Morir escuchando a Raphael |
La muerte de una persona
anciana por accidente doméstico o incluso suicidio es algo que en las apuestas
se pagaría muy poco por su alta probabilidad.
Por tanto descubrir el
cadáver de una anciana no tendría que despertar sospechas en la policía, pero
un segundo cadáver ya suscita cierta alarma y hay que investigar por si hay
patrón. Y si así fuera, determinar cuál y si puede ser causa de más víctimas.
No nos dejan ser niños es un título curioso para una novela negra pero
tiene su razón en las infancias rotas prematuramente y que dejan sin satisfacer
necesidades emotivas que permitan facilitar el paso a la madurez sin
asignaturas pendientes ya que si no, se repite curso y se entra en un bucle
desasosegante que se manifiesta llegando tarde a las citas y se acaba
asesinando.
María Médem, una buena
profiler en la época que trabajaba en homicidios, sale de su puesto rutinario
asignado en su vuelta a la comisaria después de su baja por maternidad, para
ponerse a las órdenes del inspector jefe Roberto Rial, llegado de la península
ex profeso para esta investigación. Todo lo que sabe del oficio se lo debe a
Roberto, todo lo mejor de su feminidad también.
Con Roberto Rial no hay
horarios ni espacio en la mente para temas prosaicos: la investigación exige
exclusividad hasta que se termina. Y eso significa que María habrá de
multiplicarse en tiempo y capacidades para ser buena madre, tiene un hijo de
meses; ser buena nuera, tiene una suegra que parece un ejercito de demonios; ser
buena esposa, tiene un marido que solo comprende y satisface sus propias
necesidades; ser buena amiga, tiene una vecina con problemas económicos… y
encontrar también un poquito de tiempo para ella misma.
Y Menorca, la isla donde
transcurre la acción, parece encogerse y hacerse aún más pequeña para dar
cabida a la expansión que precisan sus sentimientos ante tal cúmulo de
contrariedades. Ella tiene que ser buena y comprensiva con todo y todos pero
¿quién va a ser bueno con ella? ¿Quién tiene en cuenta sus necesidades?
Pere Cervantes escritor |
Y así, mediante capítulos
cortos y buen ritmo, la trama va desarrollándose por la isla al tiempo que va
sembrando a su paso notas de humor retorcido como son los elementos encontrados
junto a los cadáveres y sobre todo, y ante todo, y por si solo motivo de salida
de este mundo, una canción de Raphael. Hechos que generan unas curiosas sospechas
que son una nueva muestra de ese humor excéntrico.
Pere Cervantes tiene oficio como policía y oficio como escritor
y esa doble vertiente se le nota al crear una ficción con visos de realidad de
una forma fácil, rigurosa y amena. Al costumbrismo de la isla, gentes, comidas
y paisajes, le añade unas muertes poco corrientes y unos asuntos domésticos y
familiares peculiares y con mucho juego y consigue un resultado muy
satisfactorio que se traduce en una lectura ávida.
La novela carga, además,
con la evidente falta de gestos para que la traída y llevada conciliación laboral no sea solo
una intención y denuncia la poca consideración que tiene nuestra sociedad hacia
el esfuerzo que supone para la mujer sacudirse siglos de condescendencia
casposa para ser tratada justamente.
Como primera novela
presenta aspectos mejorables (y cual no, y quien no) pero que no descompensan
al conjunto y seguro que ya se habrán detectado y
aplicado en la segunda novela de la serie: La
mirada de Chapman, ya en el punto de mira de este blog.
Raphael ‘No nos dejan ser niños’