El problema final es un acercamiento al género policiaco clásico, que no novela negra, desde el respeto y la admiración de quien, siendo escritor de mérito y de éxito, sabe que la aparente sencillez en la redacción de Dama Agatha es fruto de un extraordinario virtuosismo.
Del autor, Arturo Pérez Reverte, no vamos a discutir su
oficio, ni su dominio del lenguaje, ni sus aptitudes narrativas para hilvanar
tramas inteligentes e interesantes.
Tal vez por eso acercarse a El problema final con la expectativa
alta puede suponer un ligero desencanto.
El problema final es
una novela policiaca de corte clásico, que en nada o poco se distingue de
tantas otras escritas durante la edad de oro del género. Y que, como ellas,
entretiene y mantiene el interés hasta el final solo para confirmar la
identidad del asesino, como si de participar en un juego se tratara. Un enigma
perfecto y una resolución inteligente.
Sin embargo, a la novela le falta imaginación, no para
construir sino para sorprender, y le sobra erudición. Es claramente una fan
service, una concesión a fans irredentos de Agatha Christie, pero
principalmente de Sherlock Holmes y cinéfilos de nivel, ya que por momentos se
asemeja a un trivial nivel pro por la cantidad de referencias, alusiones y
guiños que despliega. La mayoría innecesarios en el desarrollo de la trama pero
altamente vistosos para quien precise alimentar su ego con citas
grandilocuentes.
La trama, a imagen y semejanza de las desplegadas por Agatha
Christie, tiene un singular planteamiento y magnifico inicio. La idea de que un
actor deba encarnar a su personaje de ficción preferido es sumamente original y
secuestradora de atención lectora.
Por eso, Arturo Pérez Reverte, no busca un pastiche sino una trabajada revisitación de un método, Christie, y de un personaje, Holmes.
El aislamiento forzado de los protagonistas en un lugar
momentáneamente inaccesible y el asesinato en habitación cerrada ya predisponen
la ambientación adecuada y todo hace presagiar un derroche de falsas pistas,
cuestionables coartadas y pasados que esconden secretos y nada de eso falta. El
argumento es canónico en todo y por tanto no tiene ni un pero en cuanto al
consabido planteamiento, nudo y desenlace.
En el nudo, el público habitual del género, que conoce
sobradamente la obra de Dama Agatha, ya ha descontado la identidad del asesino
y espera inútilmente ese giro de prestidigitador que le sorprenda; pero los siguientes
sucesos solo son descargas de desfibrilador sobre un cuerpo ya inerte.
El problema final es
una magnifica novela policiaca escrita hoy a modo y manera del ayer, que
no pasará a la historia del género salvo por ser su autor y su supuesto
protagonista quienes son.