad del autor, Hans Rosendfeldt, para trenzar una trama que imbrica hilos de muchos ovillos y por tanto permite ir adecuando las combinaciones de colores y grosor para ir mostrando distintas subtramas y escenarios y alargar o acortar sobre la marcha en futuras entregas.

Entretenimiento en estado puro: acción, mujer como arma letal, término muy recurrente pero siempre efectivo, drogas, mafias del noreste, amor… Queremos saber más de la vida de cada personaje, queremos saber todo de sus relaciones, queremos conocer su futuro, queremos más. Y eso es un logro que no hay que dejar de reconocer. No estamos ante literatura sino ante televisión leíble en páginas de libro.

Verano de lobos es una primera entrega que tiene garantizado el éxito y su continuidad. La segunda se anuncia para 2022 y la tercera, y aún no se sabe si última, para 2024. Todo planificado. Lo dicho, más parecido a un guion expandido para televisión, imposible.

domingo, 2 de mayo de 2021

Animal de Leticia Sierra

Animal es una novela negra de Leticia Sierra cuya cubierta, un lindo gatito, no hace justicia al contenido que contiene, y que resulta una de las mejores primeras novelas de autora.

Explorar los límites entre el ser humano y la bestia que lo habita, y evidenciar la doble moral por la que se rigen las personas con poder, es la razón de ser de esta novela. Una novela negra que pone sobre la mesa algo para comer que no resulta apetitoso.

Siempre hemos creído que todo ser humano lleva una bestia dentro, pero la sorpresa se produce cuando se descubre que hay muchísimas bestias que muestran tímidamente la persona que llevan dentro.

Animal racional o animal irracional. Todos somos animales aunque por suerte solo unos pocos se comportan como tales. Como lo que son. Animal es una novela que se atreve a bucear en ese interior sin miedo a toparse con el monstruo.

La trama se despliega inteligentemente a partir de las investigaciones paralelas llevadas a cabo por el equipo policial, encabezado por el inspector Agustín Castro y supervisado por la juez instructora del caso, y por el equipo periodístico que cubre la noticia en busca de liderar la exclusiva con la periodista Olivia Marassa al frente ante el descubrimiento de un cadaver mutilado encontrado en un polígono adyacente a un club nocturno.

La primera de las líneas de actuación encorsetada en el procedimiento policial muestra las limitaciones de los agentes que han de obviar la intuición, tan frecuente en serie de televisión, para centrarse en hechos y pruebas a petición de la juez de instrucción.

La segunda, más abierta, responde solo al criterio informativo y por ello solo necesita informaciones y datos, previa constatación, que permitan hilvanar una historia de interés lector.

Este poco habitual planteamiento permite ir conociendo hechos anteriores al asesinato y presentes desde dos puntos de vista que a veces se solapan, otras se complementan e incluso por momentos llegan a conformar una figura que si bien para la persona lectora aparece claramente dibujada para los dos equipos de investigación aún no, por no disponer de todos los elementos.

Hábilmente planteado así, el argumento resulta interesante por sus distintos ritmos de avistamiento de datos y la lectura se beneficia de este dinamismo y coexistencia.

Ni Agustín Castro ni Olivia Marassa se alejan de los estereotipos de inspector solitario al que le cuesta socializar el primero, y periodista con olfato de investigadora tenaz, sociable y mundana la segunda. Pero la autora no se regocija en tópicos y si los usa es para mostrar el contrapunto de que los polos opuestos se atraen e incluso pueden llegar a complementarse. Como la investigación.

Ambos son profesionales de seriedad incontestable. Y sorprende que tanto la dirección del periódico, como su equipo jurídico, como, por supuesto, el equipo de redacción Olivia y Mario, antepongan, como principio inamovible, la ética al sensacionalismo. En estos tiempos de fake news y de periódicos y otros medios tan dados a la mentira y al escándalo se agradece que alguien rompa una lanza a favor del periodismo entendido como información veraz y contrastada.

Leticia Sierra ataca una novela que mejor no podría empezar y que va ganando en interés a medida que van saliendo a relucir las interioridades de la víctima y consigue un final de clímax.

jueves, 29 de abril de 2021

Soledad de Carlos Bassas del Rey

Soledad es una novela negra que es un combate de boxeo. En el ring dos contendientes: Soledad y Romero. La madre de la nena muerta y el policía encargado de esclarecer la muerte. No luchan entre sí sino consigo. Yo, mí, me conmigo, tu, te, ti contigo, el, ella, se, si, consigo.

Dan golpes al aire, a su pasado, para alejar fantasmas y sombras que les han maltratado sin concesión. Golpean alejando este presente que no han buscado ni deseado y que les devuelve los golpes con saña. Golpean para parar golpes, no golpean para ganar, golpean para defenderse.

Soledad lucha para no desfallecer; para no acabar hundida sin salida. La nena, fruto maldito de su vientre, le ha dado sinsabores, como la vida, pero sabe que vivió por ella y que sin ella muere.

Romero lucha para no desfallecer. El trabajo, maldito usurpador de la familia le ha mostrado el abismo y el infierno, pero sabe que eso es lo que lo mantiene y que si lo pierde no le queda nada.

Abigail, la nena, 14 años, piel blanca y belleza sin artificio, futuro de colores por descubrir, ha sido hallada muerta. Abuela y padre se quedan sin pasaporte hacia una nueva vida y madre se queda sin vida a pesar de poder disponer ahora del visado de salida de una casa que nunca fue un hogar.

La vida de Soledad, su marido y su suegra la encarnan, es sinónimo de violencia, desprecio y servilismo extremo. Y ahora sin la nena va a ir a peor, si es que hay algo peor que perder una hija. La hija. La nena.

En ese punto ya solo importa volcar toda la rabia, todo el dolor, toda la impotencia en una venganza hacia el culpable. Ya solo importa poner cara. Ya solo importa saber quién ha sido; quién ha cortado el tallo de esa flor en el momento en que empezaba a abrirse; quién puede ser tan ominoso como para haber cortado el hilo de plata que separa la vida de la muerte.

Soledad necesita saber. Romero necesita saber. La lectora, el lector necesitan saber. Para tener un rostro a quien odiar, un rostro a quien escupir y golpear, para liberar esa tensión ponzoñosa e insostenible.

Soledad es el nombre de la madre de la nena muerta. Soledad es el vacío que queda cuando no queda nadie. Soledad es una novela pero también una radiografía que expone lo que los ojos no ven pero el corazón presiente y la mente intuye.

Carlos Bassas es un cirujano en el empleo del lenguaje, salvando lo preciso y cortando lo sobrante. Adecuándolo a la edad de los protagonistas y al contexto social de donde proceden o por donde se mueven.

Emplea su dominio del diccionario como arma con la que disparar las palabras justas y con la suficiente puntería como para colocarlas en el lugar preciso para infringir dolor: el mínimo para no dañar de forma irreversible anticipadamente y el máximo para que duela como mil demonios. Como una maldición gitana. Siempre es una gozada leer a este escritor.

Soledad es una novela negra sin etiqueta, pero devastadora como la más negra de las novelas negras. Una lectura que supone que en algún momento haya que tragar cristales, pero, masoquistas irredentos, nadie puede dejar de leer. Aunque deje marca.

Una marca que puede parecer tan inexistente y leve como el corte del filo de una hoja de papel pero el dolor, lo notaran, persiste durante mucho rato. Si no leen esta novela es que no se la merecen.

Del mismo autor e igualmente recomendables y reseñadas en este blog, las novelas:

· Justo

· Cielos de plomo