Al avezado lector occidental, la lectura de Seis-Cuatro, 64, le desenterrará
recuerdos de una literatura existencialista con preocupaciones que hoy no
ocupan pensamientos.
Imposible no evocar a Sartre, Camus y especialmente a
Kafka. Hideo Yokoyama presenta una organización policial extremadamente
jerarquizada, burocratizada y laberíntica que actúa como un ser vivo autónomo,
en una escala supraindividual, y carga contra ella.
Denuncia como el individuo se ve superado como sujeto y la
experiencia de su existencia viene determinada por su control emocional, su
asunción de responsabilidad colectiva y su supeditación subordinada.
Es el
eterno conflicto que enfrenta la individualidad al sentimiento de rebaño, un
hecho cultural en Japón autoimpuesto por el estado como regla de relación
social y empresarial y que cuesta de entender en occidente.
Y aunque Beckett sea la antítesis al realismo de Yokoyama,
ambos tienen en común el tratar en primer plano los componentes esenciales de
la condición humana. Y en la espera a Godot del primero se ve el reflejo, en
64, en la prevista visita del Comisionado General, el más alto cargo de la Agencia
Nacional de Policía, como desencadenante de unas reflexiones que van más allá
de impedir cuestionar el orden establecido.
Hideo Yokoyama proyecta esas abrumadoras disquisiciones en sus
personajes y las vivimos sobretodo en la persona del comisario Yoshinobu
Mikami, el otrora talentoso inspector de Investigaciones Criminales y hoy,
defenestrado, Jefe de Prensa del departamento de Relaciones con los Medios. De
la calle y la realidad a asuntos administrativos. De policía de verdad a
burócrata de oficina.
Su función, tratar a diario con el Club de la Prensa,
formado por periodistas de 13 medios, informando sobre sucesos y hechos
delictivos para que la información no llegue distorsionada, por exceso de
imaginación o creatividad, a la población.
Un cargo donde la tensión es el pan de cada día. Los medios
de información exigen total transparencia en los hechos y en datos de filiación
de las personas implicadas. Algo que el supra individuo que es la Jefatura
Policial se reserva en determinadas circunstancias.
Lo que supone un tira y afloja constante y leit motiv de la
novela: las luchas de poder entre un poder factico y un órgano del aparato
formal del Estado.
Ya que el caso policial no resuelto, un secuestro que acabó
con la víctima, Shoko, una niña de primero de primaria, muerta y el
secuestrador y el dinero en paradero desconocido desde hace 14 años y que, con
la visita del Comisionado General, se pretende activar; y la desaparición
ahora, presuntamente voluntaria, de Ayumi la única hija del comisario Mikami,
se concatenarán con un nuevo caso criminal, para formar una trinidad McGuffin
sobre la que orbita esa crítica en favor de la libertad de prensa y como
responde la ética individual y corporativa al envite.
La lectura de Seis-Cuatro, 64, más de 650 páginas, avanza con los
circunloquios propios de la cortesía nipona lo que supone estar releyendo el mismo
concepto durante varias páginas expresado de distinta manera pero con idéntica
intención y significado y solo hasta el final no se despierta el caso criminal. Terminar la novela exige voluntad, tiempo y esfuerzo y
no hay garantías de que al finalizar haya merecido la pena.
Si nos centráramos en su aspecto de investigación criminal,
con menos de la mitad de páginas se obtendría un resultado acorde y francamente
interesante, ya que en ese aspecto, como otras novelas de género negro
japonesas, resulta sorprendentemente brillante en su planteamiento y resolución.
Pero el autor lo utiliza solo para bucear en la denuncia
social de un asunto, que responde a un funcionamiento tan particular de la
sociedad nipona, que para el lector occidental puede resultar tan curioso pero tan poco
atractivo como comer carpa fermentada (Funazushi), larvas (Zaza Mushi) o peces
vivos (Shirouo no Odorigui), si fuese el caso, habiendo ingredientes de la
cocina japonesa más adecuados al paladar occidental.
Otorgarle el rango de novela negra a Seis-Cuatro, 64, de Hideo
Yokoyama, supone que también se le conceda a El Proceso de Franz Kafka. Lo cual
no desmerece la obra pero la archiva en el cajón correspondiente.
Si no conocen la novela negra o policial japonesa y quieren
acercarse a ella hay opciones más asequibles y agradecidas. Empezar por esta
podría suponer armarse de unos prejuicios totalmente injustificados, aunque
comprensibles, que les impediría conocer verdaderas joyas.
En este blog se ha dedicado espacio a la novela negra y
policiaca japonesa y aquí se encuentran enlaces a reseñas de novelas muy
interesantes