Siete estudiantes universitarios viajan a la isla de Tsunojima para pasar en ella una semana tras recibir una invitación. Entusiasmados por lo que se antoja una aventura, se alojarán en una casa de planta y alzado decagonal, donde incluso la mesa de comedor y las tazas de té también tienen esa forma.
Las habitaciones son austeras como la gran sala central que hace las veces de distribuidor y comedor y no contiene adorno alguno, ni cuadros en las paredes, ni un sofá ni una mesita ni una librería.
Las tres estancias restantes son el recibidor, la cocina y el
baño común. La casa carece de electricidad y también, de hecho toda la isla,
carece de cobertura. En la cercanía hay un islote.
Curiosas razones hubo de tener
el arquitecto Seiji Nakamura para diseñar y construir esta excentricidad, no
solo para adoptar tan curiosa forma sino por levantarla en una isla solitaria.
La Decagonal está cercana a la
Mansión Azul, que hoy luce calcinada y en la que se encontraron los restos de
cuatro personas, el arquitecto, su esposa y un matrimonio de empleados, asesinadas
hace medio año.
Todos esos elementos bastarían
para echar atrás a quien quiera que, confundido por la búsqueda de la aventura,
se planteara hacer turismo o pretendiera relajación: el ambiente induce a
cualquier emoción menos a la calma y si en cambio siembra una cierta incomodidad.
Pero para el grupo, todos miembros del Club del Misterio, es hacer realidad un sueño. Los integrantes, muy motivados, adoptan nombres de sus autores occidentales favoritos, así los cinco chicos son: Ellery, Carr, Leroux, Poe y Van; y las dos chicas Agatha y Orczy.
Fuera de la isla están Doyle y
Morisu (de quien no conocemos su apodo, pero apela al personaje Detective de
Sillón que podría hacer referencia a diversos autores) y también está Shimada
un añadido circunstancial.
Así si sumamos a todos los personajes tenemos diez protagonistas y es inevitable observar en Los asesinatos de la Mansión Decagonal el guiño a la gran novela Diez Negritos de la simpar Agatha Christie y más cuando los isleños encuentran a la mañana siguiente a su llegada, sobre la mesa del comedor, siete placas rectangulares con textos que va de Primera Víctima a Quinta Víctima y las dos restantes son Detective y Asesino respectivamente.
Nadie reconoce haberlas
puesto. Todos suponen, esperan, desean que sea un juego. Pero todos temen que
pueda esconder una macabra realidad.
Mientras, en tierra firme, los
otros tres están inmersos en su propia investigación centrada en los antiguos
asesinatos de la isla.
Todo apunta a que hay una clara relación entre aquel suceso y la actual presencia en la isla de los integrantes del Club del Misterio. En esto el lector va por delante de lo que puedan pensar los estudiantes, ya que sabe cosas que ellos desconocen. Este recurso de thriller, de saber que hay peligro y no poder avisarles dispara la tensión así que tómenselo con calma y té matcha.
Este primer volumen finaliza
con una imagen en picado del interior de una de las habitaciones. Sobre la
cama, una persona yace con manchas y salpicaduras de sangre. ¿Primera víctima?
¿Es la puesta en escena de un inocente juego o el cadáver de un elaborado plan
de asesinato?
193 páginas que se devoran; un guion argumental basado en la novela del mismo título y del mismo autor Yukito Ayatsuji que presenta unos personajes carismáticos; un entorno ominoso y un pasado muy presente. Una investigación llevada a cabo por genios que debe conducir a elaboradas e interesantes hipótesis desconociendo cual será la acertada.
El dibujo de Hiro Kiyohara es limpio y expresivo y acentúa los rasgos de cada protagonista para que no pueda haber confusión alguna como puede suceder con otros mangas. Este es seinen, o sea para público adulto.
La serie se completa en 5
volúmenes y solo hay que desear que se completen pronto las traducciones y podamos
tenerlos todos a disposición (el segundo sale este octubre). Por 8,5 € es un
pecado no comprarlo; y si no lo leen el pecado ya es mortal.