jueves, 24 de noviembre de 2016

El suicida impertinente de Juan Luis Marín

Si tienes un J.M. en tu vida
puede ser tu perdición.
En El suicida impertinente J.M. orquestra su propia muerte planificando hasta el mínimo detalle las acciones previas al evento, las inherentes al propio acto de suicidio y, sobretodo, las posteriores que ya no serán realizadas por él pero si desencadenadas a través de la lectura de una simple carta; ya saben: lo de la pluma y la espada.

Y es que J.M. es ante todo un escritor y guionista y de ahí que sepa mucho de concebir escenas y de darles voz a los intérpretes. J. M. ha decidido suicidarse pero también vengarse ya que culpa de su anticipado e irreversible acto final a todos sus allegados.

Y sin en vida no supo o no pudo reivindicarse lo hará desde la muerte; va a suicidarse si, pero va a amargar a sus deudores siendo un suicida impertinente. Va a ser el titiritero que desde el más allá, liberado de toda responsabilidad moral, mueva los hilos para hacer bailar una macabra danza a los vivos.

Esposa, familia, amigos, compañeros de trabajo; donde abundan escritores, guionistas y periodistas conforman la comitiva del duelo lejos, muy lejos de imaginar que la muerte no es el final y que en el funeral empezará todo.

El suicida impertinente es una tragicomedia, truculenta historia narrada en clave de novela negra con mucho de comedia negra, que disecciona los comportamientos humanos desde la perspectiva de cuanto estamos dispuestos a apostar por nosotros mismos y cuan fácil es echar la culpa de nuestros sueños inalcanzados a la mala suerte o a los demás, culpabilizando de puertas afuera cuando igual habría que ventilar desde el interior.

Poco o nada podemos hacer desde la lectura más allá que asistir pasivamente a un espectáculo desde un rincón del back stage. No es un libro participativo es ilustrativo; entre atónitos y jocosos asistiremos al rodaje de la diabólica última obra de J.M. sin tener idea de cómo va a evolucionar la trama, aunque intuyamos que saltaremos de sorpresa en sorpresa hasta concluir en un retorcido final.

Y esto es El suicida impertinente una novela que consigue sorprender y entusiasmar, que toca teclas para conformar una melodía que resulte crítica con las personas, más que con la sociedad en genérico, y genere cierta incomodidad pero que no deje de ser agradable al lector.

Juan Luís Marín, escritor
Juan Luis Marín que nos deleitó con su novela negra Maldita nostalgia (reseñada aquí en este blog) nos ofrece ahora, en un giro a la ortodoxia del género, una novela breve que encierra un recorrido crítico por la memoria de cuando aprovechando el pelotazo de los medios todos los que podían sacar tajada no dudaban en hacerlo aunque las artes exhibidas para tal fin no fueran ejemplo de ética. Quien más quien menos tiene algo que esconder y que no quiere verlo exhibido.

El autor renunciando a personalizar sus protagonistas más allá de darles unas iniciales y emplear el genérico nombre de La Capital para designar la ciudad, nos está diciendo que pongamos nosotros mismos los identificadores. Porqué no tiene ninguna duda de que todos sabemos de alguien más cercano o lejano que podría haber interpretado alguno de los papeles de la serie, perdón de la novela.

Y ahí hay parte también de su crítica, regresa a La Capital, localización de exteriores para sus dos anteriores novelas, para demostrar que no hay que comportarse ni vestirse de malote para serlo; en La Capital se desarrollan todo tipo de historias y conviven todo tipo de personas y la maldad existe subyacente en cada una. Otra cosa es que se desarrolle y otra que tome las riendas; pero eso es otra historia.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Happy Valley temporada 2

Happy Valley donde la felicidad consiste
simplemente en no ser infeliz
La serie de televisión Happy Valley mantiene, en su 2ª temporada, su tono oscuro de drama policial tragicómico acreditado en la 1ª temporada y por el que sorprendió y agradó por igual a un sector de la audiencia televisiva desencantada de series, autoproclamadas policiales, más cercanas a chirigota que a realidades punzantes.

Y eso que la serie Happy Valley tiene su punto doméstico, lo que no significa que el hogar sea un refugio para estar a salvo de nada ni de nadie sino solo que en él la maldad habita bajo techo.

Sarah Lancashire en su papel de la sargento Catherine Cawood vuelve a estar impresionante. Su fortaleza se sustenta por la debilidad de quienes le rodean y dependen de ella: su familia, sus vecinos e incluso sus subordinados.

Si ella cede, todo se viene abajo; no puede permitirse ser débil y aún así por momentos se ve desbordada, aparece frágil y su aspecto más humano aflora en lágrimas y gritos. Sus gestos cariñosos son mínimos pero intensos, no puede ir con sutilezas ni puede aceptarlas; la rueda de la vida sigue girando y si se ella se detiene morirá aplastada.

Para entender y disfrutar plenamente de esta temporada es preciso haber visto la primera ya que lo que en ella sucedió es el punto de partida de esta segunda, más tenso si cabe ya que ahora la violencia física mostrada entonces se vuelve psicológica: la fascinante capacidad del psicópata para mostrarse lo suficientemente amable, indefenso e incomprendido como para hipnotizar a los débiles y arrastrarlos al lado oscuro para convertirlos en cómplices o víctimas.

Secundarios de la segunda temporada, todos de primer nivel

Una segunda temporada que pone a la sargento Catherine Cawood, un alarde de matices y registros interpretativos, como sospechosa de una serie de asesinatos en serie; que altera la vida de una vecina ante el temor de una venganza mafiosa; que intenta provocar un cisma en la especial relación con su nieto; que le obliga a ser amablemente inflexible con su hermana Clare; indulgente y tolerante con su hijo; solidaria con prostitutas y desfavorecidos; protectora y comprensiva con la nueva agente y a mantenerse dura y demostrarlo, a pesar de quienes dudan o de lo que sugieran las apariencias sobre la calidad inhumana de Tommy Lee Royce.

Calder Valley en el West Yorkshire sufre una vez la dicotomía que supone enfrentar el significado de su nombre en la serie, Happy Valley y sus verdes prados y calles ordenadas con los terribles asesinatos, trata de blancas y rencillas menores habituales. Una magnifica realización de Sally Wairwright que trabaja ya en la tercera temporada.

Si la serie es de culto para los amantes de las series policiales es porqué no renuncia a ser negra aunque resulte incomoda y su credibilidad se debe a la sencillez con la que extrae del alma de los seres humanos lo bueno y lo malo para exponerlo sin pudor renunciando a dar lecciones morales.

Catherine Cawood y la oveja:
una secuencia para la historia
Olvida la grandilocuencia de los efectos especiales y de las acciones a ritmo de thriller apostando por la cotidianeidad con diálogos y situaciones delirantes que, por momentos, siguen evocando a los Coen y a Tarantino (la secuencia de la oveja: como Catherine la cuenta a su hermana y el desenlace final son de antología).

Los seis episodios de la serie dan la medida justa para poder desarrollar en su plenitud cualquier trama y facilitan el compromiso de la audiencia de serle fiel ya que no se le exige devoción a lo largo de veintitantas semanas más los parones. La calidad de la BBC, con sus producciones que cuidan los detalles al milímetro: guión, dirección, escenarios, protagonistas principales, secundarios recurrentes y los secundarios protagonistas de esta segunda temporada, absolutamente creíbles y perfectamente adaptados… resulta una vez más incontestable y el mejor ejemplo a seguir.

lunes, 14 de noviembre de 2016

El jardín de cartón de Santiago Álvarez

Cada uno tiene su particular
Jardín de Cartón donde
arden cuentas pendientes.
Las fallas son la ventana por donde el mundo mira a Valencia y para los valencianos son la noche de reyes de los niños: algo mágico, algo esperado, algo deseado y algo efímero.

Cada barrio de Valencia tiene su particular jardín de cartón habitado por figuras construidas con material inflamable listas para arder en cuanto se dé la señal. Pero cuando se disipe el humo los problemas seguirán existiendo y los que más tienen seguirán acumulando y los que menos tienen pueden llegar a perderlo todo.

La corrupción y los intereses económicos no son cosa del presente, vienen del pasado pero es ahora cuando los medios airean su origen, se conoce su alcance y se vituperan. Y es que toda acción no es sino una consecuencia de un hecho como las hojas lo son de una raíz.

El Jardín de Cartón es una novela multigénero, negra, policiaca y thriller, donde una pasión del pasado que ardió con tanto o más ahínco que los ninots falleros dejó los rescoldos donde hoy se asan venganzas, envidias y odios.

Laphroaig Scotch whisky
Mejías, detective privado a imagen y semejanza de los del cine americano en blanco y negro, a imagen por su sempiterna gabardina y su trasiego de whisky, eso si Laphroaig que no bourbon, y semejanza por su desasosiego existencial y diálogos con su conciencia, regresa con un nuevo caso que rememora ecos de su primero en La ciudad de la memoria.

La situación económica de su agencia, a punto de ser embargada por Hacienda, le impele a aceptar un caso que su ética rechaza y a venderse, en cuerpo y alma, aunque no se le pueda comprar.

Y así con la colaboración de su ayudante Berta, emprende dos investigaciones tan dispares como son desbaratar un intento de sabotaje a una de las fallas de mayor presupuesto y localizar una botella de un excepcional, por bueno y por desubicado, whisky autóctono llamado Ullal Blau, elaborado hace tanto tiempo, la primera mitad del siglo XIX, que nadie parece recordar su existencia.

Santiago Álvarez se acoge a la licencia de autor para hacer de Valencia un gran escenario icónico donde plantar su propia falla que no es otra que esta novela.

La falla, la novela, la construye con alegorías, críticas, denuncias y caricaturescos personajes que representan esos intereses privados sin escrúpulos que apisonan más que andan y le sirve para pasar cuentas con ese poder corrupto henchido de soberbia que desde la altura de su condición de ninot más grande se burla de las miserias que el mismo fomenta y que pisotea con desdén.

Pero a toda falla, por importante que sea, le llega su San José.

Santiago Álvarez
Las páginas de la novela le sirven a Santiago Álvarez de combustible acelerante para quemar su falla. Una falla que en su exterior es el atractivo argumento de la propia novela sustentado por una deliciosa e intrincada trama que es la estructura que sustenta la falla. Todo un oximorón en una Valencia que luce las fallas como un escaparate donde no todos los valencianos se reflejan.

Una novela que, como la cocina que con los mismos ingredientes reinventa sus platos, partiendo de los clásicos rejuvenece el género con una enorme carga de simbolismo para disfrutar en primera y segunda lectura a partir de los créditos que subtitulan cada capítulo..

Despidámonos con la música del agrado de Mejías


Chick Webb & his Orchestra Ella Fitzgerald - When I GetLow I Get High 1936

Lean la reseña de la primera novela de esta serie La ciudad de la memoria

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Las pequeñas mentiras de Laura Balagué

Las pequeñas mentiras:
una novela policíaca de corte
clásico rabiosamente moderna.
Las pequeñas mentiras son eso que saben los conocidos de una víctima y que omiten explicar en los interrogatorios policiales por considerar que no tienen relación con el caso o simplemente porque quieren ocultar para no dañar la imagen o la reputación de quien yace cadáver pero deja familia. Sean omisiones voluntarias o por descuido son pequeñas mentiras.

Son esos secretos que todos ocultamos y que en una situación extrema pueden evidenciarse, por sorpresa y sin avisar, como objetos traídos por el mar y que resultan visibles cuando se retira la marea.

En Donostia con clima lluvioso y episodios de nieve en vísperas de Navidad se descubre el cuerpo de Cristina Sasiain, la co-propietaria de la peletería Astrakan, que yace muerta de un disparo en el suelo de su establecimiento con caros abrigos pintarrajeados de tinta a su alrededor.

Las pistas iniciales abren diversos frentes, desde un atraco que saliera mal a un renacimiento del impuesto terrorista hasta un exceso por parte de los ecologistas y defensores de los animales materia prima de la industria peletera.

La inspectora de la Ertzaintza Carmen Arregui, felizmente casada y con dos hijos, tiene hasta el mismo día de Navidad, el 25, para solucionar el caso sino pasará a otras manos.

Así, conciliando relación conyugal con su marido Mikel, ejerciendo de madre de sus hijos Ander y Gorka y de hija de su anciana madre, sin olvidar hermana y cuñado, va avanzando en el caso con igual lentitud y desesperación, por culpa de las pequeñas mentiras que le van contando, que se circula en coche por las calles de una ciudad atestada de gente ultimando compras para regalos y para comidas y cenas.

Pequeñas mentiras que va descubriendo en los distintos interrogatorios que realiza y que le obligan a recorrer el mismo camino una y otra vez y avanzar muy poco a poco.

Laurá Balagué incorpora a la
inspectora Arregui al elenco
policial del género
Laura Balagué ha escrito una novela policiaca de corte clásico porque en la lectura se van descubriendo las pistas al mismo tiempo que lo hace la policía. Y de trama sencilla, que no hay que confundir con simple, por el modo tan cotidianamente normal en que se desarrollan los acontecimientos tanto familiares como policiales y muy natural por el modo tan racional como se lleva a cabo la investigación policíaca.

Presenta una redacción limpia, bien construida gramaticalmente, con suficientes ironías que demuestran inteligencia y cultura, tanto de la autora como de la protagonista. Párrafos cortos y mucho diálogo hacen que la lectura sea muy fácil y agradable a la que ayuda un ritmo sostenido que no decae en ningún momento.

Ha huido de los estereotipos que están tan de moda para ofrecer una obra con gran encanto localista; con un personaje central muy humano con sus dudas, berrinches, frustraciones, ilusiones y satisfacciones sin recurrir a complejidades psicológicas de manual; con unos secundarios convincentes y con un crimen perfectamente pausible.

La inspectora Carmen Arregui es una madre de familia cariñosa, sensible e inteligente que trabaja en la policía y que tiene la suerte de tener un marido tan comprensivo, capaz y solidario como lo era Joe, el marido de Allison Dubois de la serie de tv Médium. Arregui encarna la normalidad frente a los estereotipos torturados que suelen identificar a los protagonistas de género.

Tal vez el contrasentido más relevante que confiere identidad a la protagonista esté en que se relaja leyendo a Irving ¿quién puede relajarse con esas lecturas? Se me ocurren muchísimas mejores alternativas para relajarse. Incluso leyendo.

Como tiene aspecto de ser el inicio de una serie nos alegra saber que nos esperan horas placenteras siguiendo sus cuitas familiares y sus casos policiales deseando que el personaje se vaya soltando y tome más cuerpo y la trama más compromiso. Arregui se ha ganado a pulso formar parte del elenco policial del género.

Pueden leer aquí el primer capítulo. Pero no se sorprendan si luego tienen que ir corriendo a comprarla. Aunque si les da pereza salir siempre pueden encargarla por internet. Y leánlo escuchando la banda sonora de la novela. Ya sabrán porqué.

Mendian gora interpretada por  Imanol Larzabal


domingo, 6 de noviembre de 2016

Houdini & Doyle

Houdini & Doyle una serie que combina
lo sobrenatural con la lógica de la física
y la observación detectivesca.
Harry Houdini (interpretado por Michael Weston), americano de origen húngaro, es un soltero enfant terrible que vive de números de ilusionismo y escapismo que encandilan al público mientras les pone el corazón en un puño. Sus estudios y conocimientos de la magia de escenario le convierten en un escéptico sobre todo lo que desafíe la física y persigue con saña a los médiums y charlatanes que se aprovechan de la buena fe de las gentes para robarles o llevarlos a tomar decisiones contraproducentes.

Arthur Conan Doyle (Stephen Mangan), escocés residente en Londres, es un médico casado y padre de una pareja preadolescente, que está cosechando cierta fama por unas novelas en las que narra las investigaciones de un peculiar investigador privado llamado Sherlock Holmes. Cree en el espiritismo, las hadas y en el más allá y por ello ve en los fenómenos paranormales la manifestación de una realidad paralela a la que además, se aferra por razones personales.

Constable Adelaide Stratton (Rebecca Liddiard) es la primera mujer policía de Scotland Yard y a pesar de sus indudables aptitudes para la investigación, sus dotes de observación y su autonomía en la defensa personal, vive su profesión relegada en el sótano de las dependencias policiales encargándose del archivo y sufriendo la ignorancia, cuando no desprecio, de los mandos que la toleran pero no la soportan. Es feminista y no cree más que en las pruebas sin prejuicio alguno.

Constable Adelaide Stratton la primera mujer policía de Scotland Yard
Espíritismo, reencarnaciones, milagros, fantasmas, premoniciones, extraterrestres, posesiones infernales, vampirismo (con la agradable presencia de Bram Stoker), poltergeist y el poder mortal del maligno son los argumentos, por este orden, de los 10 capítulos que componen la serie que el atípico trío de protagonistas mencionado se encargará de investigar formando equipo en el Londres de 1901, con escapada a Estados Unidos y Canadá.

La serie está muy bien ambientada y resulta correcta en la interpretación, los argumentos bien elegidos y trufados de sucesos, aparentemente, inexplicables por, aparentemente, paranormales, están diseñados a juego de las filias y fobias de cada miembro del equipo para que a lo largo de la trama cada uno pueda desarrollar sus aptitudes a pesar de los encontrados y manifiestos puntos de vista. Como subtrama líneal cada uno sufre, en su vida personal, un trágico suceso que confiere el contrapunto dramático al tono de comedia ligera que, lamentablemente, impregna la serie.

Doyle & Houdini amigos en la ficción y en la realidad
Y a pesar de que cada pieza aislada podría hacer presumir un mejor conjunto, algo no se ha hecho bien ya que en lugar de aprovechar el rico potencial que suponen las jugosas ideas argumentales y las tres personalidades reales (aunque la agente femenina no lo fuera hasta 1915 y tuviera otro nombre) con una vida rica en vivencias y anécdotas se cae en una suerte de rivalidad casi infantil que no solo no consigue generar química sino que tiende a la ñoñería al limitarse a extraer de los protagonistas solo su parte más superficial con lo que resultan unos perfiles tremendamente unidimensionales.

Y la culpa hay que repartirla entre todos: poco acierto en las tramas, ligeras respecto de la potencia de los argumentos; en los actores elegidos, buenos en su papel, aunque sin opción al lucimiento ni a hacerse mejores sinérgicamente; en el exceso de directores: hasta 5 distintos para 10 episodios y el exceso de guionistas: 7 acreditados. 

El punto de partida de la serie resulta goloso, unos protagonistas, Houdini, Holmes y Stratton, enormemente atractivos y con solo unos pequeños retoques y unas pequeñas correcciones resultaría brillante pero sea por el motivo que sea la productora ha decidido no hacer el esfuerzo de mejorarla y ha preferido proceder a su cancelación por lo que no habrá segunda temporada. Una lástima.

Este post se podrá leer también en el blog de magia Magicatessen con la intención de aunar géneros y favorecer la difusión del arte y la cultura.