domingo, 6 de marzo de 2022

Planeta de Susana Martín Gijón

Nos reencontramos con la inspectora Camino Vargas, a quien conocimos en Progenie y acompañamos en Especie, y no ha variado su punto de insubordinación que la convierte en outsider ni su acentuada capacidad de deducción que la convierte en una brillante detective.

Pero también con una Camino Vargas a quien reveses de la vida la han hecho madurar muy deprisa; tanto que, como la nieve caída de golpe, no se ha asentado del todo, aunque, afortunadamente para los lectores, sigue teniendo intacta su capacidad para tomar decisiones que descolocan a propios y ajenos, aunque la veamos más vulnerable.

Planeta es la culminación de un arco argumental en forma de trilogía y por ello una continuación de la trama iniciada en la anterior entrega, Especie, y por tanto debería leerse a continuación para poder abarcar toda la inmensidad del argumento.

Un argumento repleto de protagonistas, cada uno con su historia y su introspección psicológica que nos permite conocerlos y entenderlos mejor. Y cada uno con su subtrama. Unas subtramas que en su mayoría convergen como afluentes al río principal, como lo hace el Tamarguillo al Guadalquivir, y otras que siguen otros derroteros y que presentan claramente suficiente cuerpo como para tener dedicación plena en siguientes entregas y nuevos arcos argumentales.

Susana Martín Gijón, degustó el placer del thriller y en esta nueva novela se sumerge plenamente en el género, sin remilgo alguno, completamente desatada, haciendo adecuado uso de sus resortes y primando la cohesión de su trama y la coherencia de los movimientos de sus personajes pero teniendo en cuenta la necesidad de ir incrementando el ritmo capítulo a capítulo, sembrándolos de sucesos que vienen a tensionar la lectura de forma incontrolable.

Un thriller canónico con un asesino en serie de relamido comportamiento.

En una Sevilla donde el brillo del sol ha sido sustituido por el de las gotas de lluvia, una lluvia pertinaz que borra relieves y sonrisas, se descubre el cuerpo mutilado de una mujer en un campo de golf. Está en una de esas trampas de arena pensadas para atrapar pelotas que llaman bunker y que esta vez ofrece una presa mucho mayor.

La inspectora Camino Vargas de homicidios y su equipo se encargan de las pesquisas que deben simultanear con su obligación de servir a la ciudadanía ayudando en los problemas y destrozos que está causando el aguacero, un protagonista más, que parece haberse instalado en la vertical de la capital andaluza sin prisa, como turista remolón, a abandonarla.

Una lluvia que para algunos es la avanzadilla del deterioro del planeta con el que castiga el cambio climático y que enfrenta grandes intereses con grandes ideales. A corporaciones especuladoras con ecologistas de vivencia sostenible que se están cansando de no querer ser escuchados. Está en juego el planeta y con él la vida. Humana, animal y vegetal, aunque a efectos práctico,s si no hay personas que lo documenten, nadie se va a enterar si alguna especie sobrevive.

La intuición de Camino Vargas acierta en suponer que el asesinato es una suerte de mensaje y que cuando eso es así suelen haber más. Pero está lejos de imaginar cuantos más. Tantos que se diría que incluso Sevilla parece haber perdido su duende.

martes, 1 de marzo de 2022

Un trabajo limpio de Xus González

Es de sobras conocido que un gran número de parejas se constituyen en la proximidad. En los estudios, en el vecindario y en el trabajo. Sobre todo en éste último ámbito, donde las horas de convivencia, en general, superan las de coexistencia en cualquier hogar, horas de sueño aparte.

Y más aún si el oficio conlleva horarios dispares, tensión, riesgo, desplazamientos; disponibilidad total a cualquier hora y cualquier día sin respetar ni sábados, ni domingos ni fiestas de guardar.

Como el oficio de los miembros de las fuerzas del orden. Por eso no extraña que Saúl Sanz y Silvia Mercado del Grupo de Robos Violentos de la UTI Metropolitana Sur sean pareja y aunque a las ordenanzas no les guste, su jefe, el sargento Román Castro, hace la vista gorda habida cuenta de la escasez de personal y la indudable calidad de ambos investigadores.

Un sargento que bien sea por ser pelota, o lameculos o tonto del ídem, le endilgan todos los marrones, aunque no sean de su estricta competencia, como el que les acaba de caer ahora: un atraco a un banco que ha salido mal.

Tenía que ser un trabajo limpio pero un imprevisto, de los que ni por ley de probabilidades se podía contemplar, ha hecho que se torciera y dejara víctimas. Identificar a los culpables y sus intenciones va a pasar de ser un marrón a un desastre.

Un trabajo limpio es una novela negra procedimental, de las que la comisaría y sus agentes, como en la realidad, sostienen el sistema para que no decaiga y se sostienen unos a otros para no decaer.

Muchas son las novelas con policías o mossos de protagonistas, pero generalmente se les observa como tercera persona desde la ventana de la lectura.

Xus González, el autor, y mosso d’esquadra en investigación criminal, en esta obra, sin embargo, nos sienta en una silla de la comisaría o en el asiento trasero del vehículo para que podamos compartir sus vicisitudes a lo largo de la investigación.

El autor instala el delito donde no debería haberlo y alimenta el argumento con una realidad que cada día nos golpea desde las páginas de los periódicos o la verbalizan quienes informan desde los noticieros.

El argumento no es original ni mucho menos; material más que trillado principalmente en series de televisión americanas vistas en nuestro país, pero el tema sigue interesando y enojando por la proximidad con la que nos envuelve y su planteamiento de thriller bien asesorado consigue mantener el libro pegado a las manos hasta el desenlace final.

Una obra de personajes, muchos y bien perfilados sin estridencias, lo que supone un gran placer lector. Una denuncia hacia el exceso de control policial de puertas afuera y hacia el despliegue de los circuitos de producción y distribución de drogas, por quienes parecen ser los amos del mundo que solo temen que el cielo caiga sobre sus cabezas, porqué por lo demás está todo atado y bien atado.

domingo, 27 de febrero de 2022

Muerte en el Nilo de Kenneth Branagh

Muerte en el Nilo se convierte, por obra y arte del director y protagonista principal Kenneth Branagh, en Muerte en el Cine… de aburrimiento.

En una escena de la película, una de los protagonistas se dirige a Poirot calificándole de pomposo, engreído, petulante y vanidoso, entre otros elegantes adjetivos.

Lo suscribo y, como los Dupondt de Tintín, aún diría más: es la descripción perfecta de Kenneth Branagh en ese vano, insustancial y huérfano intento de remakear (no sé si existe el verbo pero se entiende) dos grandes films que sí intentaron, con más modestia, adaptar dos de las mejores novelas de Agatha Christie y que consiguieron aprobación unánime.

Las dos versiones de Kenneth Branagh, Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo, no son las peores adaptaciones que ha sufrido la obra de la autora inglesa, hay algunas de 10 negritos verdaderamente espeluznantes, pero no será por falta de méritos. Empeño lo han puesto.

Muerte en el Nilo en manos del director y actor británico es un títere sin cabeza. Unos personajes sin carisma ni protagonismo, es imposible hacerse con ellos; tienen poquísimos diálogos con sustancia y un papel casi irrelevante en la trama. Se diría que están porque a medida que avanza el metraje se les usa y deshecha a medida que son necesarios.

Poco mobiliario, poco vestuario; no hay ninguna comida, ni ninguna relación con el personal del barco que no tiene papel alguno (de repente aparecen en tropel para un registro), ni tan solo el capitán. No se siente el calor del lugar, ni la humedad del río, no hay tensión que cargue el ambiente y que dispare suspicacias y temores; y el barco parece de cartón piedra con las cubiertas vacías sin nada que demuestre que tenga un uso habitual.

Todo está tan exageradamente dramatizado, las posiciones de los protagonistas en cada toma, los gestos, las muecas de sorpresa y asombro, que estamos claramente ante papeles teatrales y no cinematográficos, salvo que fuera en la época del cine mudo.

Los paisajes, algo que debería arropar la trama, se reducen a imágenes tópicas que no le llegan a la suela del zapato de cualquier documental de la 2 y están a años luz de un reportaje del National Geographic.

El destrozo que sufre el argumento original, Disney productions fecit, y los innecesarios cambios en las localizaciones buscan desmarcarse de comparaciones con el film anterior y la novela original y lo logran por el lado contrario al deseado.

La explicación del bigote de Poirot resulta tan ridícula como el propio bigote de guías bicéfalas y su recién descubierta pasión por el soul es algo tan alejado de su personalidad como tener un cocodrilo en un gallinero esperando que enseñe a leer a los polluelos.

Kenneth Branagh como Poirot evoca el papel que mejor lo representa: el de Gilderoy Lockhart en Harry Potter y la Cámara Secreta.

Hay quien valora que se intente algo nuevo, creo que para ello lo mejor es crear y no adaptar. Claro que esto último es más fácil: no es necesario trabajar solo cambiar algo aquí y acullá sobre lo ya realizado. Versionar se le llama. Recrear.

Concluyendo, vayan a ver esta versión de Muerte en el Nilo solo si no han leído la novela homónima ni visto la versión cinematográfica protagonizada por Peter Ustinov; si no es el caso y aun así insisten, relájense y disfruten.

viernes, 25 de febrero de 2022

El somriure dels guepards de Sebastià Bennasar

Hi ha famílies que es barallen sovint i d’altres que esperen a Nadal per fer-ho. N’hi ha d’altres, però, que conviuen amb tanta unitat que semblen una sola persona. Entre aquestes hi ha les famílies que son més que una família; i és que ja deien al Padrino que l’honor, la família i els negocis ha d’estar pel damunt de tot.

Així hi ha famílies de sang, en les que els membres estan units per llaços consanguinis i també, literalment, per la sang. La sang que vessen, sense cap mena de recança, d’aquells que s’atreveixen a fer mal algú dels seus.

I aquestes famílies que barregen sang i bitllets, aquests clans tancats, viuen de negocis que son verdaderes organitzacions criminals. On la unió fa la força i si en toques a un ja has llepat.

Famílies que van iniciar-se en els negocis il·legals fins que tant caler negre havia d’aflorar i desprès del pertinent blanqueig de capitals van veure que els negocis legals eren tant o més lucratius que els altres i menys perillosos. I així sense tallar la font de finançament original unten per aquí i per allà per aconseguir una pàtina de blanqueig social, tal com fan amb els quartos, que els allunyi del punt de mira de la policia com d’algú massa ambiciós com per fer-los caure.

La novel·la va de la Família Neige (així amb F majúscula, Familia, doncs estem davant d’un poder fàctic amb tentacles infinits). Controlen i respecten i a canvi de la seva comissió deixen que tothom visqui més o menys bé, mengen i deixen menjar. En el mon de l’hampa catalana tothom els coneix i saben el pa que s’hi dona. Per això sobta que un sicari, un pringat que no te, encara, on caure mort, hagi acceptat pelar un dels capos de la família Neige.

Aquesta mort es tota una declaració d’intencions: anem per vosaltres, per ocupar el vostre lloc, per quedar-nos els vostres negocis i per ser els nous amos. Una declaració de guerra que només pot acabar d’una manera: o quedant dempeus o sortint amb els peus per davant.

En Sebastià Bennasar ens regala una simfonia per metralleta, pistola i mall en do major, com la majoria de misses. El do major permet que escoltem els tres instruments en la seva tonalitat original i que ens produeixi calfreds només de llegir-ho.

En poques paraules t'ha construït un caràcter, amb dos caràcters ja ha muntat una escena més o menys sagnant, i aplegant-ne uns quants més desenvolupa una complexa trama criminal.

Una trama esplèndida en documentació sobre el funcionament dels negocis tèrbols: importació, emmagatzemant, distribució i venda de tot allò que doni calers. Un relat colpidor del que passa cada dia davant dels nostres nassos, al carrer, i no ens assabentem. Narrat en un ritme ràpid sense accelerades que permet admirar el paisatge però no baixar en marxa. Aquesta lectura no s'abandona fins el final.

Una magnífica historia de ambició i poder, d’honor i d’ètica entre delinqüents, assassins i sicaris, que passa només en una setmana i on corre la sang a dojo.

No us la perdeu i no us sorprengui empatitzar amb malfactors que no voldríeu veure ni al cine, en Tià te l’habilitat de fer-nos posicionar en un o altre bàndol el que suposa o caure al foc o a les brases.

Del mateix autor hi ha la ressenya d’una novel·la negra primerenca: Mateu el President

domingo, 20 de febrero de 2022

Proyecto Silverview de John Le Carré

Una novela póstuma suele contener un alto grado de componente personal en su vertiente ideológica. John Le Carré así lo entendió y así lo escribió y el resultado es Proyecto Silverview.

Proyecto Silverview es una gran novela de espionaje, y también de espías. De espionaje entendido en su realidad: burocracia y politiqueo, y no en la idealizada imagen que le diera James Bond. De espías, entendido como personas humanas con oficio, ejemplos del disimulo, del anonimato y del recogimiento y no mostrados como superhéroes.

En Proyecto Silverview, sus personajes son personas, aparentemente, normales y corrientes. De vidas comedidas y casi anodinas. Personas hogareñas, familiares y vecinales. Y es que no hay que olvidar que las y los espías también son personas.

Proyecto Silverview es un intimista canto de cisne al servicio secreto que fue y que tiempo ha dejó de serlo. Una glosa a un modo de patriotismo donde había sentimiento de orgullo nacional y no solo intenciones estratégicamente geoeconómicas.

Narrando, aparentemente, unas relaciones intrascendentes en una trama, aparentemente, sin resalto alguno, el autor define ese mundo en el que la organización en la que trabajó está siempre con el oído parado y atento a cualquier disonancia. Por eso cuando se percibe un chirrido se articula rápidamente un procedimiento de comprobación y Proctor es el encargado de llevarlo a cabo.

Julian Lawndsley, un joven y exitoso gestor económico en la City, cansado del estrés se ha retirado a una localidad costera para llevar una librería. Poca clientela, mucha tranquilidad y Edward Avon, quien le propone ubicar en su sótano La República de las Letras: una cuidada selección de lecturas indispensables. Un proyecto humano e intelectual al que Julián no se puede resistir.

Los agentes de esta novela arrastran su desesperanza, su desánimo y su desconcierto por vivir en una sociedad a la que ya no reconocen como propia. La ilusión por ayudar a mejorar el mundo se ha disuelto en la rutina de las normas y las ordenanzas, en gestiones de despacho, en redacción de informes y memorándums bajo el dictado de los políticos que no de la política. El derrotismo se ha instalado en sus vidas y la decadencia en los valores sociales.

John Le Carré nos deja su último texto, corregido por su hijo, y con él nos regala su experto dominio del lenguaje críptico, propio de un agente, que tantas veces hemos disfrutado en sus obras y que ahora, más si cabe, se despliega en una clase magistral de redacción. Contando sin contar, diciendo sin decir, pasa cuentas con quien le empleó y a quien ayudó.

Es una novela de agentes secretos, o espías como prefieran llamarlos, en la que habita la nostalgia. Es la lectura perfecta para el adiós a un grande. Hay quien siente placer tomando un café doble, o un whisky doble; leer este Le Carré es placer doble.

Del mismo autor y reseñada en este blog Una verdad delicada su última novela publicada en vida.