Novela policiaca de la golden Age. |
Un laberinto se ve siempre como un lugar donde algo o
alguien indeterminado, con intención ominosa, parece acechar a cada paso. Por muy luminoso y colorido
que sea siempre se presenta como un lugar donde enfrentarse a los propios
miedos y del que nada más entrar ya se desea salir.
Un escenario concebido para dar cabida al misterio y la
sorpresa. Un exuberante alarde de verde naturaleza dominada y moldeada con geometrías contranatura que se
contrapone a la salvaje libertad de los bosques, pero además un eco de
violencia y sangre proveniente de cuando el Minotauro.
Y si el laberinto tiene dos centros con dos recorridos
distintos, aunque sean simetricos, la ansiedad se multiplica por dos. Y claro si tiene que cometerse un
asesinato, justo en el centro, también va a multiplicarse por dos. Y el
misterio también va a ser doble.
Estamos ante una novela policial, que no novela negra, de
la Golden age británica respetando en
su estructura argumental y su ambientación los cánones establecidos, incluso adoleciendo
del parsimonioso ritmo narrativo al que le hubiera beneficiado mayor dinamismo
y mejor comprensión dramatica.
Comprensión no por lo que sucede o se describe sino por el
motivo del crimen y que por eso la explicación final, esclarecedora e
imprescindible, es de por sí misma un pequeño e interesante relato.
Sir Clinton Driffield y su amigo Wendover, en un papel que
recordaría el del Hastings de Poirot o del Watson de Holmes, encarnan la
investigación mientras que el jefe de policía local aporta el cariz legal y oficial, y contrapunto a la inteligencia, a los extravagantes gestos y solicitudes de los citados.
J. J. Connington |
17 novelas policiacas es el aporte de J. J. Connington (1880-1947),
seudónimo de Alfred Walter Stewart, a la historia del género y Asesinato en el
laberinto, Murder in the Maze, data de
1927 y sería la quinta publicada.
Y en esta hay que reprocharle que haya trabajado tan poco los
personajes que cueste hacerse con ellos, que la trama presente
algún salto temporal que no se acaba de justificar cuando podría haber empleado
otros recursos narrativos más afables. Y la traducción, y eso ya no le
corresponde, tampoco ayuda al emplear sustantivos y expresiones en desuso para
el momento en que se ha publicado.
En el conjunto se evidencia la bisoñez de la obra y que
probablemente a lo largo de su producción mejoró. Habrá que esperar a ver si se
edita algo más.
Mientras pueden echarle un vistazo a las primeras páginas,
gracias a la editorial, en este enlace.