domingo, 13 de diciembre de 2020

El Club del Crimen de los Jueves de Richard Osman

Estamos ante una novela policiaca, al viejo estilo, que no novela negra, que desborda ironía y humanidad. Ante una comedia policiaca de humor negro para más precisión. No podía ser de otra forma cuando los protagonistas, Elizabeth, Joyce, Ron e Ibrahim, son amigos, personas de edad avanzada y residentes en Cooper's Chase, un complejo para el ocaso vivencial, multirracial y multicultural, con más marcha que una residencia universitaria.

Y es que a partir de cierta edad los defectos y las virtudes tienden a encontrarse y no a enfrentarse y quien no se ríe de sí mismo quizás ya no tenga tiempo de hacerlo.

La vida te permite recordar cuándo fue la primera vez de algo, pero no te da pistas de cuándo puede ser la última.

Elizabeth es una mujer decidida y con capacidad de liderazgo que esconde un pasado vinculado al servicio secreto; Joyce es una viuda reposada, ex-enfermera, de apariencia ingenua pero de mente ágil y gran capacidad de síntesis; Ron es un antiguo activista sindical que no ha perdido capacidad oratoria ni facilidad para analizar situaciones e Ibrahim, que, como ex-psiquiatra, mantiene intactas sus facultades para interpretar reacciones y comportamientos. Y todos sobrados de ingenio y energía.

Un equipo, donde las mujeres son las piezas fuertes, que se entretiene en investigar casos policiales antiguos hasta que se les presenta uno calentito y a las puertas de su casa. Magnífica ocasión que no hay que desaprovechar y en nada consiguen convencer a los policías Chris y Donna para establecer una relación que beneficie a todos y ayude a resolver los crímenes (después del primero siguen más) lo más rápido posible.

A ninguno de los cuatro les asusta estar delante de personas muertas, a su edad es una constante y un desenlace asumible, pero estar ante un asesinato sí que debería. Y tampoco. Al contrario, les resulta estimulante y conlleva una mezcla de emociones que les revitalizan, aún más.

Richard Osman desarrolla una intricada trama, cuidadosamente sembrada de pistas falsas, adarves y trampantojos que funciona como un reloj; pero lo mejor son las caracterizaciones de su carismático elenco de personajes y su forma de entender y sobrellevar los agridulces momentos que les ofrece la vida.

Resulta una lectura tan agradable, fácil e intensa como repleta de humor, ternura y suspense. De principio a final donde todo cuadra. Tanto la trama principal como las distintas subtramas tienen perfecto cierre. Y si bien arranca con fuerza no solo no decae sino que acaba mejor que empieza y esto, hoy en día, es un lujo al alcance de poca gente que escribe.

Disfrútenla sin complejos. Y vayan ahorrando y pidiendo plaza para Cooper’s Chase que seguro que hay lista de espera.

Ah! el autor ya trabaja en una segunda entrega. Ojalá salga pronto.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Rey de picas de Joyce Carol Oates

Aviso a lectores: no van a encontrarse con una novela negra, ni tan solo policiaca sino ante una novela de suspense. De suspense argumental y de suspense psicológico. Pero también se van a encontrar con una magnífica muestra del arte narrativo de una autora referente en el mundo literario y que cuenta con más de 100 títulos en estanterías.

En Rey de Picas estamos ante un Dr. Jekill y su reverso Mr. Hyde, no como científico sino en forma de escritor. Andrew J. Rush es un renombrado autor de novelas de suspense, que admira a Stephen King, que vende a espuertas y que es conocido y respetado por el público y mimado por su editorial.

Pero tiene un alter ego, el Rey de Picas, que le permite liberar las tensiones contenidas en su obra políticamente correcta incluso en los finales. Y ese otro escritor es su opuesto. Es soez, vulgar, machista y violento hasta extremos inimaginables.

¿Quién es en realidad Andrew J. Rush? ¿Es el Dr. Jekill o es Mr Hyde?

Su lenta pero progresiva degradación empieza a querer asomar y su autodestrucción es palpable, y mientras dilucida sobre sus deseos recibe una acusación de plagio de la señora Haider y esto supone encender una mecha que, aunque larga y por tanto generadora de angustia, ante un ¿inevitable? final, amenaza con explotar y acabar con todo.

Un protagonista que destila rencor y cuya inestabilidad es consecuencia de su inseguridad. Y otros personajes: su mujer Irina y su hija Julia, con amplio registro humano y trascendente detonador en la trama.

Joyce Carol Oates busca la parte humorística, humor negro eso si, a la tragedia pero no da tregua a su protagonista. Lo somete a esa dualidad que amenaza su cordura y que evidencia, con la denuncia de plagio, ese ego sublimado que padecen ciertas personas cuando alcanzan una posición envidiable por la mayoría silenciosa. La escritura en primera persona acentúa la percepción y la alternancia de los acontecimientos sostiene y ensalza la intriga.

La dificultad para algunos escritores en discernir la realidad de la ficción es sometida a disección. La escalada a la cúspide para alcanzar la fama es la antesala a la caída hacia el olvido, y eso, para según quien puede ser peor que la propia muerta: cuan mejor morir siendo alguien admirado y envidiado que alguien odiado y repudiado.

La autora aprovecha la ironía de la situación para evidenciar el funcionamiento del sector editorial en un retrato entre bastidores que pone el dedo donde más duele en la mente de un abogado: ni verdades ni mentiras, solo argucias.

Adecúa el ritmo narrativo a partir de las voces de los protagonistas que como un batería o un bajo, alargan o acortan el sostenimiento de la melodía para lucimiento de los solos.

Joye Carol Oates acaba de ser merecidísima galardonada con el el 16º Premio Carvalho de Novela Negra que concede BCNegra y que recibirá a primeros del año próximo, 2021, 1º después de la pandemia.

Hay quien dice que por su otra literatura es merecedora del Nobel. El tiempo lo dirá. De momento lean Rey de Picas y si escriben o han sentido la tentación de hacerlo, con más motivo.

domingo, 29 de noviembre de 2020

Los solitarios de Álvaro Arbina

La novela no esconde la intención de homenajear al clásico de la novela policiaca que es Diez Negritos de la gran Agatha Christie y por eso hay alguna similitud pero son más las diferencias hasta el punto que incluso se podría obviar la referencia. Pero cara a la venta, todo vale.

Personas desconocidas entre si coinciden, por invitación, en una casa aislada con respecto a cualquier atisbo de vida y también por acceso casi impracticable salvo por avioneta. Una vivienda de diseño funcional y elementos pensados para un biosostenimiento autosuficiente ante naturalezas adversas que no tuvo en cuenta la naturaleza humana. La más adversa y perversa de todas.

En Maryland, en invierno y con unas condiciones climáticas muy duras, en esa casa, se ha encontrado a todos sus temporales inquilinos, cadáveres.

Descubrir que ocurrió, quien, cómo y por qué, al más estricto ideario de novela policiaca clásica, es la tarea de la pareja investigadora Emeli Urquiza, una vasca lesbiana en EEUU, y de Francis Thurmond, un afroamericano que sufre su condición de rechazo y que se han desplazado a ese recóndito lugar para dar cobertura a la policía local.

Tanto el perfil elegido para la pareja protagonista, para las víctimas y otros personajes sospechosos, a cual más peculiar y con pasado más pintoresco, anticipa que estamos ante una búsqueda de notoriedad que puede acabar entorpeciendo la trama. Y a partir de aquí, cuando todo debería empezar a mostrarse interesante, empieza a torcerse. Incluida la trama, como era de prever.

A la novela se le pueden achacar más peros que pros: historias personales en analepsis demasiado prolijas para el desarrollo y ritmo del argumento; y más expectativas que realidades, cuando intenta ser psicológica a base de mezclar pensamientos y emociones y cae en el error de buscarlo empleando tópicos.

A nivel narrativo, Álvaro Arbina emplea lenguaje demasiado barroco para una novela de género que aspira a romper moldes y solo consigue rasparlos y si acaso alguna pequeña grieta.

La novela, como viene siendo demasiado habitual, emplea el recurso de desarrollarse de forma simultánea en dos tiempos, pasado y presente. Y, como es obvio, el pasado permite conocer todo lo que pasó y el presente lo que se va descubriendo.

Los Solitarios es una novela de misterio que no acaba encontrando la atmósfera adecuada para envolver de suspense la lectura.

domingo, 22 de noviembre de 2020

La trilogía de Santiago Quiñones por Boris Quercia

Que tendrá el infierno que quienes han estado en el no han dejado ni un segundo de suspirar por salir e irse lo más lejos posible. Que tendrá el infierno que a pesar de odiarlo nadie puede evitar regresar.

Santiago Quiñones, tira, detective, tiene abono de ida y vuelta al infierno. Sus fortalezas le hacen asomar cabeza y luchar por escapar de él; sus flaquezas le agarran por los cabellos de esa cabeza que asoma y empujan hacia abajo con tanta fuerza que si se resiste acabará con el cuello quebrado. De ahí que ceda con rapidez a las tentaciones y se regocije en sus debilidades y en los placeres, efímeros y culpables, que esas le prodigan.

Santiago es un detective que solo da cuenta de sus actos a sí mismo y ni eso o no siempre. Sus métodos y sus normas, son las que hay pero pueden ser otras, como decía Groucho, todo depende de con quien esté y que esté haciendo. Investigar, follar, matar, beber, esnifar, todo vale, todo sirve, todo existe. ¿Para qué quieres la vida sino es para vivirla?

Santiago Quiñones, tira, es la primera novela de una visceral trilogía que sin resonancia mediática que la divulgue aguarda sin prisa esperando ser descubierta, para posicionarse en el debido lugar que le corresponde: al lado de los grandes clásicos de la novela negra, al lado de los mejores. Es noir duro, clásico revisitado, hard boiled, realista. Es pura pasión. Piel.

Historia y vida de un detective. Sus casos, sus desvaríos, sus miedos, sus amores, sus rencores, sus inquietudes, sus deseos, sus debilidades. Su todo y su nada, de principio a fin. Argumentos complejos desparramados en dramas sociales.

Santiago Quiñones es un personaje exasperadamente humano lo que explica que sea un ser tan desilusionado. Una persona de papel; un perdedor que va por la vida sin temor a que esta lo atropelle. O tal vez es lo que desea sin saberlo o sin querer reconocerlo.

En estas dos novelas, Santiago Quiñones, tira y Perro muerto, primera y segunda de la trilogía el sello del autor queda patente. Novelas breves, argumentos densos, ambientes tensos, párrafos cortos y ritmo vertiginoso.

Boris Quercia nos ofrece a Santiago Quiñones como guía para acompañarnos, en un baño de realidad tragicómica, por ciudades de Chile, este país que ocupa la estrecha franja costera que separa el cono sur americano del Pacífico. Aunque de Pacífico poco, como los argumentos que describen los ambientes y la subcultura por donde se mueve el detective.

Las calles del centro de la ciudad son claramente el personaje subyacente de toda la trama y conforman el carácter de sus habitantes y explican y relatan sus historias. No son postales para turistas, son fotos para noticiario. De sucesos. Crónica Roja.

Inexplicable que esta trilogía haya pasado desapercibida. Recomendadísima, y no suelo enfatizar; no lo duden ni un instante.

Bajo el título de Tira, estas dos primeras novelas de la trilogía se adaptaron a serie televisiva en 2019. Una temporada de ocho episodios.

Aquí la reseña de la tercera y última entrega, protagonizada por Santiago Quiñones, La sangre no es agua

domingo, 15 de noviembre de 2020

Terrorhome de Javier Eugercio

Aquiles Entrecoz es el protagonista de esta novela y ese nombre, de semidios griego de vida azarosa y trágico final, sumado a ese apellido que resulta proclive a ser blanco de burlas, ya anticipa un desarrollo argumental incierto y sugiere la necesidad de abrirse a lo que sea que vaya a venir.

Aquiles Entrecoz presenta desde pequeño un comportamiento condicionado por ser quien y como es y por el entorno en el que está. Sometido por su posición en el hogar, entregado a funciones de segunda por el menosprecio familiar y acomplejado por su físico, y el minúsculo tamaño de su pene, resulta, sin saberlo, huésped idóneo para desarrollar una psicopatía de libro.

Su esfínter y el acto de jiñar, omnipresentes a lo largo de la trama, evidencian ese Concepto de Fijación que Freud explicaba por la gratificación placentera obtenida compensatoria de una frustración sexual. Algo que para el médico austriaco solía conducir a una disfunción mental generadora de neurosis. No superar la fase anal tiene sus consecuencias.

Aquiles Entrecoz no es Norman Bates ni unas porquerizas son un motel, pero ya se sabe que las psicopatías no entienden de latitudes ni de idiomas.

Javier Eugercio, poseído por el espíritu rural de Jim Thompson, se convierte en biógrafo de un ser angustiado deseoso de afecto, cariño y sexo compartido; un ser que si reacciona como lo hace es por puro instinto, el mismo que emplea quien mata una alimaña que amenazaría ganado, puercos o aves de corral. Sin inmutarse. Y es que los monstruos nacen y se hacen, y con el tiempo se perfeccionan.

Terrorhome se sustenta en un costumbrismo rural de un realismo exacerbado; emplea un léxico pulido y limado cuidadosamente para que encaje con precisión milimétrica de pie de rey en cada situación; destila humor negro y pretende con ese horror doméstico, ese terrorhome del título, el rechazo y a la vez la fascinación que consigue sobradamente.

Y es que aquí no se busca el quién, ni el cómo, ni tan solo el porqué. Solo vivir el terror doméstico, el peor, porqué no se le ve venir hasta que ya es tarde: ¿sociópata o psicópata?

El autor dirige con seguridad una puesta en escena de una obra en dos actos completamente distintos en forma y tratamiento pero que no se entenderían uno sin el otro. Con su narrativa consigue una fascinación hipnótica por un personaje, Aquiles Entrecoz, de cultura mundana pero de gran saber a partes iguales Y es que eso es lo que tienen las mentes brillantes, capaces de comer barro y caviar sin distinguir cual es cual, para eructar a continuación sin reparo alguno.

Pruébenla, es breve, sabor agridulce, pero satisface.